Durante
el rezo del Ángelus Regina coeli en la Plaza de San Pedro, este domingo
Solemnidad de Cristo Rey del universo, el Papa Francisco recordó que Jesús,
además de pastor, también es Rey y Juez, y que al final de los tiempos “nos
juzgará de nuestros actos dirigidos a servirle en nuestros hermanos más
pequeños y necesitados”.
El Santo Padre recordó que la realeza de
Jesús “es una realeza de guía, de servicio, y también una realeza que, en el
fin de los tiempos, se afirmará como juicio. Hoy tenemos delante de nosotros a
Cristo como Rey, pastor y juez, que muestra los criterios de pertenencia al
Reino de Dios”.
“La página evangélica se abre con una
visión grandiosa. Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, dice: ‘Cuando el Hijo
del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con Él, se sentará en el
trono de su gloria’. Se trata de la introducción solemne a la historia del
juicio universal”, explicó. Francisco destacó que, “después de haber vivido la
existencia terrena en humildad y en pobreza, Jesús se presenta ahora en la
gloria divina que le pertenece, rodeado de los ejércitos angélicos. La
humanidad entera es convocada ante Él, y Él ejerce su autoridad separando a
unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras”.
Entonces, comenzará el Juicio: “A aquellos
que ha situado a su derecha les dice: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la
herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque
tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era
forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’”. Ante esta afirmación, “los
justos se sorprendieron, porque no recordaban haberse encontrado nunca con
Jesús, y mucho menos el haberlo ayudado de esa manera. Entonces Él aclara: ‘En
verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños,
a mí me lo hicisteis’”. “Estas palabras –continuó el Papa– no dejan nunca de
golpearnos, porque nos revelan hasta dónde llega el amor de Dios: hasta el
punto de identificarse con nosotros, pero no cuando estamos bien, cuando
estamos sanos y felices. No, sino cuando estamos en necesidad. Y oculto de esta
manera, se deja conocer, nos tiende la mano como un sin techo”.
De ese modo, “Jesús nos revela el criterio
decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto por el prójimo en dificultad.
Y así se revela el poder del amor, la realeza de Dios: solidaria con el que
sufre para suscitar en todo lugar actitudes y obras de misericordia”. “La
parábola del juicio continúa presentando al Rey que aleja de sí a aquellos que
durante su vida no se preocuparon por las necesidades de sus hermanos. También
en este caso se quedan sorprendidos y preguntan: ‘Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te
asistimos?’. De ese modo, querían decir: ‘Si te hubiésemos visto, seguramente
te habríamos ayudado’. Pero él responde: ‘En verdad os digo que cuanto
dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de
hacerlo’”.
El Papa insistió: “En el final de nuestra
vida seremos juzgados del amor, es decir, de nuestro empeño concreto de amar y
servir a Jesús en nuestros hermanos más pequeños y necesitados”. Y recordó:
“Aquel sin techo, aquel necesitado que tiende la mano es Jesús. Aquel enfermo
que debo visitar es Jesús. Aquel encarcelado es Jesús. Aquel hambriento es
Jesús. Pensemos en ello”. “Jesús vendrá al fin de los tiempos para juzgar a
todas las naciones, pero viene donde nosotros todos los días, de muchos modos,
y nos pide que lo acojamos. La Virgen María nos ayude a encontrarlo, a
recibirlo en su Palabra y en la Eucaristía, y al mismo tiempo en los hermanos y
en las hermanas que sufren el hambre, la enfermedad, la opresión, la
injusticia”, finalizó. Fuente: Aciprensa.