Nada podrá reemplazar ese
encuentro reparador; ningún proceso colectivo nos exime del desafío de
encontrarnos, de clarificar, perdonar. Las heridas hondas de la historia
precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad
a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y
haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes. Pero eso sólo
nos deja en la puerta de las exigencias cristianas.
«En esta ciudad, que ha sido llamada
«la heroica» por su tesón hace 200 años en defender la libertad conseguida,
celebro la última Eucaristía de este viaje a Colombia. También, desde hace 32
años, Cartagena de Indias es en Colombia la sede de los Derechos Humanos porque
aquí como pueblo se valora que «gracias al equipo misionero formado por los
sacerdotes jesuitas Pedro Claver y Corberó, Alonso de Sandoval y el Hermano
Nicolás González, acompañados de muchos hijos de la ciudad de Cartagena de Indias
en el siglo XVII, nació la preocupación por aliviar la situación de los
oprimidos de la época, en especial la de los esclavos, por quienes clamaron por
el buen trato y la libertad» (Congreso de Colombia 1985, ley 95, art. 1).