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“Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de
sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” °°° (Lucas 2, 22-40).
La
familia de Nazaret es la mejor escuela para entender, ¿cómo se fusiona un hogar?,
¿cómo se organiza?, ¿cómo sus miembros viven su propia realidad en la armonía
del amor, del entendimiento, de la comprensión, de la tarea que se le ha
encomendado a cada persona? El niño
Jesús actúa de manera autónoma no por desobediencia e irresponsabilidad de
adolescente, sino por fidelidad a su conciencia de Hijo de Dios. San José asume
su paternidad adoptiva, con cariño y sacrificio porque sabe su responsabilidad
delante de Dios. (cf. Mateo 1,24). No
fue fácil para san José decir sí, pues su amor de hombre estaba inclinado
normalmente a formar una familia con la mujer que a él había elegido; pudo más
el amor y la fidelidad a Dios, que ser desobediente ante el destino, su
sacrificio es meritorio ante una historia de salvación del mundo.
La Virgen María, permitió que se
adelantara el amor a Dios, la fidelidad a la Palabra, la conciencia de lo que
iría a suceder, y declina por un amor universal: “Hágase en mí según tu
Palabra; °°° Aquí está la esclava del Señor”. (cf Lucas 1,38). El amor se lee desde una cantidad de
variantes, que muchas veces no atinamos a descubrir el valor de ellas en aras
de la felicidad. Por ejemplo: el amor
exige sacrificio, se mueve en el perdón, acepta la realidad conjunta de la
persona, se convierte en esperanza, es perseverante. en fin, el amor es un don
de Dios, una gracia del Señor es el modelo perfecto para la santidad de vida.
Si Dios es amor, todo lo hizo por amor, envió su Hijo al mundo por amor; la
lógica es que la vida de cada uno de nosotros funciona, de acuerdo con el grado
de amor: (cf 1 de Juan 4,8).
Para poder hablar de la familia es
obligatorio hablar del amor. La fiesta de la sagrada familia en el calendario
litúrgico de nuestra Iglesia Católica nos permite delinear rápidamente la
misión educadora y formadora de los padres en la familia (cf. Proverbios 6,
20-22). Los hijos están llamados a honrar y obedecer a sus padres: (cf. Éxodo
20,12; Eclesiástico 3, 3-6). El santo Padre Francisco, opina que el amor es el
centro de la vida de una familia: “más allá de sus acuciantes problemas y de
sus necesidades perentorias, la familia es un ‘centro de amor’, donde reina la
ley del respeto y de la comunión, capaz de resistir a los embates de la
manipulación y de la dominación de los ‘centros de poder’ mundanos”. Y añade: “las
relaciones basadas en el amor fiel, hasta la muerte, como el matrimonio, la
paternidad, la filiación o la hermandad, se aprenden y se viven en el núcleo
familiar". Enseñanza para este
domingo: Nunca despreciemos el valor y la importancia de vivir en familia.