23 de noviembre de 2020

ADVIENTO Y NAVIDAD. AÑO LITÚRGICO 2020 Y 2021 CICLO B.


ADVIENTO Y NAVIDAD. AÑO LITÚRGICO 2020-2021 
CICLO B

1. UNA INVITACIÓN A LA VIGILANCIA CICLO B EL SENTIDO DEL TIEMPO DE ADVIENTO

Autor: Padre, Héctor Giovanni Sandoval Moreno. Delegado Pastoral Litúrgica, Arquidiócesis de Ibagué. Correo electrónico: hectorgeovannys@gmail.com Delegado para la pastoral litúrgica Arquidiócesis de Ibagué. Adviento: el tiempo de la venida del Señor. Eso significa la palabra latina adventus: venida, advenimiento. Una palabra que se aplicaba especialmente a la llegada de algún personaje importante, y que ahora nosotros dedicamos al único personaje realmente importante, Jesús.

Al inicio del año litúrgico, preparando la celebración de la Navidad, dedicamos unas semanas a contemplar esta venida:

a esperarla, a desearla, a prepararla en nuestras vidas y, en definitiva, a celebrarla. Porque, ciertamente, al tiempo que anhelamos que venga el Señor, y nos queremos convertir para ser para él «un pueblo bien dispuesto», ya podemos también vivir la alegría de su presencia en nuestras vidas.

Porque esta venida del Señor no es la ficción de estar esperando como si fuésemos los hombres y mujeres del Antiguo Testamento que no habían visto aún al Mesías. Nosotros sí lo hemos visto, nosotros hemos conocido ya su venida en nuestra historia, hace dos mil años, en Belén. Pero esta venida histórica, que conmemoramos en la Navidad, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Y por ello, decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor: en primer lugar, la histórica, cuando asumió nuestra misma carne para hacer presente en el mundo la Buena Noticia de Dios; en segundo lugar, la que se realiza ahora, cada día, a través de la Eucaristía y de los demás sacramentos, y a través de tantos y tantos signos de su presencia, comenzando por el signo de los hermanos, y de los hermanos pobres; y finalmente, en tercer lugar, la venida definitiva, al final de los tiempos, cuando llegará a plenitud el Reino de Dios en la vida eterna.

Todo esto celebramos en el tiempo de Adviento. Y lo celebramos como en una gradación: primero, los primeros días, el interés principal se dirige hacia la venida definitiva al final de los tiempos, con la llamada a la vigilancia para estar bien dispuestos; luego, nos centramos más en la venida cotidiana, que vemos marcada por los anuncios del precursor Juan Bautista y su invitación a preparar el camino del Señor; y finalmente, sobre todo a partir del día 17 de diciembre, nuestra mirada se fija ya de lleno en la espera del nacimiento de Jesús en Belén, acompañados por la figura amorosa de María y también de su esposo José. Y todo ello, acompañado a lo largo de todo el tiempo por los oráculos de Isaías y de los demás profetas, que nos hacen vivir en constante actitud de gozosa espera.

La organización del tiempo de Adviento

El tiempo de Adviento es el más tardío de todos los tiempos litúrgicos: no existió hasta el siglo V o VI. La fiesta de Navidad nació a principios del siglo IV, y consta por primera vez en un calendario del año 354; la de la Epifanía, quizá algunos años antes. Y a partir de la existencia de esas fiestas, los cristianos quisieron dedic

un tiempo a su preparación. Un tiempo, sin embargo, que tuvo distintas extensiones y características según cada lugar, hasta que quedó fijado como ahora lo tenemos.

Actualmente, el tiempo de Adviento comienza el cuarto domingo antes de Navidad. Ello conlleva que no tenga siempre la misma extensión. Porque como el día de Navidad, el 25 de diciembre, no se corresponde con un día fijo de la semana, si resulta por ejemplo que la Navidad cae en domingo, entonces el Adviento comienza el 27 de noviembre y tiene cuatro semanas justas; y en cambio, si cae en lunes, entonces el cuarto domingo antes de la Navidad es el 3 de diciembre, y el Adviento tiene sólo tres semanas y un día. Entre estas dos fechas, por tanto, el 27 de noviembre y el 3 de diciembre, puede comenzar el Adviento.

Lo que marca, naturalmente, con mayor fuerza el sentido y la vivencia de este tiempo son los domingos, con la distribución de sus lecturas en tres ciclos:

– En el evangelio, el primer domingo de los tres ciclos está centrado en la venida definitiva del Señor al final de los tiempos, para realizar la plenitud de su Reino; el segundo y tercer domingo, el protagonista es Juan Bautista, que nos invita a preparar la venida del Señor; y el cuarto domingo, el evangelio nos presenta las escenas preparatorias del nacimiento de Jesús (el sueño de José, la anunciación, la visitación).

– En la primera lectura, leemos cada domingo textos de Isaías y de los demás profetas, que nos anuncian la obra del Dios salvador y la venida de su Mesías: los tres primeros domingos estas profecías evocan las grandes esperanzas de Israel, mientras que el cuarto, en sintonía con el evangelio, presentan las promesas más directas del nacimiento del Hijo de Dios.

– Y finalmente, están los textos de la segunda lectura, tomados de san Pablo o de las otras cartas apostólicas, que nos exhortan a preparar y a vivir la venida del Señor.

 

Además de las lecturas de los domingos, cabe destacar también la gran riqueza del leccionario ferial marcado por las dos grandes etapas en las que se divide el tiempo: hasta el 16 de diciembre hablando de forma más general de la venida del Señor, y a partir del 17 de diciembre, preparando más directamente el nacimiento de Jesús.

Un tiempo de gracia

El Adviento es un tiempo de gracia. Todos los tiempos lo son, desde luego, pero este quizá tiene un particular tono de calidez humana y cristiana que nos lo hace especialmente próximo. La promesa de salvación de Dios se encuentra con lo más valiosas y auténticas esperanzas humanas, y su fruto es el Reino que se abre paso en medio de nosotros.

Merece la pena aprovechar y vivir este tiempo. Personajes especialmente queridos nos acompañan en el trayecto: el profeta Isaías, el precursor Juan Bautista, los últimos patriarcas como Zacarías, Isabel, José... y, sobre todo, naturalmente, la Virgen María.

San Carlos Borromeo lo propone de modo admirable en una de sus cartas pastorales: Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo, es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado.

El Padre, por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

2. SUGERENCIAS Y PROPUESTAS PARA EL ADVIENTO

El Adviento es un tiempo especialmente agradable. Después del largo período del tiempo ordinario, gusta encontrarse con la novedad de empezar algo diferente, y experimentar el empuje espiritual que esta novedad aporta.

Pero también es agradable por más motivos. Lo que significa el Adviento y la espiritualidad que invita a vivir están en un nivel muy cercano a la realidad humana, a la vida de cada día: son, en el fondo, una invitación a vivir nuestra realidad (la de cada uno de nosotros y la del mundo entero) de una manera atenta, intensa, con objetivos. El Adviento nos dice: eso que vivimos, y eso que viven nuestros hermanos, hombres y mujeres de todas partes, no es sólo lo que nosotros vemos, o hacemos, o deseamos; es, también y sobre todo, lo que vive, y hace, y desea, Dios mismo. Porque Dios viene a esta historia y se implica en ella, la vive con nosotros, y le pone delante, como objetivos, sus mismos objetivos. Y ya sabemos cuáles son los objetivos de Dios: la luz para todo el mundo, el amor para todo el mundo, la vida para todo el mundo

Tres momentos

 

Primer momento: El Adviento es un tiempo que necesita ser saboreado, que debe impregnar el alma. Es un tiempo que no puede ser seco, que ha de contener una punta viva de emoción y de sentimiento. Sacerdotes, diáconos, monitores, lectores, cantores, equipos de liturgia... necesitan muy especialmente tener espacios (individuales o colectivos) para gustar las lecturas de la misa (dominicales y diarias), o la liturgia de las horas, o un libro adecuado... para ejercer bien su misión.

 

Segundo momento: Desde el primer domingo de Adviento, e incluso antes, el ambiente navideño se respira por todas partes: la televisión, las tiendas, las calles... ponen en marcha el frenesí navideño. En este contexto, de poco sirve ponerse en plan fustigador; más bien lo útil será ayudar a discernir. Y valorar todos los buenos elementos que hay detrás de todo esto, recordar la llamada de Jesús, alegrarse de esta llamada, invitar a vivir el ambiente con signos cristianos (por ejemplo, enviando felicitaciones o llevando regalos a aquellos que no los tendrían, o promoviendo algún proyecto solidario mediante aportaciones de muchos...). E invitando a luchar para no dejarse atrapar (y, aquellos que tienen hijos pequeños, ayudándoles a que no queden excesivamente atrapados) por todo lo que de perverso hay en este ambiente. Y, finalmente, combatir el falso “espíritu navideño” consistente en simular que no hay conflictos ni en casa ni en el mundo.

Tercer momento: La venida del Señor es la respuesta que Dios da a la situación de este nuestro mundo. El Señor nos invita a dirigir la mirada hacia él, y a prepararle el camino. Porque la venida del Señor no es una transformación mágica: él viene para estar con nosotros, para hacer que caminemos hacia él y para hacer caminar a la humanidad hacia él. Deberemos hablar de la salvación de Dios que viene a nosotros mirando muy de cerca a nuestro mundo, y sintiendo como propias las angustias que en él se viven (la vida dura para muchos en nuestro país) y también las esperanzas que avanzan (promovidas por cristianos o por quienes no lo son: ¡son todas presencia del Señor!). Él viene, y su presencia se nota en todo amor que actúa, y su presencia es llamada a la plenitud que tan sólo Él puede dar.

Para tener en cuenta:

La ambientación de la Iglesia. Que, al entrar, todo el mundo note que iniciamos un tiempo nuevo. Eso, como dice el refrán, “vale más que mil palabras”. Un póster grande y visible con una frase alusiva (“¡Ven, Señor Jesús!” u otra semejante), austeridad en las flores (mejor una ornamentación de sólo plantas) y en las luces, un gran paño morado (o verde, por la esperanza) colgado del techo, una música que al entrar invite ya a la oración (el gregoriano es ideal para este tiempo)...

Los cantos. Un elemento clave para dar el tono de las celebraciones es el tipo de cantos que se escogen. Cada tiempo litúrgico tiene sus cantos propios, que el solo hecho de cantarlos hace penetrar ya en la sintonía del tiempo. De modo que habría que procurar cantar cantos muy propios de Adviento. De un modo especial, eso vale para el canto de entrada: un canto de entrada largo, que se repita los cuatro domingos, ayudará mucho a situar la celebración desde el principio; en este sentido, sería deseable aprender el canto de entrada de Adviento (“A ti, Señor, levanto mi alma”); pero, naturalmente, si no se sabe este, se puede cantar cualquier otro canto significativo de este tiempo. Recordemos también que en el Adviento se suprime el Gloria. Y que sí se canta el Aleluya, aunque, si disponemos de dos melodías, bueno será guardar la más vibrante para la Navidad y utilizar ahora la más sencilla.

La corona de Adviento. Este rito, importado del norte de Europa, se ha ido introduciendo en nuestras celebraciones con buen acierto y contribuye a resaltar la peculiaridad de este tiempo. Se trata, como se sabe, de una corona con ramas verdes que se sitúa junto al ambón o en otro lugar adecuado, y en el que se fijan cuatro velas vistosas. También puede utilizarse la imaginación y crear algún otro tipo de soporte para las velas, siempre que sea digno y agradable. Al empezar la misa, se enciende el número de velas correspondiente a aquel domingo (el primero una, el segundo dos...). Pueden hacerlo cada domingo personas distintas: un matrimonio, un niño, una religiosa, el celebrante...

La homilía. El Adviento es esperanza, agradecimiento, oración confiada, alegría ante el Señor que se acerca a nosotros. Es, también, reconocimiento de que necesitamos su salvación porque nosotros somos débiles y porque el mundo es también débil, con mucho dolor e injusticia. Y es, finalmente, cambio en el corazón y en las actitudes ante la vida, para que el Señor nos encuentre preparados para recibir su salvación y para colaborar con él en su obra salvadora. La predicación será, por tanto, intensa, convencida, vital... y, muy especialmente, amable.

Un salmo después de comulgar. Para ayudar al clima de oración propio de este tiempo, puede introducirse la práctica de rezar, después del silencio de la comunión y antes de la poscomunión, un salmo, entero o en parte. Puede recitarlo un lector (sin introducción, sin que la asamblea se una con ninguna antífona, y sin gloria final: la asamblea se une con su silencio), o puede recitarlo toda la asamblea.

 

Repartir algún recuerdo-plegaria. Para marcar el primer domingo de Adviento, se podría distribuir una estampa sencilla (media cuartilla hecha con fotocopia), con una frase que diga “Adviento 2016” y el texto de la primera lectura de este día, que en los tres ciclos es siempre un texto de mucha fuerza.

La Virgen María y san Juan Bautista. El Adviento es un tiempo mariano, sobre todo en la segunda parte (desde el día 17). El domingo cuarto de Adviento conviene que haya en el presbiterio, convenientemente resaltada, una imagen de María madre; también podría estar colocada todos los domingos. E igualmente, los domingos segundo y tercero podría destacarse una imagen o un póster de Juan Bautista.

La misa diaria. La misa diaria, con su tono más pacífico, puede ayudar a saborear más este tiempo: el saludo, las invocaciones del acto penitencial, la oración de los fieles tendrían que escogerse adecuadamente; una breve homilía ayudará a ir viviendo lo que este tiempo significa; rezar un salmo después de la comunión...

El rezo de Laudes o Vísperas. Una forma de destacar el clima de oración puede ser introducir en este tiempo el rezo de Laudes o Vísperas, en la forma que resulte más adecuada: los domingos o los días laborables, como una celebración independiente o unidos a la misa, en una misa o en todas... En cada lugar se verá lo más conveniente.

Un encuentro de oración. Puede ser una buena oferta invitar a un encuentro de oración durante este tiempo. Se podría realizar de dos maneras. Una, como el inicio de un encuentro periódico todo el año: por ejemplo, fijarlo definitivamente el primer y tercer miércoles de cada mes. Otra, como una invitación más intensiva sólo para este tiempo, por ejemplo una vez a la semana. En todos los casos hay que avisar la hora de empezar pero también la de acabar (media hora puede ser una buena duración), y ser fiel a ello. La plegaria puede consistir en algún salmo, alguna lectura bíblica, algún texto de reflexión, espacios de silencio, algún canto si se puede... Aunque venga poca gente, será útil.

Una catequesis sobre Isaías. El tiempo de Adviento es el tiempo de los oráculos mesiánicos, sobre todo de Isaías. Los leemos cada domingo y también los días laborables. Por eso, se podría pensar en convocar (mejor diversas parroquias juntas) algunos encuentros de catequesis sencilla repasando estos oráculos. Estaría bien leer los textos (más extensamente como figuran en el leccionario), comentar la época (de los tres autores de Isaías) y el sentido primitivo, ver el sentido mesiánico y el sentido cristiano, hacer alguna aplicación... No hace falta una exposición de especialista, basta con una presentación hecha por alguien que se lo haya preparado leyendo alguna introducción.

Retiros y encuentros de reflexión. Otra posibilidad: organizar un retiro de una tarde o una mañana. Y otra, un encuentro de reflexión sobre las angustias y esperanzas de nuestro mundo, u otro tema similar.

Resaltar la segunda parte del Adviento. El 17 de diciembre comienza la segunda parte del Adviento, “la semana santa que prepara la Navidad”. Se puede resaltar de distintas maneras según los lugares, las posibilidades y las costumbres.

La colecta para los pobres. La colecta que se acostumbra a hacer a finales de Adviento para los pobres (y que puede tomar distintas formas según los lugares) es una de las grandes tradiciones de este tiempo, y conviene darle relieve. Porque esta es una de las mejores maneras de recibir al Señor, que se manifiesta en el rostro de los abandonados de este mundo.

Y en casa. Habría que sugerir, en las celebraciones litúrgicas, la importancia de que en casa se note también el tiempo de Adviento. Colocar la corona de Adviento en casa y encender las sucesivas velas mientras se reza una oración o se canta un canto (adecuándolo en función de si hay niños pequeños o no) es una práctica encomiable También, bendecir la mesa. Y, en la última semana, preparar el pesebre.

3. LA CORONA DE ADVIENTO EN LA IGLESIA Y EN LA CASA

El rito de la corona de Adviento se ha ido introduciendo acertadamente en los distintos ámbitos de la vida cristiana, contribuyendo a resaltar la peculiaridad de este tiempo. Se trata, como se

sabe, de una corona de ramas verdes (sin flores, que serán más propias de la Navidad), en la que se fijan cuatro velas vistosas.

También podemos emplear la imaginación y crear algún otro tipo de soporte, siempre que resulte digno y agradable. Y cada semana se realiza el rito de encender las velas correspondientes: el primer domingo de Adviento una, el segundo dos, el tercero tres, el cuarto y último las cuatro.

Este itinerario, acompañado de alguna oración o canto, nos marcará los pasos que nos acercan hasta la fiesta de la Navidad, y nos ayudará a tener más presente el tiempo en que nos encontramos.

La corona en la Iglesia

En la Iglesia, la corona se puede poner sobre una mesa, o sobre un tronco de árbol, o colgada del techo con una cinta elegante; no se pone encima del altar, sino junto al ambón o en otro lugar adecuado.

El rito de encendido de la corona se hace en todas las misas dominicales (incluyendo la vespertina del sábado). En las comunidades religiosas, en cambio, será mejor hacerlo en la celebración que inaugure cada semana: primeras vísperas, laudes o Eucaristía.

En la Eucaristía, se pueden encender las velas sencillamente durante el canto de entrada, o bien con mayor relieve después del saludo y de una breve monición. En este segundo caso, el mismo celebrante, o bien distintas personas de la asamblea (una semana un niño, otra una religiosa, otra un matrimonio...) encienden la vela o velas correspondientes. Y entretanto se canta alguna otra estrofa del canto de entrada, o se dicen las invocaciones del acto penitencial, o se dicen las oraciones siguientes (que puede recitar la asamblea conjuntamente, en una hoja previamente repartida).

Primer domingo

Encendemos, Señor, esta luz, como aquél que enciende su lámpara para salir, en la noche,

al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús!

Segundo domingo

Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando, florece el desierto. La humanidad entera se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!

Tercer domingo

En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar. Preparen sus caminos, porque ya se acerca. Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. Ya llega el mensajero. Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz. Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, lama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

Cuarto domingo

Al encender estas cuatro velas, en el último domingo, pensamos en ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre. nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor. Nadie te recibió con más alegría. Te sembraste en ella como el grano de trigo se siembra en el surco. En sus brazos encontraste la cuna más hermosa. También nosotros queremos prepararnos así: en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día. ¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!

La corona en casa

En casa, la corona se pone sobre una mesa, o colgada del techo, o en algún otro lugar destacado. También se puede poner a los pies de una imagen de la Virgen.

 

El primer domingo de Adviento es el domingo que cae entre el 27 de noviembre y el 3 de diciembre (o sea, cuatro domingos antes de la Navidad). Ese día, antes de comer (o el sábado anterior por la noche, o en cualquier otro momento que resulte adecuado), se enciende una vela de la corona; el segundo domingo dos; el tercero tres; y el cuarto, las cuatro.

 

Este rito se acompaña de una oración, como la que aquí indicamos a continuación; también se puede cantar un canto y la oración; o la oración, el padrenuestro y el avemaría. También se puede leer la primera lectura de la misa de aquel domingo, o el texto de reflexión que ofrecemos también aquí, o las oraciones propuestas para el encendido en la Iglesia.

Si hay niños en casa, el rito de la corona les puede ayudar a vivir más cristianamente la preparación de la Navidad. Y si no los hay, también será una buena ocasión para la oración familiar adulta: o bien los esposos solos, o bien los esposos con los hijos mayores u otros miembros de la familia.

Oración

Ven, Jesús, hermano, Señor. Queremos preparar tu venida. Queremos recibirte. Te esperamos, para que transformes nuestras vidas y nos des tu luz, tu paz, tu amor. Amén.

Texto de reflexión

Desde muy antiguo, el profeta Isaías anunciaba: – Vendrá el Señor, y juzgará a los pobres con justicia, y nunca más alzará la espada pueblo contra pueblo, porque los corazones estarán llenos del conocimiento del Señor. Allí en el Jordán, el último profeta, Juan el Bautista, proclamaba: – Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos. Y en Nazaret empezó todo:

– Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. No temas, María: concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Esta es la historia del amor de Dios. Y nosotros cada año, cada Adviento, la recordamos y la renovamos.

– Como Isaías, deseamos un mundo nuevo, transformado, lleno de Dios, en el que no haya mal, ni dolor, ni injusticia, ni pobreza, ni corazones cerrados;

– siguiendo la llamada de Juan Bautista, queremos preparar el camino del Señor: queremos transformar nuestro corazón y queremos transformar nuestro mundo;

– y como María, con toda la confianza, con todo el amor, con un hondo espíritu de fe y de oración, esperamos el nacimiento de aquel niño que renovará nuestras vidas; aquel niño que nace en Belén y que nos llama a compartir un día su vida para siempre.

4. LOS DOMINGOS DEL ADVIENTO Y LAS SOLEMNIDADES

 

4.1. PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO  (noviembre 29 de 2020)

Monición introductoria de la Misa: Con alegría y fe dispongámonos a celebrar el banquete eucarístico, donde hoy con la inauguración del año litúrgico y del tiempo del Adviento se nos pide estar en actitud vigilante para prepararnos a la venida del Señor.

Oración primer cirio de la coron

Encendemos esta luz como aquel que enciende su lámpara para salir en la noche al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana del Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven, muchos halagos nos adormecen, queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú nos traes la luz más clara, la paz más profunda, la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús!

Monición a la Liturgia de la Palabra: Abramos nuestro corazón para vivir esta primera parte de la eucaristía - el pan de la Palabra – que hoy nos invita a vigilar, estar despiertos y atentos para comenzar el camino del adviento.

Pistas para la homilía

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Navegando por las lecturas que este domingo nos propone, encontramos que el punto nuclear está en la actitud vigilante entre la espera y la esperanza. Es interesante detenernos en varios elementos: el evangelio repite por tres veces la palabra “vigilen”, pues no saben cuándo es el momento, cuándo vendrá el señor de la casa. En la primera carta a los Corintios san Pablo habla de esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo que “los mantendrá firmes hasta el final”. La bellísima innovación a Dios del tercer Isaías expresa el deseo de que el Señor irrumpa con su poder en la historia, como si se tratase de un nuevo Éxodo, recordando que ¡Tú, eres nuestro padre!

Profundicemos concretamente en la lectura del evangelio. Miremos cómo comienza y concluye con la misma invitación: “Vigilen” (vv. 33.37). En la primera invitación está el “por qué” de la vigilancia: “Vigilen, pues no saben cuándo es el momento”. Pongamos los ojos en las palabras y el corazón en el sentido. Jesús no revela el día ni la hora, porque todas las horas son buenas para abrirse a la Palabra de Dios y a su mensaje de conversión.

En la segunda invitación está el estilo de la vigilancia. Cuando el evangelista nos narra la parábola del hombre que se va de viaje lejos, indica que deja su casa al cuidado de los criados. Esta es la imagen que exhorta al cristiano a cuidar la comunidad, la casa que el Señor le ha confiado a cada uno.

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?

Continuemos buscando en el verbo vigilar el sentido de la celebración de este primer domingo de Adviento. No nos resulta cómodo que nos despierten y nos inviten a velar, a vigilar. Pues eso es lo que hace Jesús con nosotros. Muchas comunidades cristianas escuchan hoy la llamada inicial del Adviento: “Lo que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Velen!”. (Mc 13,37). Es una gran llamada de atención, una invitación a la vigilancia.

 

Con el paso del tiempo corremos el riesgo de quedarnos adormilados, instalados en lo que ya tenemos, y descuidamos la meta y el proyecto de vida que nos habíamos propuesto.

El Adviento es como un despertador espiritual. Nos estimula a la vigilancia orientando nuestra mirada, ante todo, hacia adelante: a la última venida, al final de los tiempos, la venida gloriosa del Señor como Juez de la historia. La primera parte del Adviento, hasta el día 16 de diciembre, tiene esta perspectiva "escatológica", de mirada hacia el final de los tiempos. Se nota en los prefacios y en las oraciones.

Vigilar es no dejarse vencer por el sueño, no caer en la pereza o en lo reiterativo de la vida. Vigilar es estar atentos a Dios, a su venida continuada a nuestras vidas, y acogerle cada día . Vigilar es darse cuenta de que no sabemos cuándo acabará nuestro camino personal, ni el de la humanidad, ni el del universo. Dios puede "venir" a nosotros a cualquier hora, cualquier día, "al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer", como dice la parábola de Jesús. Lo importante no es saber cuándo vendrá, sino cómo tenemos que preparar nuestra casa para que nos encuentre dispuestos a recibirle.

También nos prepara el Adviento a la "venida sacramental" que sucederá, con gracia

siempre nueva, en la Navidad de este año. La Navidad está en medio de la primera venida, que ya sucedió hace dos mil años en Belén, y la última, que no sabemos cuándo tendrá lugar.

La Navidad condensa en sı́ misma el pasado y el futuro, con una gracia que siempre es actual y presente: el Dios que quiere hacerse, una vez más, con renovada ilusión por su parte, Dios-con-nosotros.

Nosotros como discípulos misioneros debemos estar permanentemente vigilando sobre nuestro punto de partida del ministerio sacerdotal para que no languidezcan los rasgos del Maestro en el rostro de nuestras comunidades, para que la misión no se atasque y disminuya la conversión pastoral, que no es otra cosa que rescatar aquella urgencia de anunciar el Evangelio de la alegría hoy, mañana y pasado mañana. (Cfr. Discurso del Santo Padre Francisco a los Obispos de Colombia, jueves 7 de septiembre de 2017).

3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?

Sigamos escrutando el sentido de la palabra vigilancia y pensemos que esto es lo que nos manda el Señor: “Estén alertas, vigilen”, como quien pasa la noche haciendo guardia y atento a cualquier ruido nocturno. Pidamos en oración que podamos tener los ojos y los oídos atentos para percibir dónde está y dónde nos llama el Señor a colaborar en la obra de la evangelización.

Vigilar será siempre poner el reloj espiritual en la hora correcta, reorientar nuestra marcha por la vida y estar sintonizados con la Palabra que en este primer domingo de Adviento tiene una petición especial y la encontramos en el salmo 79: “Oh Dios, restáuranos que brille tu rostro y nos salve”. Estar vigilantes. No se trata solamente de creer, sino de estar alerta, mirar hacia delante sin olvidar el pasado, mirar al futuro como hacen los que se preocupan de que nuestro mundo, nuestro medio ambiente, no vaya deteriorándose, sino que lo podamos dejar en herencia a nuestros sucesores en las mejores condiciones posibles. O como el jardinero que cuida su jardín , porque sabe que si lo descuida crecerán las malas hierbas y se estropeará progresivamente. O como el deportista que no sabe cuándo va a ser el momento decisivo para atacar o responder al ataque del adversario.

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

Hoy damos inicio a un nuevo año litúrgico donde somos convocados a celebrar, en un único y progresivo movimiento, el Adviento, la Navidad y la Epifanía, o sea, la venida, nacimiento y manifestación que apunta a lo mismo: que el Hijo de Dios, Cristo Jesús, se ha querido hacer presente en nuestra historia para comunicarnos su salvación. Este camino que hoy comienza es un itinerario de fe y de esperanza, porque desde hoy hasta el día del Bautismo del Señor, el domingo siguiente a la Epifanía, van a ser unas seis semanas de "tiempo fuerte" en que celebramos la misma Buena Noticia: la venida del Señor.

Es bien interesante pensar, como para muchas personas estas son las últimas semanas del año, cuando se comienza a preparar las fiestas navideñas y se respira un aire de despedida y finalización de todas las labores realizadas durante el año. Pero para los católicos realmente son las primeras semanas del año donde nos centramos en la gran noticia de que nuestro Dios ha querido ser Dios con nosotros.

 

Los signos nos ayudan también a adentrarnos en la celebración del misterio cristiano, por eso durante el Adviento, las lecturas, las oraciones, la ambientación especial del templo, los cantos y también las velas de la “corona de Adviento”, que iremos encendiendo sucesivamente a lo largo de estas semanas y con el verde y la luz de las velas nos habla simbólicamente de la esperanza y de la alegría por la venida del Señor.

 

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: después de escuchar la Palabra de Dios, presentemos al Padre nuestras intenciones, diciendo: Ven, Señor Jesús

1.         Por la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes, diáconos, para que guíen a su pueblo al encuentro con el Señor.

2.         Por los gobernantes de todas las naciones, para que reconozcan la necesidad de buscar en Cristo la razón de ser de sus gobiernos en la lucha por la paz verdadera.

3.         Por los pobres, marginados, enfermos y desamparados que no tienen pan, techo ni con que abrigarse, para que compartamos con ellos lo que tenemos, no lo que nos sobra.

4.         Por los padres e hijos, para que construyan la unidad familiar con Cristo como centro de sus vidas.

5.         Por todos nosotros, para que la presencia de Cristo en esta celebración nos mueva a estar vigilantes y en oración esperando su llegada.

Oración conclusiva

Atiende, Padre del cielo, los deseos de tu Iglesia en oración; para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

4.2. SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. Diciembre 6 de 2020

 

Monición introductoria de la Misa: El Señor vendrá para salvar a su pueblo y nosotros nos congregamos para celebrar su misericordia en este segundo domingo del tiempo de adviento. Dispongamos nuestros oídos para escuchar y nuestro corazón para celebrar con fe el misterio del amor de Dios, que se nos regala en esta Eucaristía. Participemos con fe.

Oración segundo cirio de la corona

Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando, florece el desierto. La humanidad entera se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!

Monición a la Liturgia de la Palabra: El Señor hará oír la gloria de su voz para que nos alegremos de corazón. Dispongamos nuestro ser para recibir esta Palabra y dejemos que el Señor nos allane el sendero y que podamos vivir la conversión en una adhesión permanente a su voluntad.

Pistas para la homilía

Introducción

En este segundo domingo de adviento, la Liturgia de la Iglesia nos presenta una llamada para continuar nuestro camino de encuentro con el Señor, evitando los tropiezos externos.

El camino del adviento no es de negación sino de gran expectativa y por ello se hace prioritario preparar, abrir caminos, allanar y disponer el corazón para que la Palabra se haga carne en la vida de cada ser humano y de cada comunidad. El llamado de Juan el Bautista es un grito de conversión y de retorno a lo que Dios quiere, por eso el adviento debe ser un espacio providencial para la conversión, de tal manera que el Hijo de Dios venga en la humildad de nuestra carne, pero cuando estemos dispuestos y listos para su llegada.

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

En el salmo de este domingo cantamos la misericordia y la salvación que viene de Dios y de esa manera podemos entender que la Palabra nos presente un camino de esperanza en la segunda venida del Señor. El texto de Isaías parte de la consolación que necesita el rebaño cuando se reúne bajo la sombra del Pastor y por ello hace el llamado de la preparación expectante de la venida del Señor. Este texto de Isaías nos pone en tónica de retorno, en tónica de reconstrucción (por la circunstancia histórica del regreso del Exilio) y ello nos traza motivos fuertes de esperanza, en que Dios nos consolará y nos llevará como un pastor a su rebaño, para llegar a la tierra prometida, a la prueba de su amor y de su misericordia.

En la segunda lectura se nos hace una llamada a la espera de la manifestación de Jesucristo y a la espera de un cielo nuevo y de una tierra nueva, que no sabemos cuándo vendrán, pero que ciertamente nos hablan de un futuro posible y del gozo de la comunión con el Señor.

El Evangelio de Marcos comienza afirmando que Jesucristo es la Buena Noticia que llega a los hombres e inmediatamente nos muestra que la recepción de esta Buena Noticia implica la apertura del oído para la obediencia de la fe, que sabe disponerlo todo y renunciar a lo que se vuelve obstáculo en el Seguimiento. Juan el Bautista anuncia una palabra de conversión y penitencia, que ratifica con su estilo de vida, para que sus oyentes descubran

 el verdadero camino y se dispongan a la llegada del Reinado de Dios.

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?

Este segundo domingo del tiempo de Adviento me llama a saber que la preparación no es externa, que los detalles y adornos no bastan para disponer la llegada del Señor. Necesitamos una disposición interior y una decisión personal y comunitaria que sólo pueden nacer de la escucha atenta de la Palabra de Dios. El adviento será posible si, y sólo sí, hay un corazón que en búsqueda de Dios se dispone en el amor para preparar con obras y acciones concretas, lo que significa la verdadera conversión, que me saca de mis seguridades para abandonarme bajo la sombra del Buen Pastor, que me dice que no hay dolor tan grande que no pueda ser tocado y sanado por la presencia del Señor.

Adviento no solamente es tiempo de espera, es también de preparación alegre de la venida del Señor y por ello me grita que hay sectores de mi vida que necesitan ser tocado por el Señor y que su Palabra debe transformar, para lograr llegar a ser un discípulo fiel, estable y fecundo.

3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?

Es necesario que el Adviento suscite acciones concretas de cambio y por eso, a la luz de esta liturgia y de esta Palabra, debemos comprometernos en la construcción de un nuevo país, de un nuevo territorio donde pueda habitar la paz que sólo el Señor nos puede conceder y que requiere de una respuesta mancomunada en la búsqueda de condiciones de justicia para todos.

El pueblo colombiano es una comunidad que necesita ser consolada y para ello debe abrir el corazón, día a día, para aceptar la voz del Señor. Si hay fe en que Dios puede hacer nuevas todas las cosas, se podrá entender que la oscuridad no tiene la última palabra y que cuando en la noche de Navidad resuene Isaías diciendo que “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló” (Is 9,1), entonces sabremos que el amor de Dios jalona nuestra existencia y que reconciliados en el amor podremos vivir cielos nuevos y tierra nueva.

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

La liturgia continúa en la vida diaria si la Palabra y el encuentro con el Señor nos llevan a no encerrarnos y a descubrir que los dones y la gracia que Dios nos concede, deben ser comunicados y entregados a los demás. Somos discípulos misioneros y en la liturgia hemos celebrado que el Señor viene a consolar a su pueblo, pues la misión de anuncio de la Buena Noticia es un imperativo para cada creyente y cada persona que se ve convocada en la liturgia, pues deberíamos hacer propias las palabras dirigidas a Pedro: “cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22,32). Una misión que no parte de la conversión está condenada al fracaso porque se volverá proselitismo y conquistas personales de gloria, pero no es camino de salvación.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: con la fe puesta en el Señor que viene, presentemos nuestras oraciones suplicantes a Dios, nuestro Padre. Respondemos: Ven, Señor Jesús

 

1.         Por el Papa, los obispos y todos los ministros de la Iglesia, para que no callen su voz y hagan siempre la llamada apremiante de la conversión. Oremos al Señor.

2.         Por los gobernantes de las naciones, para que en este tiempo del adviento se dispongan a ejercer sus funciones en la justicia y la equidad, para que la paz llegue a todos los rincones de nuestra nación. Oremos al Señor.

3.         Por los que sufren y viven en la tiniebla, para que experimenten nuestra caridad viva y eficaz y así descubran la cercanía del Señor que viene. Oremos al Señor.

4.         Por quienes celebramos esta liturgia, para que dispongamos nuestra vida en acciones concretas de seguimiento fiel del Señor y ayudemos a otros a preparar la segunda venida del Señor. Oremos al Señor.

Oración conclusiva

Atiende, Padre santo, las oraciones que este pueblo te presenta en la fe y concédenos a todos un corazón dispuesto para recibir al Señor que llega, vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén

4.3. LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. Diciembre 8 de 2020

Monición introductoria de la Misa: La Virgen María, fue concebida sin la mancha del pecado original; este fue el primer privilegio que Dios le otorgó para que fuera digna de ser la madre de su Hijo Jesús. Que en este tiempo de Adviento la Inmaculada Virgen María sea nuestra compañera e intercesora para prepararnos a celebrar y vivir en plenitud el nacimiento de Jesús en nuestros corazones y en nuestra historia. Con esperanza y alegría participemos de esta santa Eucaristía.

Monición a la Liturgia de la Palabra: La Palabra nos revela la presencia y el designio salvador de Dios a través de toda la historia de la humanidad. Siguiendo el ejemplo de María, escuchemos atentos esta Palabra, acojámosla en el corazón y demos una respuesta alegre y generosa. Escuchemos con fe

Pistas para la homilía

Introducción

La celebración del año litúrgico se orienta a la implantación del Reino de Dios en el corazón y en la vida de los creyentes; busca que el Reino de Dios llegue a ser realidad en cada bautizado; y es lo que Jesucristo nos enseñó a pedir diariamente en el Padrenuestro: «venga a nosotros tu Reino». La Virgen María es el modelo perfecto de esta realización del Reino de Dios en su propia vida. En Ella se cumplió a cabalidad el Reino de Dios. Ella es su fruto maduro y primerizo. Desde el primer momento de la existencia personal de María, aparece como figura y modelo del destino de quienes constituimos la familia de Dios, que es la Iglesia, toda santa, sin mancha ni arruga. La Solemnidad de la Inmaculada Concepción no es un «paréntesis» en el tiempo de Adviento, no es algo extraño, sin relación con el Adviento, con la venida del Salvador. Al contrario, su significación cristológica es clara y explícita: «ni Cristo sin María, ni María sin Cristo».

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

La lectura del Génesis que se lee hoy, nos trae la primera promesa de salvación: “Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en la talón” (Ge. 3,15). Aquella promesa que surge de la primera caída del hombre en el pecado. Cristo es el que vence al demonio y al pecado, y por Cristo lo vence también María, ya desde el primer instante de su existencia personal. El salmo está lleno de júbilo: «canten al Señor un cántico nuevo... aclame al Señor toda la tierra, griten, vitoreen, toquen».

 

La segunda lectura de la carta de san Pablo a los Efesios, nos recuerda que Dios Padre «nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo», para hacernos parte de su Reino. Damos gracias a Dios porque él nos ha bendecido con toda clase de bendiciones, como es habernos destinado a ser sus hijos, herederos con Cristo Jesús.

El Evangelio, en la escena de la anunciación a María (Lc 1,26-38) se nos revela la iniciativa de Dios en la historia de la salvación: Dios actúa por su Espíritu y envía como Salvador a su Hijo, Jesús. En esta iniciativa Dios interpela a la Virgen, la cual responde con su «SÍ» generoso, plenamente abierta a la Palabra y disponible para la misión que se le encomienda, de ser colaboradora en la Redención del mundo.

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?

Nuestros primeros padres quisieron ser como Dios y por eso se dejaron tentar por la serpiente, esta desobediencia nos apartó a todos de las puertas del paraíso, de hacer parte del Reino de Dios, de la Vida Eterna. En María, vemos remediada esa desobediencia, pues ella realiza sin vacilación la voluntad de Dios, en ella se nos abre nuevamente la puerta al Reino, a la salvación, se nos acoge nuevamente como hijos de Dios, ella nos permite conocer al Redentor. María como discípula nos lleva a Jesucristo y su Reino.

 

Como María, también nosotros somos elegidos por Dios para ser portadores del mensaje de Jesucristo, para ser herederos del Reino de Dios. Y, efectivamente, para llegar a este estado debemos ser como María, estar siempre dispuestos a dar todo por aquel que es nuestro Salvador y Redentor, por aquel que vino a este mundo a través de una mujer, para ser tan humano como cada uno de nosotros, para estar con nosotros. Se trata, en verdad, de acogernos diariamente a la voluntad divina, que es el modo como decimos, a ejemplo de María, sí y acogemos su plan de salvación en este momento histórico concreto que vivimos.

3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirlea la comunidad?

Es bien claro y hasta evidente el mensaje que para nuestra vida espiritual nos trae la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María: se nos pide «ser santos e irreprochables por el amor, con una vida propia de hijos adoptivos, glorificadores de Dios Padre y herederos suyos». Por eso pedimos a Dios Padre: «llegar a ti limpios de todas nuestras culpas» (Colecta) y «guárdanos también a nosotros, limpios de todo pecado» (Ofrendas) para ser alabanza de su gloria.

 

Como familia de Dios tenemos que sentirnos felices porque no somos huérfanos, sino que tenemos por madre a la Madre Dios, desbordante de santidad y hermosura. Felicitémosla, y con toda razón alegrémonos porque Dios «ha hecho grandes obras» en nuestra Madre, llenándola de su gracia y preparándola para ser la digna Madre del Salvador.

María, la nueva Eva, la verdadera madre de los vivientes, la que aceptó con limpio corazón el plan salvador de Dios, es nuestro mejor modelo para vivir el Adviento y la Navidad, sintiéndonos impulsados a trabajar en la construcción del Reino de Dios, y dispuestos a que la encarnación del amor salvador de Dios siga en cada uno de nosotros, diciendo siempre «sí», como María Inmaculada, al designio salvador de Dios.

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

La misión es una entrega total de todo lo que somos y que vamos a compartir con los hermanos, es entregar a cabalidad a Jesús con quien nos encontramos cada día en la Eucaristía. Entregar nuestra vida al servicio de los demás es la manera adecuada de transmitir el mensaje de Jesús y de María, cuando ella siendo una joven se entregó sin medida.

 

Así como en la celebración del sacrificio de salvación que es la santa Misa, confesamos que la gracia de Dios preservó a la Virgen María de toda mancha de pecado, también a nosotros nos conceda estar libres de todas las culpas para poder acoger a Cristo en nuestras vidas.  Es siguiendo el ejemplo de María y acogiéndonos a su poder intercesor, como nosotros podemos ser discípulos misioneros de Jesucristo en el Reino de Dios Padre.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: al proclamar las maravillas que Dios realizó en María, preservándola de toda mancha, invoquemos desde nuestro corazón a Dios nuestro Padre, diciendo: Mira a la llena de gracia y escúchanos.

Por la Iglesia, para que cada día resplandezca más su santidad inmaculada.

Por nuestro presidente, para que ame siempre la justicia, cumpla fielmente el encargo recibido y guíe a los colombianos hacia la paz y el justo desarrollo.

Por todos los hombres, para que aprecien en todo su valor y sentido la santidad de la vida, y encuentren en María una invitación a la perfección cristiana.

Por todos los que sufren, para que la mirada misericordiosa de María Inmaculada se vuelva con piedad hacia ellos y les alcance de Dios fortaleza, esperanza y paz.

Por los niños de nuestra Parroquia N., para que, imitando a la Virgen Inmaculada, lleven una conducta que resplandezca por la santidad de las costumbres y la pureza de la vida.

Oración conclusiva

Padre celestial, escucha las oraciones de los que te invocan llenos de alegría por esta celebración para que la Iglesia, te sirva con generosa voluntad. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.

4.4. TERCER DOMINGO DE ADVIENTO “Gaudete” Diciembre 13 de 2020

Monición introductoria de la Misa: El Señor está cerca y la alegría que nos produce esta noticia nos congrega hoy para celebrar la Eucaristía y en ella disponer nuestro corazón para experimentar la alegría que nos trae el Altísimo cuando toca nuestra historia y se acerca en cada hombre y en cada acontecimiento. Participemos con gozo de este banquete eucarístico.

Oración tercer cirio de la corona

En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: el Señor va a llegar. Preparad sus caminos, porque ya se acerca. Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. Ya llega el mensajero. Juan Bautista no es la luz, sino el

que nos anuncia la luz. Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser

antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

Monición a la Liturgia de la Palabra: La alegría del Señor permanece en el corazón de quien dispone su vida como una digna morada para el Señor. Hoy llamados a ser testigos y mensajeros de la luz, abramos nuestros oídos para escuchar la palabra de la vida, que trae una Buena noticia que llena de alegría.

Pistas para la homilía

 

Introducción

El tercer domingo de adviento, llamado también “Gaudete” es un domingo especial en este itinerario de esperanza y preparación y nos habla de estar siempre alegres en el Señor, por ello desde el comienzo de la celebración el ambiente nos habla de un día especial, los signos nos comunican y, de manera especial el color rosa en este día (en la corona de adviento y en la casulla), nos remiten a la alegría y al gozo en el Señor.

Toda la liturgia de este domingo nos hace un llamado tener un ánimo dedicado y jubiloso para alcanzar la alegría de la salvación y por ello este domingo, que nos habla ya de la llegada de una nueva etapa en el adviento y de la proximidad de las ferias privilegiadas del 17 al 24 de diciembre, serán de una preparación intensa y más directa a la venida del Señor en la navidad.

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

El cántico del Magnificat, puesto en labios del salmista en este día, es un canto a la grandeza de Dios, que hace maravillas y conduce la historia para que su salvación siempre sea luz para todos los pueblos. Inspirados en este cántico, nuestra asamblea alcanza a descubrir que la alegría debe darse en el Señor que es nuestro Salvador y desde el salmo descubrimos que toda salvación toca los aspectos internos y externos de la vida, de tal manera que no es un ideal sino una realidad que se concretiza en una vida diferente y siempre feliz.

El texto del profeta Isaías nos llena de alegría en este día porque nos habla de una buena noticia que trae transformación y vida nueva y que hace que todo se vuelva en traje de fiesta. Cuando Israel comprendió que el futuro de su nación solo podía darse si colocaba su confianza absoluta en las manos de su Dios, entendió que el futuro sería grande si era cimentando en el Señor.

En la segunda lectura, Pablo en su carta a los tesalonicenses nos recuerda la importancia de estar alegres en Señor, pero siempre con el discernimiento necesario para elegir el bien y huir de aquello que se convierte en obstáculo para acoger al Señor en la existencia. Además, finaliza con una promesa en la fidelidad de Dios que cumple todo lo que promete.

En el Evangelio, el texto de Juan nos cuenta el anuncio del Bautista que dice que él no es el Mesías ni es la luz, sino un testimonio de la luz y que él ha sido enviado para preparar el camino del Mesías, por tanto, la aparición repetida del Bautista en la liturgia nos pone en tónica de alerta por la cercanía del Señor y nos recuerda que nada ni nadie debe distraernos frente a la que es la verdadera alegría: la llegada del Salvador.

 

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?

El tercer domingo de adviento es un canto alegré por la proximidad del Mesías y eso nos lleva a descubrir que esta Palabra de hoy tiene un mensaje de salvación para cada uno de nosotros, a tal punto, que se vuelve una palabra eficaz cuando es proclamada en asamblea y nos trae lo que ella produce el gozo de saber que el Señor está cerca y habitará en nuestra casa.

El adviento va llegado al final de su primera etapa y empezará a disponer de manera inmediata a los creyentes para la navidad. Esta primera etapa había sido un anuncio de la segunda venida del Señor y ahora se acerca la navidad y el gozo que ella produce en la comunidad cristiana, pero eso exige de cada uno de nosotros la respuesta fiel de quien quiere ser testigo y no roba el protagonismo del Señor.

3. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad?

Vivimos en un ambiente que está tocado por la tentación del protagonismo y de la necesidad de aparecer y eso nos distrae de las cosas que son verdaderamente importantes, llegando incluso a pasar por encima del bien de los demás para el logro de nuestros propósitos y la vanagloria que nos esquiva el verdadero camino de la felicidad.

Esta Palabra es un llamado a la comunidad cristiana de hoy y de este lugar, para que con fuerza se centre en lo que vale la pena: tener los ojos fijos en él y no en sus mensajeros, buscar la gloria del Señor y no la fama, servir a los hermanos y no utilizarlos, etc. Esta liturgia es un grito a la búsqueda de la verdadera alegría, al verdadero gozo y ese no se halla en nada ni nadie, sólo en el Dios con nosotros, por eso dice la Escritura: Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu corazón (Sal 36).

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

Cuando el corazón está lleno de la alegría del Señor, nos hace saltar de gozo y nos hace buscar a los demás para compartir aquello que llevamos en el corazón. La misión no es posible sino en la alegría del encuentro con el que sabemos que es nuestra alegría y debemos comunicar lo que llevamos enraizado en el corazón para que nunca olvidemos que Dios siempre se acuerda de sus promesas. La Eucaristía no termina como acto salvífico de Dios, se perpetúa y sus efectos nos hacen fieles a las promesas de Dios, nos convierten en testigos del Dios con nosotros y nos lanzan a construir un futuro en el que la humanidad se descubra amada, protegida y salvada por el amor de un Dios que ha decidido jugársela toda por aquellos que ama.

Oración Universal o de los Fiele

Presidente: El Señor está cerca y escucha nuestras plegarias, oremos llenos de confianza. Respondemos: Ven, Señor Jesús

1.         Por la Iglesia y sus ministros, para que nunca se dejen robar el gozo del Evangelio y comuniquen la alegría del Señor a todos los hombres. Oremos al Señor.

2.         Por los líderes y gobernantes de nuestra nación y nuestros pueblos, para que nunca se dejen robar la esperanza y sirvan con generosidad a sus comunidades en la alegría que produce la entrega. Oremos al Señor.

3.         Por los pobres y abandonados, por los que han perdido la fuerza para que nunca se dejen robar la alegría que les regala el Señor. Oremos al Señor.

4.         Por los que estamos reunidos en la escucha de la Palabra y en la fracción del pan, para que no nos dejemos robar el gozo del Evangelio que nos llena de la verdadera alegría. Oremos al Señor.

Oración conclusiva

Señor, Dios nuestro, escucha nuestras plegarias y llena nuestro corazón de la alegría del Evangelio para que seamos tus testigos fieles. Por Jesucristo, nuestro Señor R. Amén

4.5. CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO. Diciembre 20 de 2020

Monición introductoria de la misa: El Adviento ha sido un camino de preparación a la Navidad. Pidamos al Señor que esta Celebración Eucarística sea para nosotros la puerta que abre nuestro corazón, para recibir al Señor que pronto nacerá.

 

Oración cuarto cirio de la corona

Al encender estas cuatro velas, en el último domingo, pensamos en ella, la Virgen, tu madre y nuestra madre. Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor. Nadie te recibió con más alegría. Te sembraste en ella como el grano de trigo se siembra en el surco. En sus brazos encontraste la cuna más hermosa. También nosotros queremos prepararnos así: en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día. ¡Ven pronto, Señor. Ven a salvarnos!

Monición a la Liturgia de la Palabra: La Palabra de Dios en el día de hoy nos sumerge en el gran milagro de la encarnación ya prometida desde el Antiguo Testamento, escuchemos.

Pistas para la homilía

Introducción

La Palabra de Dios para el domingo IV de Adviento nos sugiere tres ideas fundamentales de reflexión: el anuncio del nacimiento del Señor Jesús, la revelación del misterio de Jesucristo, manifestado en las Escrituras y la Historia de la Salvación que Dios teje con nosotros, su pueblo elegido. Hoy nos detendremos a descubrir cómo Dios convierte nuestra historia en historia de salvación.

1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Detengamos en cada una de las lecturas y busquemos los elementos que las relacionan y descubramos cómo Dios convierte nuestra historia en Historia de Salvación.

Dios tiene métodos muy sorprendentes para crear la Historia de Salvación: elige a personas que según los criterios del mundo no parecerían las más adecuadas, pero que con su ayuda han realizado admirablemente la misión que se les encomendaba y han sido colaboradores muy eficaces de la salvación de la humanidad. Destaquemos los que hoy aparecen en las lecturas del domingo:

David: expresa el deseo de construir una casa para Dios, pero Dios, sin embargo, rechaza la oferta. ¿Cuáles son los planes de Dios? Le promete al rey David una descendencia real y duradera, de la cual vendrá el Salvador. Los descendientes de David serán la casa en que Dios viva y El mismo la edificará. (1L)

María: Dios no ve las apariencias, sino que mira la calidad de la persona. Se fijó en una mujer de la periferia, sencilla y humilde que estaba desposada con José, que era precisamente de la “estirpe de David”, y allí comenzó a escribir una Historia importante: por obra del Espíritu, María va a dar a luz al Hijo de Dios. Jesús será “hijo de David”, pero, sobre todo, “Hijo de Dios”. (E)

San Pablo: De manera sorprendente acondiciona nuestro corazón para prepararnos a escuchar con más sentido el relato de la anunciación a la Madre del Mesías, proclamándonos el Himno de Alabanza que resume el plan divino de salvación: “Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante los siglos”. (2L)

El espíritu de las lecturas de este día se sella con una alabanza agradecida a Dios y cantada por el Salmo 89 ("cantaré eternamente las misericordias del Señor"), y también con un recuerdo de la promesa hecha a David ("sellé una alianza con mi elegido... te fundaré un linaje perpetuo").

2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?

El “sí” de Dios nos alcanza a todos en la persona de María de Nazaret. El “sí” de María a Dios también representa, de algún modo, a todos los que a lo largo de la historia han dicho “sí” a los planes de Dios sobre sus vidas. “Su sí es un ‘sí’ pleno, sin condiciones. Y como el 'no' de los orígenes había cerrado el paso del hombre a Dios, ahora el ‘sí’ de María ha abierto el camino a Dios entre nosotros”. “Es el ‘sí’ más importante de la historia, el ‘sí’ humilde que derrota el 'no' del soberbio de los orígenes, el ‘sí’ fiel que sana la desobediencia”. (Papa Francisco, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, diciembre 8 de 2016).

3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?

Descubrimos hoy en la Palabra cómo Dios nos revela sus planes de salvación, gratuitos y llenos de amor. Lo que Dios ha hecho en María y se ha prolongado en la casa de su prima Isabel es el signo más claro de que también ha hecho obras grandes en cada uno de nosotros, que quiere nacer en cada una de las realidades del mundo de hoy: la familia, el trabajo, la escuela, etc.

La iniciativa siempre es de él, no nuestra. Lo descubrimos en las lecturas de hoy: David recibió una buena lección de parte de Dios: no somos nosotros, los hombres, los que le hacemos un favor a Dios con nuestro culto (o con la idea de levantar un Templo, cosa que finalmente haría el hijo de David, Salomón), sino que es Él, Dios, quien siempre se nos adelanta y nos llena de sus bendiciones. También en nuestro caso es Dios quien toma la iniciativa. Se puede decir que el Adviento lo está celebrando él más que nosotros, que es él quien nos está preparando para la Navidad y está deseando "venir" en plenitud a nuestra vida.

 

Podemos preguntarnos, como preguntó María: ¿cómo puede ser esto? Porque tal vez no acabamos de creer que este mundo tenga remedio y que sea posible su evangelización. La respuesta es la misma que se le dio a ella: con nuestras solas fuerzas no podremos ni salvar el mundo ni transformarlo, pero con la fuerza del Espíritu de Dios, sı.́ También a nosotros nos dice el ángel que no tengamos miedo, porque Dios nos ayudará y para él "no hay nada imposible", porque Él nos “primerea” en toda la acción pastoral.

Ojalá escuche hoy Dios una respuesta sincera y profunda de nuestra parte: "hágase en mı́ según tu palabra". Ojalá acojamos sinceramente en nuestra vida ese amor salvador de Dios.

4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?

En vísperas ya de la fiesta de Navidad, los cristianos recibimos ánimos de esta Eucaristía para que nos preparemos debidamente a ella. No se trata tanto de preparar sino prepararnos nosotros. María y José no pudieron ofrecer al Hijo ni una cuna hermosa ni una casa limpia para su nacimiento: pero se ofrecieron ellos mismos y le acogieron desde de la fe, que es la mejor acogida.

 

Que no nos suceda a los cristianos lo que por desgracia parece a veces que pasa con otros: que se acuerdan de todos los detalles de la fiesta, pero tal vez se olvidan del Invitado principal: Dios. Celebrar en cristiano la Navidad es superar la perspectiva de una "fiesta en familia", que son cosas muy saludables, pero no suficientes. Celebrar la Navidad en cristiano es acoger lo profundo de ese Dios que se hace Dios-con-nosotros y quiere cambiar nuestra historia, de ese Cristo Jesús que se ha hecho nuestro Hermano y que permanece con nosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Dirijamos, hermanos, nuestras súplicas a Dios Padre, por la intercesión de María, modelos de fe y esperanza, para que la venida del Salvador haga florecer la justicia, la paz y el amor en nuestro mundo. Oh Señor, escucha y ten piedad.

 

1.         Dios de la vida, te pedimos por tu Iglesia. Concede al Papa y a nuestros Obispos la alegría de seguir anunciando la paz y la esperanza.

2.         Dios de la paz, concede a todos los pueblos el regalo de la paz y haz que cuantos viven en tinieblas y en sombras de muerte encuentren en tu amor consuelo y gozo para sus vidas.

3.         Dios de la esperanza, sigue despertando en el corazón de todos la caridad fraterna que nos permite compartir, en estos días, bienes y vida con los más necesitados. Danos el gozo de servirnos con amor.

4.         Dios siempre fiel, haz que cuantos ya gozan de tu reino nos acompañen con su intercesión y nos motiven a seguir trabajando por la unidad y por la reconciliación de todos.

Oración conclusiva

Acoge paternalmente nuestras súplicas, oh Señor de la esperanza, y haz que estos días de alegría nos renueven en la fe. Por Cristo nuestro Señor. R. Amén

5. CELEBRACIÓN PENITENCIAL DE ADVIENTO

El esquema de celebración está especialmente pensado para los últimos días de Adviento, en el umbral de la Navidad. En muchos lugares era una arraigada costumbre: “confesarse” antes de Navidad. En la realidad actual, estas celebraciones penitenciales pueden ser, además, como un resumen/culminación de lo vivido durante el Adviento, abriéndonos a la “gracia” de la Navidad (que es más un don sorprendente de Dios que esfuerzo nuestro).

En algunos ambientes, con alto nivel de práctica –por ejemplo, comunidades religiosas, asistentes a la misa diaria–, quizá podría organizarse esta celebración penitencial de Adviento en dos partes: una invitatoria, inicial, en la primera semana, dejando espacio para la conversión/renovación personal durante las siguientes semanas, y la otra, conclusiva, más centrada en el don/perdón de Dios, convocada en los últimos días prenavideños.

1. Monición antes de empezar

El tiempo del Adviento ya llega a su fin. Durante cuatro semanas hemos escuchado repetidas veces este anuncio: “El Señor está cerca”. Pero nosotros, ¿le hemos preparado los caminos?. ¿le hemos abierto las puertas? Pronto empezaremos la celebración gozosa de la Navidad: “Dios ya está en medio de nosotros”. Pero nosotros ¿vivimos de su Reino?. El Reino de Dios se halla en cuanto hay de verdad, de justicia y de amor entre los hombres y las mujeres. Pero nosotros, ¿qué hacemos para que crezcan la verdad, la justicia y el amor?.

El pecado es todo lo que obstaculiza el crecimiento del Reino de Dios. Y nosotros (tenemos que reconocerlo) le hemos puesto obstáculos. Por ello es preciso admitir que somos pecadores al iniciar un proceso de conversión. Hagámoslo todos juntos: no tengamos miedo de reconocer el propio pecado ante Dios y los hermanos. Que su Palabra fortalezca hoy nuestra esperanza. Y pidamos intensamente “que venga a nosotros su Reino”. Empecemos esta celebración poniéndonos de pie y cantando

2. Canto de entrada

3. Saludo

Que Dios, que viene al mundo para salvarnos, esté con todos ustedes.

4. Oración

Padre santo: nos queremos preparar para celebrar nuevamente la venida constante de Jesucristo a nuestra vida. Pero sabemos que hay demasiados obstáculos, demasiado miedo, demasiado egoísmo... para abrirnos a la verdad, a la esperanza, al amor que eres Tú. Te pedimos que nos ayudes a renovarnos: que venga a nosotros tu Reino, aleja de nosotros todo pecado y danos un corazón nuevo que ame como Jesucristo, tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

5. Monición a la primera lectura

Dios, porque nos ama, ha querido rehacer la relación personal con la humanidad, que el pecado había roto. Y el restablecimiento de las relaciones se ha hecho por un hombre concreto: Jesús de Nazaret. Eso pide por parte nuestra un cambio de vida, que dé respuesta a la relación de amor que se nos ofrece.

6. Primera lectura

Tito 2, 11-14 (Navidad, misa de medianoche)

7. Canto

8. Monición al Evangelio: Para darnos a su Hijo Jesús, Dios refuerza la relación personal con María. Y ésta, llena del Espíritu de Dios, refuerza su relación con cuantos la rodean y se pone a servirles. Nos lo dirá ahora el Evangelio. Dispongámonos a escucharlo de pie, cantando el aleluya.

9. Aleluya

10. Evangelio

Lucas 1, 39-45

11. Homilía

12.Monición al canto penitencial

Cuando contemplamos la grandeza del Amor de Dios, nos sentimos pecadores. Expresémoslo juntos con las palabras del canto.

13.Canto penitencial

Perdón, Señor, hemos pecado (u otro canto penitencial)

 

14.Introducción a las plegarias penitenciales

Con sinceridad de corazón, dirijamos nuestra oración al Padre y pidámosle el perdón de nuestros pecados, diciendo: Sálvanos, Señor, y perdona nuestros pecados.

 

15.Plegarias penitenciales

Cada frase, puede decirla un lector distinto (A, B,C), y la invitación (Oremos juntos), el celebrante. Hay que decirlas lentamente.

 

1. A. Porque vivimos en el mundo, sin ganas de transformarlo,

B. porque somos tan poco solidarios de los demás,

C. porque no vivimos como hijos de Dios.

Oremos juntos.

2. A. Porque ponemos el propio “yo” como centro de nuestras relaciones,

B. porque queremos ser como pequeños dioses,

C. porque queremos ser protagonistas sin estar al servicio de los demás. Oremos juntos

 3. A. Porque queremos que todos se pongan al servicio de nuestras necesidades,

B. porque dedicamos poco tiempo de reflexión a nuestra vida

C. porque no leemos el Evangelio que nos ayuda a ser críticos. Oremos juntos

4. A. Porque no somos optimistas, aun sabiendo que Dios nos ha creado,

B. porque no somos realistas, al contemplar nuestras limitaciones,

C. porque no tenemos puesta la esperanza en Jesucristo, nuestro libertador. Oremos juntos

5. A. Porque no acogemos lo suficiente el amor de Dios, que quiere salvarnos a todos,

B. porque todavía no abandonamos el pecado,

C. porque falta en el mundo una vida de justicia y de verdad.

 

Oremos juntos

6. A. Porque a diferencia de María no nos dejamos llenar de la gracia de Dios,

B. porque nos gusta ser amos y no servidores del Señor,

C. porque preferimos que nos sirvan, en lugar de servir nosotros a los hermanos. Oremos juntos

16.Introducción al padrenuestro

Pidámosle al Padre que perdone nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

17. Padrenuestro

18.Conclusión de las plegarias

Padre, Tú que estás lleno de misericordia, escucha estas plegarias y derrama tu perdón sobre los hijos que esperan la llegada de Jesucristo. Y haz que tu amor y perdón nos hagan experimentar que la salvación está muy cerca. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

19.Monición al “Yo confieso”: Y ahora, antes de recibir el perdón sacramental de Dios, confesemos nuestro pecado. Hagámoslo diciendo:

 

20.Yo Confieso

Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

21.Monición a la confesión y absolución: Ahora, los que deseen recibir el perdón sacramental de Dios, puedan acercarse a los sacerdotes presentes para manifestar sus pecados brevemente y recibir la absolución.

22.Confesión y absolución

Mientras tanto, se pone música ambiental

23.Gesto de paz

Y, como signo de que hemos acogido el amor y el perdón de Dios, expresemos nuestro amor y perdón a los hermanos: Dense fraternalmente la paz.

24.Oración final

Oremos agradecidos al Señor. Dios y Padre nuestro: Nos has perdonado los pecados y nos has concedido tu paz; haz que sepamos perdonarnos unos a otros y que, desde ahora trabajemos por conseguir una sociedad más justa. Te lo pedimos a ti, que nos has dado a Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

25. Penitencia

Como signo de conversión y penitencia, les propongo leer antes de terminar el año los capítulos 1 y 2 del evangelio de san Lucas, que nos narran los hechos que rodearon el nacimiento de Jesús (muy lentamente y convirtiendo la lectura en oración).

 

26. Bendición

Acojan la bendición respondiendo “Amén” a cada una de las invocaciones:

– Que Dios los bendiga abundantemente y los guarde del mal.

– Que Dios los conserve la fe integra, les dé una larga esperanza y los llene de su amor

que no se agota.

– Que Dios escuche su oración en esta Navidad y los conduzca a la vida que no se

acaba.

– Que los bendiga Dios, que nos ama y perdona: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

27.Canto final

El Señor es mi fuerza.

6. EL ACTO PENITENCIAL

Lunes

Hemos abandonado al Señor; purifiquémonos, pues, de nuestras malas acciones y quedaremos blancos como la nieve.

- Oh Sabiduría que brotaste de los labios del Altísimo y vienes a mostrarnos el camino de la salvación. ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Oh Pastor de la casa de Israel, que vienes a librarnos con el poder de tu brazo. ¡Cristo, ten piedad! R/. Cristo...

- Oh renuevo del tronco de Jesé que vienes a salvar a todas las naciones. ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

Martes

Arrepentidos de nuestros pecados, pidamos al Señor que renueve la vida de su pueblo para que con su venida nos llenemos de gozo y de paz.

- Tú que descendiste del cielo para traernos el perdón del Padre, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Tú que vienes a visitarnos, para que en tu presencia encontremos la paz, ¡Cristo, ten piedad! R/. Cristo...

- Tú que volverás con gloria al fin de los tiempos para pedirnos cuenta del trabajo que nos encomendaste, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

Miércoles

Vendrá el Señor, iluminará lo que esconden nuestras tinieblas y perdonará lo que merecían nuestros pecados; con espíritu humillado y contrito pidamos perdón.

- Gran profeta que vienes a renovar Jerusalén. ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Resplandor de la luz eterna, que vienes a iluminar todos los hombres, ¡Cristo, ten

piedad! R/. Cristo...

- Deseado de las naciones, que vienes a salvar a los que están perdidos, ¡Señor, ten

piedad! R/. Señor...

 

Jueves

Humillémonos, hermanos, bajo la poderosa mano de Dios que él, en el día de su venida, nos levantará y nos perdonará:

- Tú que vienes con gran poder, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Tú que purificas el mundo con el fuego de tu Espíritu, ¡Cristo, ten piedad! R/. Cristo...

- Tú que vienes para crear un cielo nuevo y una tierra nueva, ¡Señor, ten piedad! R/.

Señor...

Viernes

No temas, pueblo mío, que vengo a redimirte; con amor tierno te amé y por eso quiero prolongar mi misericordia contigo; conviértete, pues, a mí de todo corazón:

 

- Luz del mundo, que vienes a iluminar a los que viven en las tinieblas del pecado, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Buen Pastor, que vienes a guiar a tu rebaño por las sendas de la verdad y de la justicia. ¡Cristo, ten piedad! R/. Cristo...

- Deseado de las naciones, que vienes a salvar el hombre que tú mismo formaste del fango, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

Sábado

Convirtámonos, hermanos, y llevemos una vida honrada y religiosa, mientras esperamos la aparición gloriosa del gran Dios:

 

- Enviado del Padre para anunciar la Buena Noticia a los pobres, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

- Mensajero de la paz, Luz del mundo, Deseado de las naciones, ¡Cristo, ten piedad! R/. Cristo...

- Hijo de David, que volverás un día para dar cumplimiento a las promesas del Padre, ¡Señor, ten piedad! R/. Señor...

7. MONICIONES PARA EL PADRENUESTRO

Pidamos, hermanos, que el Reino de Dios venga a nosotros y que en nosotros arraigue, fructifique y llegue a su plenitud:

 

Que el pecado no impere en nosotros sino que en nosotros se manifieste sólo el Reino de Dios:

 

Hermanos, anhelando que llegue la hora en que manifestará plenamente nuestra condición de hijos, pidamos la llegada de aquel Reino que Dios ha prometido:

Sintiéndonos salvados por la esperanza, pidamos a Dios que llegue para todos los hombres el Reino que se nos prometió:

Oremos, hermanos, para que el Reino de Dios venga a nosotros y así ni la muerte ni el pecado tengan dominio sobre nosotros:

Oremos, hermanos, para que llegue la hora en que el Príncipe de este mundo sea expulsado y llegue a nosotros el Reino de Dios:

Padre, deseamos que tú reines sobre nosotros y anhelamos que llegue aquel Reino que nos tienes dispuesto desde el comienzo del mundo, y por eso te decimos:

Pidamos ahora con confianza la venida del Reino de Dios con las mismas palabras que nos enseñó el Señor:

Pidamos al Señor juez justísimo, que venga su Reino y reciban así la corona merecida todos los que desean su venida:

Pidamos al Señor que venga a visitarnos, que llegue su Reino y que podamos así alegrarnos en su presencia:

Porque deseamos tu Reino, porque suspiramos, Señor, por un mundo nuevo alejado de toda esclavitud y de todo pecado, por eso te decimos:

Oremos, hermanos, para que aquel Reino que Dios tiene preparado desde el comienzo del mundo para los que le aman, venga ya a nosotros:

Deseamos, Señor, que venga el Reino de tu Hijo: Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz, y por eso, llenos de confianza, te decimos:

 

8. ORACIÓN UNIVERSAL HASTA EL 16 DE DICIEMBRE

LUNES

Presidente: Mientras esperamos la venida definitiva del Señor, cuando acogerá en su Reino a toda la humanidad redimida, oremos para que su amor, su paz, su luz, transformen ya ahora nuestras vidas y las de todos nuestros hermanos. Oremos diciendo: Ven, Señor Jesús.

 

1.         Para que llegue un día en que todos los hombres y mujeres de toda la tierra, puedan vivir en paz, con esperanza, confiados ante el futuro. Oremos.

2.         Para que la luz y la fuerza del Evangelio haga desaparecer el egoísmo, la dureza de corazón, la mentira. Oremos.

3.         Para que los gobernantes, los políticos, los que tienen el poder económico o militar, trabajen sinceramente por el bienestar de todos, y especialmente de los más pobres y débiles. Oremos.

4.         Para que el pueblo de Israel, que recibió desde muy antiguo la llamada del Señor, se esfuerce en buscar la paz y muestre ante el mundo el rostro amoroso de Dios. Oremos.

5.         Para que la Iglesia entera, y cada uno de nosotros, vivamos con alegría nuestra fe y la vida nueva que hemos recibido. Oremos.

Oración conclusiva: Señor Jesús, escucha nuestra oración. Ven y renuévanos, a nosotros, a toda la Iglesia, y a la humanidad entera. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

 

MARTES

 

Presidente: En este tiempo de preparación de la venida del Señor, oremos para que el amor de Dios se derrame en nuestro mundo. Oremos diciendo: Padre, escúchanos.

1.         Por la Iglesia y por cada uno de los cristianos. Que seamos siempre portadores de esperanza, de amor, de misericordia. Oremos.

2.         Por todos los pueblos de la tierra. Que ningún pueblo alce ya más la espada contra otro, y se terminen las guerras y las violencias. Oremos.

3.         Por los que son víctimas de la violencia y de cualquier opresión. Que encuentren el apoyo que merecen, para poder liberarse de esa injusticia. Oremos.

4.         Por los niños. Que con nuestro ejemplo y nuestra palabra sepamos educarlos en la generosidad, la sencillez, y el amor a Jesús. Oremos.

5.         Por nosotros. Que en esta celebración de la Eucaristía vivamos con mucha fe la venida del Señor a nuestras vidas. Oremos.

 

Oración conclusiva: Escucha, Padre, estas peticiones, y envíanos a tu Hijo, el salvador del mundo. Él que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. R. Amén

MIÉRCOLES

Presidente: A Jesús, la luz del mundo, el Príncipe de la paz, orémosle diciendo: Ven, Señor Jesús

 

1.         Por el papa, por nuestro obispo, por los sacerdotes y los diáconos, por los religiosos y religiosas, por todos los que tienen responsabilidades en la comunidad cristiana. Oremos.

2.         Por todos los hombres y mujeres que se esfuerzan trabajando al servicio de los demás. Oremos.

3.         Por los que sólo piensan en sí mismos, por los que tienen el corazón cerrado a la compasión, por los que buscan por encima de todo ser ricos y poderosos. Oremos.

4.         Por las familias rotas, por los ancianos abandonados, por los niños que no conocen el cariño de unos padres. Oremos.

5.         Por nosotros y por todos los cristianos, que queremos abrir un camino al Señor en nuestras vidas y preparar la llegada de su Reino. Oremos.

 

Oración conclusiva: Ven, Señor Jesús. Ven en medio de nosotros y da tu consuelo a los afligidos, tu fortaleza a los que te queremos seguir, tu luz a los que no te conocen, y un corazón nuevo a los que viven encerrados en el egoísmo. Tú, nuestro hermano y nuestro Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

JUEVES

Presidente: Presentemos a Dios, el Padre, nuestros anhelos y deseos para el bien de nuestros hermanos cristianos y de todos los hombres y mujeres del mundo entero. Oremos diciendo: Padre, escúchanos.

 

1.         Para que este tiempo de Adviento sea un estímulo de renovación para la Iglesia, a fin de que con sus palabras y sus obras transmita alegría y esperanza a toda la humanidad. Oremos.

2.         Para que el Señor, con su venida, nos dé ánimo para hacer realidad las grandes aspiraciones humanas de un mundo más justo, más libre, más fraterno. Oremos.

3.         Para que todos los que se sienten tristes y desanimados encuentren fortaleza en Dios, y una mano amiga que les ayude a superar sus angustias y dolores. Oremos.

4.         Para que los terroristas y todos los que actúan con violencia, se conviertan y aprendan a amar a los demás como Jesús nos ama a todos. Oremos.

5.         Para que todos nosotros tengamos viva conciencia de nuestra debilidad, y sintamos la necesidad de que el Señor venga a salvarnos del pecado. Oremos.

Oración conclusiva: Escucha, Padre, nuestra oración. Transforma nuestros corazones para que preparemos la venida de tu Hijo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

 

VIERNES

 

Presidente: A Jesús, que vino por primera vez en Belén, hecho hombre como nosotros, y que vendrá de manera definitiva en la plenitud de los tiempos para cumplir todas las esperanzas, pidámosle que venga ahora entre nosotros a transformar nuestras vidas y la vida de la humanidad entera. Oremos diciendo: Ven, Señor Jesús.

1.         Por la Iglesia, por cada uno de los cristianos. Que demos ejemplo de comprensión y acogida hacia los inmigrantes que vienen a nuestro país buscando una vida digna. Oremos.

2.         Por los que no comparten la fe de Jesucristo pero tienen el corazón abierto al amor y al servicio a los demás. Que Dios venga a sus vidas, y puedan encontrar un día la alegría y la luz del Evangelio. Oremos.

3.         Por los que viven en los países ricos. Para que estén dispuestos a solidarizarse con los países pobres. Oremos.

4.         Por los más necesitados, por los que no tienen trabajo, por los enfermos. Que a nadie le falte el apoyo y la ayuda necesaria. Oremos.

5.         Por nosotros, que celebramos la Eucaristía en este tiempo de espera de la venida del Señor. Que renovemos nuestra fe en la vida definitiva que Dios nos ofrece más allá de este mundo.  Oremos.

 

Oración conclusiva: Escucha, Señor, nuestra oración, y haz que sepamos descubrirte y esperarte en todos los acontecimientos de la vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén

SÁBADO

Presidente: En este tiempo de Adviento experimentamos de un modo especial el amor y la ternura de Dios para con nosotros. Él nos ama y nos envía a su Hijo, para que nos acompañe en nuestro camino y nos dé fuerza y esperanza. Por eso podemos acercarnos a él y presentarle nuestras peticiones. Así pues, oremos diciendo: Padre, escúchanos.

1.         Por nuestra parroquia, y por todos los que en ella dedican tiempo y esfuerzo al servicio de la comunidad cristiana. Oremos

2.         Por los distintos movimientos cristianos, de jóvenes y de adultos. Oremos.

3.         Por los que se preparan para el sacerdocio y para la vida religiosa, y por sus responsables y formadores. Oremos.

4.         Por los enfermos, por los que más fuertemente experimentan la debilidad y el dolor. Oremos.

5.         Por los que no tienen trabajo, o tienen trabajos precarios que les hacen vivir en la inseguridad y la angustia. Oremos.

6.         Por nuestros familiares y amigos difuntos. Oremos.

 

Oración conclusiva: Escucha, Padre, nuestra oración, y haz que, como María, tengamos el corazón bien dispuesto para recibir a tu Hijo Jesús. Que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

9. ORACIÓN UNIVERSAL Del 17 al 24 de diciembre

DÍA 17

Presidente: Cuando están ya muy cerca las fiestas de Navidad, oremos con fe para que la venida del Señor renueve a la Iglesia y a toda la humanidad. Oremos diciendo: Ven, Señor Jesús.

 

1.         Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que seamos siempre portadores de amor y de esperanza. Oremos.

2.         Por el pueblo de Israel, el pueblo del que nació Jesús. Que quiera caminar siempre a la luz del Dios salvador y misericordioso. Oremos.

3.         Por los gobernantes de nuestro mundo. Que tengan como objetivo hacer posible una justa distribución de la riqueza. Oremos.

4.         Por los que trabajan en entidades y asociaciones al servicio de la justicia, la paz y la igualdad. Que Dios les bendiga, y encuentren el apoyo que necesitan a su labor. Oremos.

5.         Por nosotros. Que vivamos con mucha fe las fiestas de Navidad. Oremos.

Oración conclusiva: Señor Jesús, ven entre nosotros, y renuévanos con tu luz. Tú, el Hijo de Dios, nuestro hermano, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 18

Presidente: Con mucha fe y mucha esperanza, oremos diciendo: Ven, Señor Jesús

1.         Para que, como san José, todos los cristianos estemos abiertos a escuchar las llamadas que Dios nos dirige. Oremos.

2.         Para que los que se preparan para el sacerdocio o la vida religiosa vivan muy unidos a Jesús para poder dar testimonio de él en nuestro mundo. Oremos.

3.         Para que, en nuestro país y en todos los países, reinen la justicia y el derecho. Oremos.

4.         Para que las familias que sufren divisiones y rupturas, se esfuercen con buena voluntad para superar los rencores y los agravios mutuos. Oremos.

5.         Para que los que hoy nos hemos reunido en esta Eucaristía, nos preparemos de todo corazón para las fiestas que se acercan. Oremos.

 

Oración conclusiva: Señor Jesús, Dios con nosotros, que vienes a salvar a tu pueblo de los pecados, escúchanos y danos tu amor y tu gracia. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 19

Presidente: Llenos de alegría porque el Señor está cerca, oremos diciendo: Ven, Señor Jesús.

 

1.         Para que la Iglesia, como Juan Bautista, anuncie la salvación de Dios y dé testimonio de fe y de esperanza en el Señor que viene a nuestras vidas. Oremos.

2.         Para que no falten en nuestro mundo profetas capaces de hacer que crezcan en todos los corazones sentimientos de generosidad, de justicia y de fraternidad. Oremos.

3.         Para que los pobres sean protegidos y salvados de su dolor, y toda persona tenga lo necesario para vivir. Oremos.

4.         Para que los matrimonios que no pueden tener hijos vivan con paz y confianza. Oremos.

5.         Para que nuestra comunidad llegue a ser un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor. Oremos.

Oración conclusiva: Ven, Señor Jesús. Ven en medio de nosotros y da tu consuelo a los afligidos, tu fortaleza a los que te queremos seguir, tu luz a los que no te conocen, y un corazón nuevo a los que viven encerrados en el egoísmo. Tú, nuestro hermano y nuestro Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 20

Presidente: A Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros, el hijo de María, orémosle diciendo: Ven, Señor Jesús.

1.         Por la Iglesia, por cada uno de los cristianos. Para que seamos portadores de paz en los conflictos, y nos esforcemos en la búsqueda de soluciones cuando se planteen tensiones y problemas. Oremos.

2.         Por todos los pueblos de la tierra. Para que las fiestas de Navidad hagan crecer la justicia, la libertad, la paz. Oremos.

3.         Por las madres y los padres que esperan el nacimiento de un hijo. Para que lo puedan vivir con mucha felicidad, y el niño crezca sano de cuerpo y de espíritu. Oremos.

4.         Por los pobres y por todos los que vivirán estas fiestas en el dolor y la tristeza. Para que reconozcamos en ellos la presencia del Dios hecho hombre, y les demos toda nuestra ayuda. Oremos.

5.         Por nosotros. Para que vivamos estos días de espera del nacimiento de Jesús con un gran espíritu de fe y de oración. Oremos.

Oración conclusiva: Señor Jesús: A nosotros, que por el anuncio del ángel hemos conocido tu encarnación, condúcenos, por tu pasión y tu cruz, a la gloria de la resurrección. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 21

Presidente: El Señor está cerca. Con fe, con esperanza, orémosle diciendo: Ven, Señor Jesús.

 

1.         Por los obispos, por los sacerdotes, por los diáconos. Que, como María, que trajo la alegría a la casa de Isabel, sean fuente de alegría para todo el pueblo cristiano. Oremos.

2.         Por los que dudan y los que desfallecen en la fe. Que estas fiestas de Navidad les ayuden a encontrar al Dios que se ha hecho nuestro hermano. Oremos.

3.         Por los que trabajan en los servicios sociales y la atención a los pobres, tanto en instituciones civiles como en instituciones de Iglesia. Que Dios les dé la fortaleza y el amor que necesitan para llevar a cabo su labor. Oremos.

4.         Por los que sufren hambre y miseria, en nuestro país. Que reciban la ayuda y la solidaridad que necesitan, por parte nuestra y de todas las personas de buena voluntad. Oremos.

5.         Por los que nos hemos reunido a celebrar la Eucaristía, en estos últimos días del tiempo de Adviento. Que estemos siempre bien dispuestos para recibir al Señor que viene a nuestras vidas. Oremos.

 

Oración conclusiva: Escúchanos, Señor, y ven a salvarnos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

 

DÍA 22

 

Presidente: Unidos con María, que canta la alegría de la salvación, y dispuestos, como ella, a llevar a Jesús a nuestros hermanos, oremos diciendo: Ven, Señor Jesús.

1.         Por la Iglesia. Que esté siempre a favor de los pobres y los débiles, y se oponga a los opresores. Oremos.

2.         Por los creyentes de las religiones no cristianas: judíos, musulmanes, budistas, hinduistas. Que Dios les ilumine en la búsqueda del bien y del amor. Oremos.

3.         Por todos los que, en cualquier lugar del mundo, trabajan al servicio de la justicia y la igualdad entre los hombres. Que sus esfuerzos sean eficaces, y den fruto para el bien de todos. Oremos.

4.         Por los maestros y los educadores. Que con su labor ayuden a construir un mundo de hombres y mujeres libres, conscientes y generosos. Oremos.

5.         Por nosotros. Que sepamos reconocer agradecidos las maravillas que el Señor obra en nuestras vidas. Oremos.

 

Oración conclusiva: Ven, Señor Jesús, y danos tu amor inagotable. Tú, el Hijo de Dios, nuestro hermano, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 23

Presidente: A las puertas ya de la Navidad, cuando está a punto de nacer entre nosotros aquel que nos muestra la bondad de Dios y su amor a todos los hombres y mujeres del mundo entero, orémosle diciendo: Ven, Señor Jesús.

 

1.         Para que pronto llegue la unidad de todos los cristianos bajo la guía del único pastor, Jesús, el Hijo de Dios. Oremos.

2.         Para que en el corazón de todas las personas crezcan sentimientos de amor, de generosidad, de perdón. Oremos.

3.         Para que todos los niños y niñas tengan casa, escuela, y una familia que les quiera. Oremos.

4.         Para que aquellos que viven pensando sólo en sí mismos, se conviertan y aprendan a amar. Oremos.

5.         Para que todos nosotros nos preparemos para la celebración de la Navidad mediante la oración y el amor sincero. Oremos.

Oración conclusiva: Señor Jesús, ayúdanos a vivir estos días con los ojos muy abiertos a nuestro alrededor, sin escondernos de los problemas, y con ganas de poner en ellos todo el amor de que seamos capaces. Te lo pedimos a ti, hombre como nosotros, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

DÍA 24

Presidente: Ya se cumple el tiempo en el que Dios envió a su Hijo a la tierra. Con fe, le decimos: Ven, Señor Jesús.

1.         Por todos los pueblos de la tierra. Que la luz del Evangelio siembre en ellos semillas de esperanza, de fe y de amor. Oremos.

2.         Por los países que sufren la tragedia de la guerra. Que la venida del Príncipe de la paz transforme los corazones y sea posible alcanzar soluciones de justicia y de concordia. Oremos.

3.         Por los pobres y por todos los que vivirán estas fiestas en el dolor y la tristeza. Que reconozcamos en ellos la presencia del Dios hecho hombre, y les demos toda nuestra ayuda. Oremos:

4.         Por la Iglesia. Que sea siempre testimonio transparente del amor y la bondad de Dios que hemos conocido en Jesús, el Niño de Belén. Oremos:

5.         Y por todos nosotros. Que la alegría de la Navidad transforme nuestros corazones. Que, como María, la Madre de Dios, vivamos estas fiestas poniendo a nuestro alrededor todo el amor de que seamos capaces. Oremos:

 

Oración conclusiva: Ven, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú, la Palabra hecha carne, el Hijo de Dios, nuestro hermano, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén

LA NAVIDAD

Un camino para el encuentro. Ciclo B

1. NAVIDAD Y EPIFANÍA

Lo mejor del Adviento es la Navidad. Desde el Adviento a la Epifanía y el Bautismo del Señor, hay un único movimiento: la celebración de la venida del Señor, que se prepara en la espera del Adviento, se celebra en su inauguración de Navidad y en sus primeras manifestaciones o epifanías, y se intenta siempre vivir en nuestra existencia cristiana, camino de la manifestación definitiva del final de los tiempos.

Navidad y Epifanía celebran el mismo misterio. La Navidad acentúa sobre todo el nacimiento: Dios se ha hecho hermano nuestro. La Epifanía pone más énfasis en la manifestación de su divinidad, sobre todo a los magos de Oriente, acontecimiento que la liturgia une al del Bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná con su primer milagro.

El sacramento de la Navidad

Lo que celebramos los cristianos en estas dos o tres semanas del tiempo de Navidad es el misterio de Cristo que se nos comunica sacramentalmente.

 

Cuando afirmamos que la Navidad es un sacramento queremos significar que la gracia del Nacimiento del Hijo de Dios se nos hace presente y se nos comunica en la celebración de esta fiesta. No se trata sólo de un recuerdo pedagógico, aleccionador, del acontecimiento de Belén, entrañable por demás.

 

En estos días oímos muchas veces –en las oraciones, prefacios y antífonas de la celebración– la palabra hoy: «hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor»; «hoy una gran luz ha bajado a la tierra»; «hoy ha nacido Jesucristo, hoy ha aparecido el Salvador, hoy en la tierra cantan los ángeles, hoy saltan de alegría los justos».

Lo mismo sucede en la fiesta de la Epifanía, en la que también se recuerda el Bautismo de Jesús y las bodas de Caná: «hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación»; «hoy la estrella condujo a los magos, hoy el agua se convirtió en vino, hoy Cristo fue bautizado»; «hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo».

No es sólo un aniversario. Es actualización y nueva presencia del misterio salvador de un Dios que se ha hecho de nuestra familia. De alguna manera nos hacemos contemporáneos del nacimiento de Cristo y de su manifestación. El Señor Resucitado ha roto las barreras del tiempo y actualiza la gracia de su Encarnación para nosotros.

Entre el ayer de Belén y el mañana de la parusía está el hoy de cada Navidad, el Dios-con-nosotros que nos quiere comunicar su vida, su luz, su alegría

En concreto, la gracia de la Navidad aparece descrita repetidas veces como «nacer de Dios», ser sus hijos. Más aún, es la gracia de compartir con Jesús su divinidad, ya que él ha querido compartir nuestra humanidad: «que renazca tu pueblo, Señor, al conmemorar el nacimiento de tu Hijo»; «a los que le recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios»; «concédenos compartir la vida divina de aquél que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana»

Los prefacios de la Navidad

Durante el tiempo de la Navidad y Epifanía, se proclaman unos prefacios que nos ayudan a centrar nuestra gratitud en el misterio de ese Dios que ha querido venir a nuestra historia.

Prefacio I de Navidad: Cristo, luz del mundo

La Navidad es la fiesta de la luz, como lo es también la Epifanía. Por eso se centra la acción de gracias en esta luz verdadera que Dios nos ha enviado.

En las lecturas del Adviento, el profeta Isaías ya nos había anunciado al futuro Salvador como la luz que iba a iluminar a todos los pueblos. Ahora, en Cristo, agradecemos a Dios que nos haya dado la luz definitiva. En la noche de la Navidad le decimos a Dios: «has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera».

La luz de Dios ya estaba entre nosotros, por la creación. Pero ahora, «por el misterio de la Palabra hecha carne», esta luz brilla ante nuestros ojos «con nuevo resplandor». En la noche de Pascua, en la solemne Vigilia, volveremos a cantar a Cristo como luz, simbolizado por el cirio pascual. La Navidad y la Pascua celebran el único misterio de Cristo, Luz del mundo.

Prefacio II de Navidad: La restauración del universo en la Encarnación

Es densa la teología de esta oración. Está construida a base de binomios antitéticos, que ayudan a entender el misterio de la Encarnación: el que ya existía antes, como Dios, se nos hace presente como hombre; el que era invisible, ahora se nos hace visible y cercano; el que es eterno, ha querido entrar en nuestra historia.

La finalidad de esta Encarnación se dice que es: para asumir en sí todo lo creado; para reconstruir y restaurar lo caído; para llamar al pecador de nuevo al reino de los cielos. Alabamos a Dios por la reconciliación y la paz, por la restauración cósmica y humana que ha realizado de modo admirable en la venida de Cristo en la Navidad y en la plenitud de su Pascua.

Una de las bendiciones del formulario solemne de la Navidad, desea que “el que por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino, os conceda la paz a vosotros, amados de Dios”.

Prefacio III de Navidad: El intercambio realizado en la Encarnación del Verbo

El intercambio que sucede en la Navidad –hoy, en esta Navidad– es en verdad admirable, y plenamente favorable a nosotros. Dios se hace hombre (“el Verbo se hizo carne”) y el hombre es hecho partícipe de la divinidad (“a los que le recibieron les dio el ser hijos de Dios”).

Cristo Jesús asume nuestra debidad, nuestra frágil condición, y así nos da una dignidad divina y eterna. Tenemos motivos para dar gracias a Dios por el ministerio de esta Navidad.

Las lecturas de la Navidad

Las lecturas de estas semanas quieren conducirnos a descubrir a Dios en ese niño nacido en Belén y manifestado progresivamente a los hombres. Y a la vez, que descubramos el valor del hombre, nuestro hermano, dado que Dios se ha querido hacer de nuestra familia. El admirable intercambio de la Navidad.

Los aspectos fundamentales de este misterio se leen en las fiestas y domingos: la Navidad, la Epifanía, el 1 de enero con la fiesta de Santa María, la Sagrada Familia, el segundo domingo, el Bautismo de Jesús. Son los temas centrales como el Nacimiento, la luz, la manifestación a los magos, la circuncisión, el episodio del niño perdido y hallado en el Templo, las diversas reacciones de las personas (María y José, los pastores, los magos, las autoridades y sabios de Jerusalén).

Las lecturas de las ferias, son un complemento de las festivas, para que lleguemos a profundizar gradualmente en el don de ese Hijo de Dios que se ha hecho hermano nuestro, y sepamos asumir las consecuencias que este acontecimiento comporta para nuestras vidas.

La primera carta de Juan

Durante el tiempo de la Navidad, desde el 27 de diciembre hasta el 12 de enero (aunque los últimos días a veces se omitan, porque el domingo del Bautismo del Señor cae antes de esa fecha), leemos en lectura prácticamente continuada la primera carta de Juan.

Es un escrito de fines del siglo primero, una carta de reflexión teológica y espiritual, que denuncia las corrientes gnósticas que no han sabido ver en toda su profundidad el misterio de Jesús. Hay falsos doctores que se creen sabios, pero no han captado la seriedad del amor de Dios encarnado en Jesús, ni sus consecuencias vivenciales para nosotros: la comunión de vida con Dios y el amor a los hermanos.

Los evangelios

En el tiempo de Navidad los evangelios tienen dos temas: la infancia de Jesús y el inicio de su ministerio. O sea, sus progresivas manifestaciones como Mesías. Naturalmente, las escenas principales las leemos en las fiestas: Navidad, Sagrada Familia, Epifanía, Inocentes. En la octava de la Navidad, además de los evangelios que se refieren a san Esteban y san Juan, escuchamos relatos de la infancia de Jesús, la presentación en el Templo, con el testimonio de Simeón y de Ana, y la vuelta a Nazaret.

A continuación, y empezando por el día 31 de diciembre con su prólogo (y así terminamos el año civil con este magnífico resumen de todo el misterio de Cristo y de nuestra fe), se nos proclama antes de la Epifanía el primer capítulo del evangelio de Juan, con el testimonio del Bautista y la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús.

En las ferias después de la Epifanía, del 7 al 12 de enero, escuchamos las primeras manifestaciones del Mesías en el inicio de su ministerio: multiplicación de panes, calma de la tempestad, etc. Y así nos damos cuenta de que no sólo celebramos en estos días el nacimiento de un niño, sino el inicio de un camino de Buena Nueva.

El tiempo mariano por excelencia

Si ya en el Adviento, sobre todo en sus últimos días, nuestra oración tenía muy presente a la Virgen María, durante el tiempo de la Navidad es todavía más intensa esta acentuación. La que podemos llamar «Santa María de la esperanza», la maestra de la espera del Adviento, es sobre todo la Madre del Mesías, la que le dio a luz y lo manifestó al mundo en la persona de los pastores y de los magos: la Maestra, por tanto, de la Navidad y de la Epifanía, la que le acogió y la que mejor evangelizó al mundo mostrándole al Salvador.

2. NAVIDAD: ALGUNAS OBSERVACIONES

Preparar la misa del gallo

La preparación de la misa del gallo es una buena ocasión para reunir y hacer intervenir a gente diversa de la parroquia. No se trata, desde luego, de reunirse como si todo tuviera que ser inventado de nuevo, sino que la preparación incluirá un primer momento explicativo que ayude a los asistentes a conocer mejor cómo se configura la celebración. Esto facilitará que todos entiendan el sentido de lo que celebramos, y les dará pie a sugerir detalles y aspectos que acercarán la misa a la vida de la comunidad que la celebra. También se concretará lo que se hará, se distribuirán servicios, se detallarán horarios para preparar las cosas, etc.

Donde sea apropiado, puede realzar la fiesta alguna vigilia breve introductoria de la misa: puede ser el Oficio de Lectura, puede ser una vigilia ya preparada, u otra creada por los miembros de la parroquia. E incluso algo más sencillo: un canto y una poesía que acompañen la colocación del Niño Jesús antes de la entrada del celebrante y los ministros.

También habría que potenciar la ornamentación de la Iglesia a partir de diversas posibilidades: dibujo de un póster navideño, montar el pesebre, adornar el presbiterio... e incluso organizar una brigada extraordinaria de voluntarios para hacer una limpieza general especial.

Después, claro está, está la propia celebración, que merece todas las atenciones. En este día se han de poner en juego todas las posibilidades y capacidades: ministros suficientes para acompañar al presidente, cantos abundantes y conocidos, homilía bien pensada y transmisora de la Buena Noticia... También la proclamación de la Calenda. Y al acabar, la adoración del Niño Jesús con villancicos.

Potenciar el canto litúrgico y el canto popular

Un aspecto importante a tener en cuenta en la preparación de las celebraciones es el tipo de cantos que se van a utilizar. En el tiempo de Navidad, ello implica saber distinguir entre los cantos de contenido adecuado para la Eucaristía y las canciones populares navideñas, o sea los villancicos. Y tener, por tanto, el suficiente y adecuado repertorio de cantos para la Eucaristía, que ayuden a entrar en el sentido del misterio de la Navidad: cantos que sean conocidos, y que ya de entrada y sin mucha dificultad ayuden, año tras año, a revivir los sentimientos de fe y de amor con los que recibimos la venida entre nosotros del Dios hecho hombre. Sin temor a repetir cada año esos mismos cantos, y al mismo tiempo con ganas de ampliar, cuando sea necesario, el repertorio.

Pero ello no quita que también sean muy importantes los villancicos. Porque ocurre que, como actualmente tenemos tanta música por todas partes, cada vez cantamos menos nosotros. Y, durante estos días, la cabeza se nos llena de canciones más o menos navideñas pero desnaturalizadas a través de la televisión o de los altavoces de los grandes almacenes. O sea que sería muy conveniente promover en la parroquia o comunidad el canto de los villancicos de siempre, e invitar también a cantarlos en las familias, en la escuela, etc. Se puede editar una hoja con las letras y repartirla, y cantar villancicos al terminar las misas, y aprenderlos en las catequesis, e incluso convocar, uno de los días del tiempo de Navidad, un encuentro festivo para tomar algo juntos y cantar.

Después del día de Navidad

Es una constatación casi universal que las celebraciones cristianas del tiempo de Navidad parece que se agoten el mismo día 25 de diciembre. Allí se orientan todos los esfuerzos y capacidades de celebración del nacimiento del Hijo de Dios. Y después, en la quincena de Navidad-Epifanía se nota muchísimo como baja el tono.

Los motivos son varios. Uno, que el protagonismo se lo llevan las diversas celebraciones “civiles”: la fiesta familiar de Navidad y los encuentros navideños de grupos diversos, el Año Nuevo, los regalos de Reyes... demasiadas cosas llaman la atención y hacen difícil estar atentos a las celebraciones cristianas. Otro, el ambiente de vacaciones (aunque mucha gente no haga), que invita a la dispersión. Y otro, aún, la sensación de “objetivo cumplido” que se tiene el día de Navidad, después de la preparación del Adviento.

Eso no quiere decir, no obstante, que las celebraciones de estos días queden abandonadas: no quedan abandonadas, sino que se mantiene la ornamentación festiva, los cantos navideños, la comunicación amable del misterio que celebramos.

Las celebraciones no quedan abandonadas, pero sí se tiene la sensación de que tienen poca vida. Y esa sensación, aunque es justificada, no debe obsesionarnos. Hay que seguir ofreciendo unas celebraciones dignas, intentando organizar que en la medida de lo posible no falten monitores, lectores y cantores, transmitiendo un tono de contemplación gozosa y agradecida del Hijo de Dios hecho hombre para llevar a la máxima dignidad a toda la familia humana...

Y también se podrían, quizá, imaginar algunas actividades concretas, como por ejemplo:

- Una convocatoria festiva, durante la quincena de Navidad. Puede consistir en una plegaria sencilla y después un refrigerio con villancicos.

- Una vigilia de oración de final de año. El día 31 a las 10 de la noche, por ejemplo (para que la gente pueda después ir a celebrar “civilmente” el cambio de año).

- Sugerir que en las celebraciones familiares de Año Nuevo, un poco antes de la hora de las uvas, se haga una breve oración de acción de gracias y petición (el padrenuestro y un canto).

- Una “misa mayor” de Epifanía. No estaría mal intentar, el día de la Epifanía, concentrar todos los esfuerzos en una misa, haciéndola más solemne y más preparada, invitando a todos a asistir a ella.

3. BENDICIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD

El Árbol navideño, más que una costumbre que para muchos no es cristiana, es un signo de la vida que florece y se ilumina porque Cristo llena con su gozo la historia de la humanidad. Las luces alegran, los adornos hablan de fiesta, la estrella que lo corona es signo de Jesús, luz del mundo.

En familia, la cabeza del hogar dice, con fe:

Oremos: Bendito seas, Señor y Padre nuestro, que nos concedes recordar con fe en estos días de Navidad los misterios del nacimiento del Señor Jesús. Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol y lo hemos embellecido con luces, con la ilusión de celebrar la navidad del Salvador, que podemos vivir también a la luz de los ejemplos de la vida de tu Hijo y ser enriquecidos con las virtudes que resplandecen en su santa infancia. Gloria a Él por los siglos de los siglos. R. Amén.

Al final, todos los presentes, santiguándose, dicen: En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén

4. INAUGURACIÓN DEL PESEBRE

El pesebre no debería faltar en ningún hogar. Pequeño o grande, más artístico o más elemental, el pesebre es el signo más visible de las fiestas del nacimiento del Hijo de Dios. El solo hecho de tener el pesebre en casa ya es mucho, pero si además rezamos ante él, mucho mejor. Aquí ofrecemos algunos modelos y posibilidades, según las distintas situaciones.

Inauguración del pesebre

Se puede hacer el mismo día en que lo hayamos puesto, o bien en la Nochebuena. Aquí proponemos leer una lectura, decir una oración y cantar algún villancico.

Lectura del evangelio según san Lucas 2, 4-7

 

En aquel tiempo, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse en el censo con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Palabra del Señor.

 

Oremos (breve pausa de silencio). Dios, Padre nuestro: tanto amaste al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María, para salvarnos y llevarnos a ti. Te pedimos que con tu bendición estas imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor. Te lo pedimos en nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Para terminar se canta un villancico (o varios). Y todos pueden acercarse a dar un beso al niño Jesús.

La oración de los niños

El pesebre da pie a ayudar a los niños a conocer más a Jesús. De todos modos, al explicar lo que el belén significa, hay que procurar no mezclar historias fantásticas o ramplonas, que desfigurarían la fe y podrían llevar al niño a dejarla de lado en cuanto creciera. Hay que resaltar lo básico, adaptándolo a su capacidad de comprensión: a nuestro Dios lo reconocemos en un niño que nace pobre, sus padres María y José son grandes ejemplos de fe y de amor, los primeros que lo adoran son una gente sencilla (los pastores), luego vienen unos sabios de países lejanos que representan a todos los pueblos de la tierra (los magos)...

 

El pesebre también ofrece una ocasión para rezar. Por ejemplo, todas las noches, antes de ir a dormir, se puede decir esta oración y darle un beso al niño Jesús. De vez en cuando, cantarle algún villancico. Y otras posibilidades que la imaginación sugiera.

Jesús, tú has venido a vivir aquí, con nosotros; tú nos quieres mucho. Tú estás aquí, muy cerca de nosotros, con tus padres, con María y con José. Yo también te quiero, y quiero amarte más, y quiero aprender a ser como tú. Amén.

La oración de los adultos

No sólo para los niños: también para los adultos el pesebre ofrece una buena ocasión para rezar. Individualmente, o en pareja, o toda la familia, o cuando un grupo se reúne por el motivo que sea.

Puede rezarse la siguiente oración y se puede además leer un texto del evangelio (de los dos primeros capítulos de Mateo o Lucas), cantar algún villancico, etc.

 

La luz de la Navidad nos llama también a nosotros, Jesús, hermano, hijo de María, Hijo de Dios. Nos llama como llamó a los pastores desconcertados, y como llamó a los magos para hacerles emprender aquel largo camino. Porque en Belén, en tu carne tan débil, en tu rostro de niño que aún no ha aprendido a mirar al mundo,

nosotros vemos reflejado todo el amor de Dios.

En tu carne, está aquel amor, aquella ternura, aquella esperanza confiada que sólo Dios es capaz de dar. En tu carne, Dios se ha hecho uno de los nuestros, y eso es lo más grande que nadie haya podido nunca llegar a soñar. Contemplándote aquí, acostado en el pesebre, acompañado del amor de María y José, queremos poner en tus manos nuestras ilusiones y nuestros temores, nuestro deseo de fidelidad y también nuestro mal. Y queremos poner también al mundo entero: a los que más queremos y a los que no conocemos, a los de cerca y a los de lejos; y sobre todo, a lo que más sufren. Jesús, hermano, hijo de María, Hijo de Dios,

danos el calor de tu amor, llena el mundo entero con el calor de tu amor.

 

Bendición del pesebre

 

Es ya inmemorial la costumbre de instalar en las casas un “nacimiento”, llamado también “Pesebre” que recuerda y ayuda a vivir el misterio de la Navidad. Para dar más sentido religioso para significar su inauguración puede hacerse este momento de oración familiar, que signifique el comienzo de, las solemnes fiestas navideñas.

Reunida la familia, el padre o la madre dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. R. Amén

Amada familia: Durante estos días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos pues a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad.

Escuchemos con fe las palabras del santo Evangelio según san Lucas (Lc 2, 4-7a)

a y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Palabra del Señor.

Oración de bendición

Señor Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos entregaste a tu Hijo único nacido de María la Virgen, dígnate bendecir este nacimiento y a la comunidad cristiana, nuestra familia, que está aquí presente, para que las imágenes de este Nacimiento nos ayuden a profundizar en la fe a los adultos y a los niños y a vivir las virtudes del Hogar en que Jesús fue acogido con amor. Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén

Al final, todos los presentes, santiguándose, dicen: En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Amén

 

5. VIGILIA PARA ANTES DE LA MISA DE MEDIANOCHE

 

(o para algún día antes de Navidad)

 

Habrá que tener dispuesto en lugar visible el pesebre sin el niño, o simplemente la cuna. Y repartir a los asistentes algún elemento para ornamentarlo (ramas pequeñas, piedrecitas, papeles de colores) que se utilizarán cuando se indique. También habrá que repartir una hoja con los cantos y el texto del Magnificat.

Desde el principio estarán encendidas las cuatro velas de la corona de Adviento.

1. Ven, ven, Señor, no tardes. Ven, ven, que te esperamos. Ven, ven, Señor, no tardes. Ven pronto, Señor.

El mundo muere de frío, el alma perdió el calor, los hombres no son hermanos, el mundo no tiene amor.

Envuelto en sombría noche, el mundo, sin paz, no ve; buscando va una esperanza; buscando, Señor, tu fe.

Al mundo le falta vida, al mundo le falta luz; al mundo le falta el cielo, al mundo le faltas tú.

2.

Lector 1: Desde muchos siglos atrás, desde el fondo de los tiempos, la llama de una esperanza ha guiado el camino de la humanidad. Una llama encendida en el corazón de hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. Los hombres y mujeres de Israel, que habían conocido al Dios liberador y habían creído en él, y los hombres y mujeres que, guiados en el silencio de su corazón por el mismo Espíritu de Dios, habían sabido descubrir también que hay un amor más fuerte que todo el mal y el dolor y el pecado, un amor capaz de renovarlo todo y llenarlo todo de vida.

 

Lector 2: Desde muchos siglos atrás, desde el fondo de los tiempos, la llama de una esperanza ha guiado el camino de la humanidad. Y ahora, en la plenitud de los tiempos, esa llama se ha hecho carne humana, carne nuestra, en el vientre de una muchacha, allí en Nazaret, un pueblo lejano, casi desconocido.

 

Lector 1: Dios se ha hecho carne humana, carne nuestra, y todo ha cambiado. Dios se ha hecho carne débil, carne pobre, y todo ha cambiado. Por eso nosotros hoy, preparándonos para celebrar con toda la alegría el nacimiento del Dios hecho hombre, nos unimos a María de Nazaret, y alabamos la fuerza y la gracia del Dios que viene en medio de nosotros. Digamos todos unidos:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

3.

Lector 1. Las palabras de María son nuestras palabras. Todos los grandes anhelos, todos los buenos anhelos, tienen ahora una nueva fuerza, una fuerza distinta: ahora son los anhelos de Dios, porque Dios mira la debilidad, Dios muestra su misericordia, Dios dispersa a los soberbios, Dios colma de bienes a los pobres, Dios protege a su pueblo.

Las palabras de María son nuestras palabras. Y hoy, cuando nos disponemos a celebrar la Navidad, son una invitación a mirar a nuestro alrededor y a comprometernos como el propio Dios se ha comprometido.

Lector 2: En silencio, recordemos nuestro mundo, nuestro país, nuestro (pueblo, barrio, ciudad). Ahí nace nuestro Dios. Recordémoslo y renovemos nuestra voluntad de contribuir a que haya mejor convivencia, más justicia, más paz, más esperanza, más fe, más amor.

Silencio, con música suave de fondo.

4. Lector 1. Dice el profeta Isaías: “Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y sobre él se posará el espíritu del Señor. Juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito. Nadie hará daño, nadie hará mal, porque el país estará lleno de conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar” (11,1- 9).

Toda la tierra espera el Salvador: viene a traer a los hombres la verdad, a sembrar por el mundo semillas de amor. A todos los pobres su brazo salvará. Dice el profeta al pueblo de Israel: Pronto la luz del Mesías brillará, Dios se acerca a nosotros: su nombre, Emmanuel; germine la tierra amor y libertad.

Lector 2. Ese es Jesús, el Hijo de María. Él es el Emmanuel, el Dios con nosotros. Con él la esperanza, el deseo de vida nueva, el esfuerzo al servicio del amor, se hacen fuertes, vivos, plenos. Y todo se llena de alegría.

Lector 1. Nosotros queremos que la Navidad sea una fiesta verdadera, auténtica. Queremos vivir la alegría de Jesús. Y queremos que eso se note en todas nuestras actuaciones: en la amabilidad, en el servicio, en la ayuda a los pobres, en todo. Y queremos, muy especialmente, agradecerle a Jesús la fortaleza que nos da, el amor que nos da, la salvación que nos trae.

Lector 2: Para significar esa voluntad vamos a hacer ahora un pequeño signo. Nos acercaremos a la cuna del niño Jesús aún vacía y dejaremos junto a ella la rama, la piedrecita, el papel de colores que todos tenemos, como para darle ya desde ahora nuestra bienvenida agradecida. Durante la procesión se puede poner música navideña (mejor sin texto, sólo instrumental).

 

5. Terminada la procesión, si el acto tiene lugar inmediatamente antes de la misa del gallo, se puede leer algún poema navideño (o varios). Si es otro día, se lee un relato evangélico escogido entre los de las ferias de la última semana de Adviento (por ejemplo Mateo 1,18-24; Lucas 1,26-38; Lucas 1,39- 45) y se puede hacer una breve homilía.

6. Invoquemos ahora a Jesús que nace entre nosotros. Responderemos a cada grupo de invocaciones: R. Te adoramos oh divino Niño

– Jesús, luz del mundo; Jesús, sol de justicia; Jesús, estrella de la mañana.

– Jesús, camino hacia el Padre; Jesús, nuestra vida; Jesús, nuestra verdad.

– Jesús, buen pastor; Jesús, puerta de las ovejas; Jesús, que nos conoce y nos ama

personalmente.

– Jesús, nuestra paz; Jesús, nuestra alegría; Jesús, nuestra esperanza.

– Jesús, imagen del Dios invisible; Jesús, reflejo de la gloria del Padre; Jesús, Palabra hecha

carne.

– Jesús, el primero y el último, el que vive para siempre; Jesús, alfa y omega; Jesús, principio y fin.

– Jesús, hermano; Jesús, amigo; Jesús, compañero.

– Jesús, Cordero de Dios; Jesús, Hijo de Dios; Jesús, Dios con nosotros.

Si la vigilia tiene lugar inmediatamente antes de la misa del gallo, ahora puede haber un espacio de música mientras se encienden los cirios del altar, y seguidamente empieza la celebración con el canto de entrada y la salida de los ministros. En cambio, si tiene lugar algún día antes de la Nochebuena, al terminar se podría compartir un pequeño refrigerio.

6. LA CALENDA: EL PREGÓN DE NAVIDAD

Un buen elemento para la solemnización de la Navidad es la proclamación en todas las misas (de la noche y del día) de este pregón, que proviene de la antigua liturgia romana. En las comunidades religiosas, la Calenda puede tener su lugar propio en las primeras vísperas.

Este pregón se puede proclamar de distintas maneras.

Por ejemplo, esta:

1) entrada de los ministros con un canto de entrada largo y vivo;

2) saludo del celebrante;

3) sube un lector y crea un breve silencio expectante;

4) el lector proclama, con la solemnidad adecuada, el pregón.

Y la misa prosigue con el Gloria, sin ninguna monición inicial del celebrante (suficiente monición es ya el pregón...).En las misas en las que sea difícil encontrar un lector adecuado, será mejor que lo lea el mismo celebrante.

Les anunciamos, hermanos, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; escúchenla con corazón gozoso. Habían pasado miles y miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra e hizo al hombre a su imagen y semejanza; y miles y miles de años desde que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, signo de alianza y de paz; en el año 752 de la fundación de Roma; en el año 42 del imperio de Octavio Augusto, mientras sobre toda la tierra reinaba la paz, en la sexta edad del mundo, hace 2020 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del eterno Padre y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que los hombres esperaban.

7. ORACIÓN UNIVERSAL

26 de Diciembre. San Esteban

Presidente: Oremos, hermanos, por las necesidades de la Iglesia y del mundo, confiando en que san Esteban, que en su martirio vio el cielo abierto, lleve nuestras súplicas hasta la presencia de Dios. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos

1.         Por la Iglesia. Que, guiada por la luz de la mirada de Cristo y con las armas de la caridad, avive la llama de la fe en toda la tierra. Oremos.

2.         Por los pastores del pueblo de Dios. Que el Espíritu Santo ponga en toda ocasión en sus labios las palabras adecuadas para anunciar a Cristo Redentor. Oremos.

3.         Por los pueblos de toda la tierra. Que en todos haya paz, y en todos se pueda predicar con libertad el mensaje del Evangelio. Oremos.

4.         Por todos los que sufren. Que Cristo, que ha asumido nuestra debilidad, mire su dolor y sea su roca salvadora. Oremos.

5.         Por nosotros. Que nuestra vida responda de verdad a nuestro nombre de cristianos, y que nuestras obras alaben a aquel que nos hace dignos de llevarlo. Oremos.

 

Oración conclusiva: Oh Dios, escucha la oración de tu Iglesia que en el mártir san Esteban te hizo ofrenda de las primicias de la fe. Y, por su intercesión, concede a tu pueblo tu constante protección. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amé

27 de Diciembre. San Juan Evangelista

Presidente: Oremos, hermanos, al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su Hijo nos concede gracia tras gracia, y digamos: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que, por la unidad y la comunión entre todos sus hijos, dé testimonio de la vida que Cristo ha traído al mundo. Oremos.

2.         Por los que gobiernan las naciones. Que se esfuercen por alcanzar, en la paz y la justicia, el progreso de los hombres y de los pueblos. Oremos.

3.         Por los que no tienen lo necesario para vivir. Que Cristo, que ha abierto nuestros ojos a la luz de la fe, abra nuestro corazón a las necesidades de los hermanos. Oremos.

4.         Por nosotros. Que vivamos la alegría de saber correr hacia donde Cristo, en la humildad de Belén o en el silencio de un sepulcro vacío, se nos da a conocer como salvador. Oremos.

Oración conclusiva: Dios y Padre nuestro, escucha las súplicas de los que veneramos la memoria de aquel apóstol que reclinó su cabeza en el pecho de Jesús; y concédenos, por su intercesión, vivir siempre seguros en el seno de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

28 de Diciembre. Los Santos Inocentes

Presidente: Hermanos: invoquemos la ayuda del Señor, que en su Hijo Jesucristo nos ha iluminado con la luz de su mirada. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

 

1.         Para que la Iglesia, en medio de las dificultades de su peregrinar en este mundo, experimente la constante protección de Dios. Oremos.

2.         Para que los que gobiernan las naciones realicen la tarea que tienen encomendada, de manera que el mundo avance por los caminos de la voluntad de Dios. Oremos.

3.         Para que los niños cristianos, con la bendición de Dios, crezcan hasta alcanzar la madurez de la fe. Oremos.

4.         Para que todos los niños que, en cualquier lugar del mundo, sufren por las guerras, el hambre o las injusticias, sean liberados de su dolor. Oremos.

5.         Para que todos nosotros caminemos siempre a la luz de la fe que profesamos. Oremos.

Oración conclusiva: Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia, que se alegra del triunfo, en el martirio, de los santos niños de Belén; y a nosotros, que invocamos tu nombre, haznos experimentar el don de tu misericordia, para que, a pesar de nuestra fragilidad humana, nos mantengamos firmes y confiados en la misericordia divina. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

29 de Diciembre

Presidente: Hermanos: con la alegría en el alma, porque el cielo y la tierra se alegran del nacimiento del Salvador, oremos a Dios por la Iglesia y por todos los hombres. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que en toda ocasión bendiga a Dios por el salvador que le ha sido dado, y lo presente a todas las naciones como luz verdadera. Oremos.

2.         Por los pueblos de toda la tierra. Que encuentren, en Cristo, la paz que es el anhelo de toda la familia humana. Oremos.

3.         Por los ancianos. Que puedan vivir su ancianidad rodeados del afecto de los suyos y con la alegría de tener los ojos puestos en el Señor. Oremos.

4.         Por todos nosotros. Que, siguiendo el ejemplo de la caridad de Cristo, sepamos amar de corazón a nuestros hermanos, para no andar nunca en la oscuridad. Oremos.

Oración conclusiva: Oh Dios, tú quisiste que Cristo, nacido en Belén, se manifestase como luz de las naciones. Concédenos caminar siempre a la luz de tu Hijo y dar testimonio de él ante el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

30 de Diciembre

Presidente: Hermanos, oremos a Dios para que la abundancia de su gracia dé fruto en la Iglesia y en el mundo de nuestros días. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que, dando gracias a Dios por el don de la redención, anuncie al mundo entero la venida del Salvador. Oremos.

2.         Por todos los pueblos de la tierra. Que sus habitantes progresen en la paz y la justicia y se sientan movidos a reconocer la grandeza de Dios y a venerar su nombre. Oremos.

3.         Por los pobres y los desvalidos. Que nuestro amor fraterno nos lleve a ayudarlos, y a hacerlo con toda sencillez. Oremos.

4.         Por todos nosotros. Que la Palabra de Dios habite en nuestros corazones y por ella aprendamos a cumplir la voluntad del Padre, para tener vida para siempre. Oremos.

Oración conclusiva: Dios omnipotente y eterno, escucha nuestras súplicas. Tú nos has concedido que tu Hijo, nacido de la Virgen María, participase de nuestra condición humana; concédenos también participar de su divinidad en el reino de la gracia. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

31 de Diciembre

Presidente: Hermanos: oremos por el bien de la Iglesia y del mundo que el Hijo de Dios ha venido a iluminar con la claridad de su luz, diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que anuncie fielmente, día tras día, que la salvación se encuentra sólo en Jesucristo. Oremos.

2.         Por la paz y la concordia en todos los pueblos. Que, en el nuevo año que estamos a punto de empezar, los hombres y mujeres del mundo entero se sientan movidos a trabajar por el bien común más que por sus propios intereses. Oremos.

3.         Por los que viven angustiados por las tribulaciones del mundo presente. Que encuentren, en la luz de Cristo, el norte que les guíe en su camino y les dé la fortaleza que necesitan. Oremos.

4.         Por todos nosotros. Que la contemplación de la gloria de Cristo, que ha puesto entre nosotros su morada, nos haga vivir con el corazón levantado hacia el Señor nuestro Dios. Oremos.

Oración conclusiva: Escucha, Señor, la oración de tu pueblo. Protégelo y llénalo de la abundancia de tu gracia durante todo el año que nos disponemos a empezar; para que el consuelo de contemplar tu presencia visible entre nosotros, nos lleve a amarte con todo nuestro corazón. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

2 de Enero

Presidente: Hermanos, oremos a Dios, en este principio de año, para que su nombre sea alabado en toda la tierra por la salvación que ha derramado con el nacimiento de Jesús. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que dé a conocer a todos los pueblos la promesa de vida eterna que ha recibido de Jesucristo. Oremos.

2.         Por los que viven consagrados a Dios en la vida monástica. Que, siguiendo el ejemplo de san Basilio y san Gregorio, dediquen su corazón a la virtud y a vivir según la esperanza futura. Oremos.

3.         Por los que gobiernan las naciones. Que lo hagan con espíritu de servicio, por el bien de su propio pueblo y de todos los pueblos. Oremos.

4.         Por los que no tienen trabajo y por los que sufren a causa de la pobreza. Que encuentren la ayuda que necesitan, tanto de las personas que tienen a su alrededor como de las instituciones. Oremos.

5.         Por los que estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía. Que la fuerza de este sacramento nos mantenga siempre unidos a Cristo y fieles al Espíritu que de él hemos recibido. Oremos.

Oración conclusiva: Mira, Señor, al pueblo que te suplica confiado en tu amor de Padre. Concédele los dones que de ti espera y haz que, bajo tu guía, te complazca en todo. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

3 de Enero

Presidente: Hermanos, oremos a Dios, que en Jesucristo nos ha dado prueba de su amor, y presentémosle nuestras necesidades y las de todos los hombres. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Para que la Iglesia muestre a Cristo, en nuestros días, como el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo. Oremos.

2.         Para que en todo el mundo se progrese en la colaboración entre las naciones y se vaya borrando la diferencia entre los países ricos y los países pobres. Oremos.

3.         Porque los que sufren a causa de las injusticias humanas se vean liberados de su situación. Oremos.

4.         Para que todos nosotros manifestemos nuestra esperanza en Jesucristo, viviendo una vida digna del Evangelio. Oremos.

Oración conclusiva: Señor y Dios nuestro, por el misterio de la encarnación de tu Hijo, sé clemente con nosotros, escucha nuestras súplicas, y enséñanos a pedirte lo que es agradable a tus ojos. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

4 de Enero

Presidente: Hermanos, con la confianza que nos da nuestra condición de hijos de Dios, pidamos por el bien de la Iglesia y por la salvación de todos. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Para que la Iglesia siembre sin cesar en el mundo  la buena semilla del Evangelio. Oremos.

2.         Para que el bienestar de los pueblos se fundamente cada vez más en la paz y la concordia entre todos los hombres y mujeres del mundo entero. Oremos.

3.         Para que los que sufren en la soledad o se sienten desamparados, experimenten la protección divina. Oremos.

4.         Para que todos nosotros, conservando la semilla de la fe plantada en nuestro corazón, vivamos siempre atentos a las enseñanzas de Cristo y practiquemos las buenas obras propias de los hijos de Dios. Oremos.

Oración conclusiva: Dios y Padre nuestro, escucha misericordioso nuestras súplicas. Y así como por el Salvador del mundo nos has concedido el don de la filiación divina, concédenos también por él la gracia de la inmortalidad. Por Jesucristo nuestro Señor.

5 de Enero

Presidente: Hermanos, oremos a Dios, que en su Hijo nos ha mostrado el verdadero amor, y confiémosle a su bondad de Padre las necesidades de todos los hombres. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Para que la Iglesia dé testimonio del amor de Dios, anunciando la entrega de su Hijo por nosotros. Oremos.

2.         Para que el amor, la paz, la justicia y la verdad fundamenten el progreso de los pueblos de toda la tierra. Oremos.

3.         Para que todos los que tienen lo suficiente para vivir sean sensibles para ayudar generosamente a los que pasan necesidad. Oremos.

4.         Para que todos los niños puedan vivir con ilusión y alegría la fiesta de Reyes; y puedan participar también de la bendición que Jesús da a todos los que se le acercan con corazón sincero. Oremos.

5.         Para que la sinceridad de nuestra vida cristiana sea una llamada que acerque a los hombres a Jesús, y puedan reconocerlo como Hijo de Dios y Salvador. Oremos.

 

Oración conclusiva: Dios todopoderoso, mira misericordioso a tu pueblo y escucha nuestras súplicas. Que la luz que ha resplandecido en el mundo con la venida de tu Hijo aleje de nosotros la tiniebla del pecado y llene nuestros corazones de la verdad salvadora. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

7 de Enero

Presidente: Hermanos, elevemos nuestras súplicas a Dios, que quiere que todos los hombres se salven y compartan la misma herencia de Jesucristo. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la santa Iglesia de Dios. Que guíe a todas las naciones hacia la luz de Cristo, y reúna a todos los pueblos en su paz. Oremos.

2.         Por los que aún no han recibido la luz de la fe. Que también ellos lleguen a reconocer a Jesucristo  y lo adoren como Dios verdadero. Oremos.

3.         Por los enfermos y por los que sufren. Que el Señor les acompañe, alivie su dolor, y les haga experimentar el gozo de su bondad. Oremos.

4.         Por nosotros, y por todos los que creen en Cristo. Que, iluminados por la fe, corramos hacia la meta de la perfección cristiana. Oremos.

Oración conclusiva: Oh Dios, tú, por medio de tu Hijo, has iluminado a todas las naciones con tu luz eterna. Escucha nuestras súplicas y concede a tu pueblo reconocer la gloria de su Redentor y llegar, por su gracia, a la luz que nunca se apaga. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

8 de Enero

Presidente: Oremos, hermanos, para que Dios, que tanto nos ama, llene con la abundancia de sus dones a la Iglesia y a toda la familia humana. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia. Que ofrezca amorosamente a toda la humanidad los tesoros de gracia que el Señor le ha confiado. Oremos.

2.         Por todos los pueblos de la tierra. Que Cristo, luz de las naciones, haga florecer en toda la tierra la paz y el bienestar. Oremos.

3.         Por los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Que sus necesidades sean atendidas por nuestra caridad fraterna. Oremos.

4.         Por nosotros. Que todo el mundo nos reconozca como discípulos de Cristo por nuestro amor mutuo. Oremos.

Oración conclusiva: Dios y ñor nuestro, que nos has iluminado con la claridad de tu Hijo, pastor de nuestras almas; escucha nuestras súplicas y haz que, alimentados con los dones de su gracia, tengamos vida en su nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

9 de Enero

Presidente: Hermanos: unidos por la fe en Cristo y movidos por el amor, oremos a Dios por nosotros y por todos los hombres. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Para que la Iglesia, con maternal sabiduría, ayude a todos los cristianos a comprender profundamente las palabras y los hechos de Jesús. Oremos.

2.         Para que el Evangelio de Cristo sea proclamado a todos los pueblos y traiga la paz a toda la humanidad. Oremos.

3.         Para que Dios, en su misericordia, tenga piedad de los pobres y de los débiles. Oremos.

4.         Para que el Espíritu Santo que hemos recibido fortalezca en nosotros la comunión con Dios y con los hermanos. Oremos.

Oración conclusiva: Dios y Padre nuestro, escucha las súplicas de los que creemos que tu Hijo es el Salvador del mundo, y concédenos dar siempre testimonio de él por la integridad de nuestra fe y nuestra caridad sincera. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

10 de Enero

Presidente: Hermanos: oremos a Dios, que en su Hijo nos ha manifestado el amor verdadero, y confiemos a su bondad de Padre las necesidades de todos los hombres. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por los obispos, los sacerdotes y los diáconos. Que, como Jesús, y llenos del Espíritu del Señor, lleven la Buena Noticia a los pobres y anuncien la gracia de Dios para todos. Oremos.

2.         Por todos los que trabajan y sufren por la paz, por la reconciliación y por los derechos humanos. Que su esfuerzo no sea en vano, sino que puedan lograr los frutos que desean. Oremos.

3.         Por los que son marginados por nuestra sociedad. Que, por nuestra caridad, se vean atendidos y socorridos en sus necesidades. Oremos.

4.         Por los que estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía. Que la fuerza de este sacramento nos mantenga siempre unidos a Cristo y fieles al Espíritu que de él hemos recibido. Oremos.

Oración conclusiva: Mira, Señor, al pueblo que te suplica confiado en tu amor de Padre. Concédele los dones que de ti espera y haz que, bajo tu guía, te complazca en todo. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

11 de Enero

Presidente: Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, y pidámosle que bendiga abundantemente a su Iglesia y muestre su salvación a todos los pueblos. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

 

1.         Por la Iglesia. Que se afane en dar a conocer a todos los pueblos la salvación de Dios, para que su nombre sea venerado en toda la tierra. Oremos.

2.         Por la paz del mundo. Que el esfuerzo por eliminar las causas de la pobreza, que oscurecen nuestra sociedad, ayude a la edificación de una paz verdadera en todos los pueblos y naciones. Oremos.

3.         Por los enfermos, por los ancianos, por los que están solos y por todos los que sufren. Que encuentren, en nuestra ayuda y en nuestra caridad, el consuelo que esperan recibir en sus necesidades. Oremos.

4.         Por todos nosotros. Que seamos capaces de manifestar a todos la nueva luz que Cristo ha encendido en nuestras vidas. Oremos.

Oración conclusiva: Dios omnipotente, escucha nuestras súplicas y haz que nuestro Salvador nazca en nuestros corazones y los renueve constantemente. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

 

12 de Enero

Presidente: Hermanos, oremos a Dios, que quiere salvar a todos los hombres, y supliquémosle que derrame sobre nosotros y sobre toda la tierra los dones de su gracia. Oremos diciendo: Te rogamos, óyenos.

1.         Por la Iglesia, el pueblo de los bautizados. Que, bajo la guía del Espíritu, dé siempre testimonio de la vida nueva que ha recibido de Jesucristo. Oremos.

2.         Por todos los pueblos de la tierra. Que el Señor les conceda vivir en paz y concordia, y los ilumine con el Evangelio de la salvación. Oremos.

3.         Por los que sufren a causa de las injusticias humanas. Que Dios les muestre su misericordia y mueva nuestros corazones en su ayuda. Oremos.

4.         Por nosotros. Que, a través de nuestro amor a Dios y a los hermanos, sepamos corresponder al don de la fe que hemos recibido. Oremos.

 

Oración conclusiva: Oh Dios, tú quisiste que Cristo, nacido en Belén, se manifestase como luz de las naciones. Concédenos caminar siempre a la luz de tu Hijo y dar testimonio de él ante el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

8. OCTAVA DE NAVIDAD: SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

Día 26: San Esteban, protomártir

– El día siguiente del nacimiento del Hijo de Dios, celebramos la muerte del primer mártir. Y es que este Niño que nace es aquel que, por fidelidad al camino de Dios, llegará hasta la cruz; y como él, sus seguidores son llamados a ser testigos (“mártires”) de la Buena Noticia con la totalidad de su vida.

– Este martirio, no obstante, lo celebramos como una fiesta gozosa: la muerte de Esteban es su “nuevo nacimiento”, es la participación de la Pascua de Jesús.

– Recordamos hoy también quién fue Esteban y por qué lo mataron: él es el hombre abierto que comprende que la Buena Noticia de la fe cristiana significa apertura a todo el mundo, rompiendo el círculo de normas y leyes del judaísmo. Y eso, los “fundamentalistas” de su tiempo no se lo podían tolerar.

 

– Y Esteban destaca también porque personalmente creía y vivía totalmente el mensaje de Jesús: él, como Jesús, hace aquello tan difícil de amar a los enemigos (la oración nos hace pedir que también nosotros lo sepamos hacer).

Día 27: San Juan, apóstol y evangelista

– El evangelio nos presenta lo que es fundamental de los apóstoles: seguidores de Jesús, testigos de la resurrección, creyentes en Jesús resucitado y en todo su camino. Hoy, mientras contemplamos al Niño de Belén, somos invitados a vivir esta misma fe plena.

– Juan (1. lectura) es testigo de lo que Jesús vivió e hizo, y nos invita a reconocer en Jesús la Palabra del Padre. Y escribe su evangelio “para que creamos y tengamos vida”. Vale la pena que valoremos la presencia de Jesús entre nosotros, a través de la Escritura. Y también todas las demás presencias. Y que así tengamos alegría.

– Juan, en sus escritos, nos habla del amor-comunión de Dios con nosotros, y del amor que hemos de tener a los hermanos. Que la fiesta de hoy nos ayude a revivirlo.

Día 28: Los santos Inocentes, mártires

– Como el día de san Esteban, nuevamente hoy contemplamos la dureza del camino de Jesús. La fuerza de mal que hay en el mundo envuelve a Jesús desde el comienzo de su vida, y acabará clavándolo en la cruz.

 

– La actuación de Herodes muestra el daño que puede hacer la defensa del propio poder sin pensar en nada más, y las tragedias que eso provoca en los que están a merced de la voluntad incontrolada de los poderosos: “¡Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes!”.

– Pero lo que más destaca en la fiesta de hoy es la fuerza del Dios que es más fuerte que todo el mal que los hombres podamos hacer: los Inocentes, sin saberlo, han compartido la muerte de Jesucristo y ahora comparten por siempre su gloria. En Dios, todo es gracia. Y al final del camino humano está su vida.

Día 29: Día quinto dentro de la octava

– El evangelio nos trae ecos nuevamente de la Navidad. Jesús nos aparece plenamente encarnado en la condición humana: es un niño que tiene que ser llevado en brazos como cualquier otro niño, y su familia ha de someterse a la Ley como toda familia. Y es pobre: hace la ofrenda de los pobres.

– En esta condición humana normal, somos llamados a reconocer, como Simeón, al Salvador de todos los pueblos. Eso quiere decir que Jesús es la luz de nuestra vida, y que vale la pena creer en él; que el camino de la salvación está en el Evangelio, en lo que Jesús dirá y hará; y que vale la pena hacer conocer esta luz a todo el mundo.

 

– La 1. lectura reafirma uno de estos aspectos: allí donde se verifica si conocemos y amamos a Jesucristo, es en el caso que hacemos de lo que él ha dicho y hecho: es decir, si amamos a los hermanos; si no, todo es comedia.

Día 30: Día sexto dentro de la octava

– La figura de Ana, que parece no tener relevancia alguna, nos puede hacer pensar en la dedicación callada a Dios, en el espíritu atento a sus llamadas y manifestaciones, en la alegría de la salvación que siempre se nos muestra. Y también en lo que todos podemos aprender de los ancianos.

– El final del evangelio nos hace mirar a Jesús que va creciendo y aprendiendo. Los largos años de Nazaret son años de camino oculto: aprendiendo de sus padres y maestros, yendo a la sinagoga, llenándose de Dios. Es una vida normal como la nuestra, que vale la pena vivir como él la vivió.

– La 1. lectura invita a revisar nuestros criterios en la vida normal: vencer al Maligno, conocer al Padre, guiarse por aquello que viene del Padre y no por lo que viene del mundo.

Día 31: Día séptimo dentro de la octava

– El final del año resuena en nuestra celebración. El nacimiento de Jesús es “el principio y la plenitud de toda religión”, dice la oración colecta; y el evangelio nos muestra a Jesús como punto de referencia único de la historia. Hoy podemos hablar de que todo nuestro tiempo, en la vida humana y en la fe, tiene un único centro y criterio: Jesús.

– El evangelio nos invita a contemplar a ese Jesús: en él está toda la gracia y el amor de Dios; y esta gracia y amor los hemos visto en su hacerse hombre, en su “carne”. Sólo en la vida concreta de Jesús podemos encontrar la gloria de Dios, el sentido de todo.

– Podemos dar gracias por el año que acaba, por la salvación que Dios nos ha continuado dando; y pedir perdón por lo que hay de “anticristo” en nosotros (1. lectura): somos anticristos cuando tenemos criterios de “mentira”, criterios que no son los de Jesús.

9.. VIGILIA DE FIN DE AÑO

Esta vigilia probablemente lo mejor sea convocarla a las 9 o las 10 de la noche del día 31, de modo que después pueda ir cada uno a celebrar la fiesta de fin de año en familia. La vigilia la puede presidir un sacerdote o diácono, o también celebrarse sin presidencia. No indicamos aquí cuando hay que estar de pie o sentados: en cada lugar se verá lo más conveniente, y se indicará en su momento (durante los silencios y las lecturas, será mejor estar sentados).

1. Canto

HOY SEÑOR, TE DAMOS GRACIAS

Hoy Señor, te damos gracias por la vida, la tierra y el sol. Hoy Señor queremos cantar las grandezas de tu amor.

Gracias Padre, mi vida es tu vida, tus manos amasan mi barro;

mi alma es tu aliento divino, tu sonrisa en mis ojos está.

Gracias Padre, tu guías mis pasos, tú eres la luz y el camino; conduces a ti mi destino

como guías los ríos al mar.

Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen, y quieres que siga tu ejemplo; brindando mi amor al hermano, construyendo un mundo de paz.

2. Introducción: Estamos terminando este año 2020. Un año que ha marcado mucho nuestras vidas por la pandemia, tanto la vida social como la vida de cada uno de nosotros. Un año en el que hemos podido descubrir luces y oscuridades, alegrías y tristezas. Cada uno de nosotros hemos caminado por el camino de nuestra vida, hemos trabajado y hemos descansado, hemos sido felices y hemos sufrido, nos hemos esforzado en el seguimiento de Jesucristo y hemos caído también en la desidia y la infidelidad. Y a nuestro alrededor, también, hemos visto caminar a nuestros hermanos, a todos los hombres y mujeres: desde los más cercanos, los de nuestra familia, nuestros amigos, hasta los más lejanos.

Todos ellos, todos, forman parte de nuestra vida. Y hoy, al terminar el año, es bueno recordarlos. De todos hemos podido aprender, todos han sido para nosotros, de un modo u otro, estímulos para nuestra vida. Recordemos, de todos ellos, las pequeñas y grandes felicidades vividas, y también las tristezas y dolores. Y de un modo especial, porque de ninguna manera podríamos olvidarlos, recordemos los rostros de dolor de nuestros hermanos que sufren por la guerra, por el hambre, por todas las crueldades que los hombres sembramos o permitimos en este mundo.

Ahora, en silencio, oremos y pidamos perdón por todo lo que nosotros hemos contribuido, a lo largo de este año, por acción o por omisión, a hacer más dolorosa la vida de los demás.

3. Silencio prolongado

4. Petición de perdón

Oremos ahora juntos, reconociendo nuestro pecado y pidiendo perdón. (Se dice el “Yo confieso” o se canta un canto de perdón).

Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por

eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos,

que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

5. Oración

Padre, en esta noche del último día del año estamos aquí, ante Ti. Queremos compartir un rato de paz, un encuentro de familia contigo. Somos tus hijos, y nos da felicidad tenerte a ti como Padre. Te queremos agradecer este año que hoy termina, con todo lo que hemos vivido, lo bueno y lo malo, porque en todo podemos experimentar la llamada de tu amor. Y te queremos agradecer también todo lo que tenemos ante nosotros, nuestro futuro en este mundo y nuestro futuro en el Reino que tú nos prometes.

 

Padre, al terminar este año de 2020, y disponiéndonos a empezar un nuevo año, te queremos pedir que estés siempre con nosotros y con todos nuestros familiares y amigos. Y te queremos pedir, muy especialmente, que muestres tu rostro lleno de ternura a todos los que sufren por la guerra o por el hambre, por la falta de justicia o de libertad; y a todos aquellos que viven hundidos en el dolor o en el mal. Libéralos, Padre, y haznos a nosotros colaboradores de esta liberación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro hermano, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos. Amén.

6. Salmo 84

(Se recita a dos coros, habiendo repartido previamente el texto a todos)

Señor, has sido bueno con tu tierra, has restaurado la suerte de Jacob, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados, has reprimido tu cólera, has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios Salvador nuestro; cesa en tu rencor contra nosotros. ¿Vas a estar siempre enojado, o a prolongar tu ira de edad en edad? ¿No vas a devolvernos la vida, para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón». La salvación está cerca de los que le temen, y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino.

7. Lectura de Isaías 9,1-6

Escuchemos ahora la palabra de los profetas. Es el anuncio de un niño que abrirá un camino nuevo en la vida de los hombres. Es el anuncio de Jesús, el Mesías.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino.

Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre.

El celo del Señor del universo lo realizará. Palabra de Dios

 

8. Salmo 71

El salmo podría hacerse cantado. Puede cantar las estrofas un solista y la asamblea responder con la antífona, o cantarlo todos todo. También puede leer las estrofas un lector e ir intercalando la asamblea el canto de la antífona.

Tu reino es vida, tu reino es verdad; tu reino es justicia, tu reino es paz; tu reino es gracia, tu reino es amor: venga a nosotros tu reino, Señor; venga a nosotros tu reino, Señor.

Dios mío, da tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud; para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan la paz, que los collados traigan la justicia; que él defienda a los humildes del pueblo, que socorra a los hijos del pobre; que él defienda a los humildes del pueblo y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol, como la luna, de edad en edad; que baje como lluvia sobre el césped, como rocío que empapa la tierra. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna.

Librará al pobre que suplica, al afligido que no tiene protector; se apiadará del humilde e indigente, y salvará la vida de los pobres; salvará de la violencia sus vidas, pues su sangre es preciosa ante sus ojos.

Que su nombre sea eterno, que su fama dure como el sol; que sea bendición para los pueblos; que las naciones los proclamen dichoso. Bendito eternamente su nombre, que su gloria llene la tierra.

9. Lectura de 1 Juan 1,1–2,3

Escuchemos ahora la palabra de los apóstoles. Juan, el apóstol que Jesús más quería, nos da su testimonio: ahí, en nuestra vida de hombres y mujeres débiles, se ha hecho presente alguien que nos ha transformado. Alguien que no es un sueño ni una idea, sino una persona como nosotros. Alguien que nos llama a reconocer nuestra situación marcada por el mal y el pecado, pero que al mismo tiempo nos empuja a seguir en el camino de la fidelidad a su Evangelio.

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y les anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído se los anunciamos, para que estén en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo. Palabra de Dios.

 

10. Canto

DANOS UN CORAZÓN

Danos un corazón ,grande para amar Danos un corazón, fuerte para luchar. Pueblos nuevos, creadores de la historia Constructores de nueva humanidad.

Pueblos nuevos, que viven la existencia como riesgo de un largo caminar. Pueblos nuevos, luchando en esperanza, caminantes, sedientos de verdad. Pueblos nuevos, sin frenos ni cadenas, pueblos libres que exigen libertad.

 

Pueblos nuevos, amando sin fronteras, por encima de razas y lugar. Pueblos nuevos, al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan.

 

12. Introducción al silencio

Vamos a hacer ahora un tiempo de silencio. Será un tiempo de oración personal en el que podemos repasar dentro de nosotros este año que estamos acabando, y poner ante Dios el camino que hemos recorrido, las personas con las que hemos compartido la vida, los acontecimientos que nos han marcado, y dar gracias por todo ello. Y, al mismo tiempo, pedir su bondad y su amor para el nuevo año. Para nosotros, y para toda la gente que conocemos, y para todos los que sufren.

13. Silencio, a ser posible con música de fondo

14. Plegarias. (Respuesta cantada: “Señor, ten piedad”)

– Por cada uno de nosotros, por nuestras familias, por nuestros amigos.

– Por nuestro crecimiento en la fe y en la fidelidad al Evangelio.

– Por nuestros compañeros de trabajo y de estudio, por todos aquellos con quienes compartimos nuestra vida.

– Por nuestra ciudad, nuestro pueblo y nuestro barrio y por todos los que aquí vivimos.

– Por los pobres, los tristes, los abandonados que hay entre nosotros.

– Por nuestra parroquia, por nuestra diócesis, por la Iglesia entera.

– Por todos los hombres y mujeres, por todos los ancianos, los niños, los jóvenes; por todos los pueblos de la tierra.

– Por todos los que, en cualquier lugar del mundo, sufren la guerra o la violencia.

– Por todos los que, en cualquier lugar del mundo, sufren la tragedia del hambre.

– Para que la paz y el amor de Dios transformen nuestro mundo.

 

15. Padrenuestro

Como hijos de Dios, como hermanos de todos los hombres, oremos como Jesucristo nos enseñó: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros

tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

16. Gesto de paz

Con los mejores deseos para el año que comienza, hermanos, démonos fraternalmente la paz.

17. Cántico de María

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

 

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

18. Despedida

Si preside un sacerdote o diácono, desea a todos un feliz año nuevo y da la bendición solemne de Año Nuevo. Si no, el que haya dirigido la vigilia desea a todos un feliz año nuevo.

19. Canto final

ANUNCIAREMOS TU REINO, SEÑOR

Anunciaremos tu reino, Señor, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino de paz y justicia, Reino de vida y verdad, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino de amor y de gracia, Reino que habita en nosotros, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino que sufre violencia, Reino que no es de este mundo, tu Reino, Señor, tu Reino. Reino que ya ha comenzado, Reino que no tendrá fin, tu Reino, Señor, tu Rein