Evangelio para el Miércoles de Ceniza: 17 de febrero 2021. Dios nos resucita con nuestras cenizas. “Dijo Jesús a sus discípulos: cuídense de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; les aseguro que ya han recibido su paga.” (Mateo 6, 1-6. 16-18). Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
El ideal debe ser: vivir, como hombres y mujeres de fe. Dice la Sagrada Escritura: "«El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva.» (Marcos 1, 15). Permitir la imposición de la ceniza en nuestra frente, o en la coronilla, es abrirse a un camino de conversión personal. Es lo que esencialmente recomienda la profecía: "Que el impío abandone su camino, y el hombre injusto sus pensamientos; que regrese al Señor, y tendrá misericordia de él; y a nuestro Dios, porque Él perdonará abundantemente". (Isaías 55,7).
El Papa Francisco nos recuerda: Somos débiles, frágiles y mortales. La ceniza
nos recuerda así el trayecto de nuestra existencia: del polvo a la vida. Somos
polvo, tierra, arcilla, pero si nos dejamos moldear por las manos de Dios, nos
convertimos en una maravilla. La ceniza que nos imponen en nuestras cabezas
sacude los pensamientos que tenemos en la mente. Nos recuerda que nosotros,
hijos de Dios, no podemos vivir para ir tras el polvo que se desvanece. Si vivo
para las cosas del mundo que pasan, vuelvo al polvo, niego lo que Dios ha hecho
en mí. Si vivo sólo para traer algo de dinero a casa y divertirme, para buscar
algo de prestigio, para hacer un poco de carrera, vivo del polvo. Si juzgo mal
la vida sólo porque no me toman suficientemente en consideración o no recibo de
los demás lo que creo merecer, sigo mirando el polvo. (26 de febrero 2020). Cuida
tu salud: El reto para lograr la sanación es derrotar la hipocresía nuestra.
Cf. Mateo 6, 2. 5. 16).