Evangelio para el domingo 7 de febrero 2021. El Maestro de Nazareth restaura la vida para el servicio. “Al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba enferma, tenía fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. (Marcos 1, 29-39). Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
El Hijo de Dios sorprende con su
pedagogía, con su Palabra novedosa, con su estilo particular de decir las
cosas, con su personalidad. El poder de
Jesús llama mucho la atención; porque ese poder va a acompañado de milagros,
curaciones, comprensión, ternura, dolor, acompañamiento, sabiduría, etc. El Salvador del mundo sabe hablar con
autoridad y todo lo hace muy bien. (cf. Marcos 1, 22). Existe
un equilibrio especial en la personalidad de Jesucristo: Coincide
perfectamente, lo que Él anuncia, lo que Él hace, y el resultado que Él espera,
de cada uno de nosotros.
Lo que Él anuncia es el Reino de su
Padre celestial, (cf. Lucas 8,1); lo que Él hace es practicar la misericordia y
la caridad con los demás, (cf. Marcos 1,34); el resultado de ese proceso es la
conversión de cada persona que se pone al servicio de Dios en el mundo, (cf.
Marcos 1, 31). El Nazareno aprovecha el momento para educar y formar, dice el
libro sagrado: “Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y
expulsando los demonios.” (Marcos 1, 39). El método cristiano lleva consigo las
cláusulas del maestro: siempre hacer el bien, ayudar, sanar, convertir, y a la
vez evangelizar con la misma Palabra a quien quiera recibirla con fe. Así lo
sintió y lo experimentó el apóstol de los gentiles: “Todo lo hago por el
Evangelio”. (1 Corintios 9, 23).
El Papa emérito Benedicto XVI como
un excelente hermeneuta bíblico, explica que Jesucristo demuestra el Reino de
Dios, devolviendo a hombres y mujeres, la integridad de su cuerpo y espíritu. Gracias
a la acción del Espíritu Santo, la obra de Jesús se prolonga en la misión de la
Iglesia. Mediante los sacramentos, es Cristo quien comunica su vida a multitud
de hermanos y hermanas, mientras cura y conforta a innumerables enfermos a
través de las numerosas actividades de asistencia sanitaria que las comunidades
cristianas promueven con caridad fraterna, mostrando así el verdadero rostro de
Dios, su amor. (Ángelus, 8 febrero 2009). Cuida tu salud: Jesús no solo sana a
la persona, sino que sana para que la persona se ponga al servicio de la vida.