Evangelio para el domingo 21 de febrero 2021. Las tentaciones miden la superación de las personas. “El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios, decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Conviértanse y crean en el Evangelio.” (Marcos 1, 12-15). Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
La primera cuaresma la vivió Jesús
de Nazareth. Tres milenios después la seguimos celebrando, viviendo y
aprendiendo cada vez más de su sentido pleno y la razón de la propuesta del
Evangelio. El Hijo de Dios fue al desierto para vivir la experiencia fundante
del pueblo de Dios, para salir de allí vencedor. El Valor que se destaca en este evento es la
fidelidad; la gracia es la fortaleza y el éxito es perseverar. Quien logra
superar las pruebas que le impone la vida, el trabajo, la misión, la vocación;
logrará ser una persona perfecta e íntegra, tal como lo experimentó el apóstol
Santiago (cf. Santiago 1, 2-4).
Muchas personas se han dejado ganar
la batalla con los asuntos del mundo. Las tentaciones, como el poder, el placer
y el tener, limitan la conciencia para poder encontrar el camino del bien y la
razón de la verdad. Las tentaciones limitan, las tentaciones enceguecen. “La
tentación es recurrente y permanente. Es necesario aprender a discernir bien pues una cosa es “ser tentado”
y otra es “consentir”. Las tentaciones son la prueba a la fortaleza del alma
humana. La solución es buscar el arrepentimiento,
encontrar el camino de Dios, superar las pruebas que propone el mismo Dios (cf.
Deuteronomio 8, 2-7). Las obras de misericordia son una buena propuesta, porque
ellas no se transforman en ceniza, sino en calidad de vida. (cf. Isaías 58,
6-8).
El Papa Francisco enseña que Dios no es el protagonista de las
tentaciones que se presentan en el camino del hombre. Como si Dios estuviera al
acecho para poner insidias y trampas para sus hijos”. Leemos en la Carta del
Apóstol Santiago: Nadie, cuando es tentado, debe decir: ‘Yo soy tentado por
Dios’; porque Dios no puede ser tentado al mal y no tienta a nadie. (Santiago 1,13).
Es todo lo contrario: el Padre no es el autor del mal, ningún hijo que pide un
pez recibe una serpiente (cf. Lucas11, 11)”.
(Audiencia 1 de mayo 2019). Cuida tu salud: Compararnos con los que
están mejor, nos lleva al resentimiento.