26 de octubre 2020. VERITATIS UNA VIS, UNA FACIES EST (Séneca). Autor: Padre, Mario García Isaza c.m. Formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. Salió a la luz, hace algunos días, un diálogo del santo Padre Francisco, en el que, como lo hace de ordinario, en un lenguaje lleno de espontaneidad, con su manera típica de hablar, en la que no hay demasiados cálculos y que confía en que quien escucha es buen entendedor, el pontífice se refirió a un tema que ya ha tocado en varias oportunidades, el del respeto a las personas homosexuales y a sus derechos. Y… ¡quién dijo miedo! , de un lado se soltó de inmediato la jauría de quienes, tergiversando las palabras del Papa, lo atacan con furia; y de otro se alzó el coro vocinglero de los que lo inciensan y creen ver en él a un reformador que cambia la doctrina y funda una iglesia hecha a la medida de sus pretensiones, distinta de la establecida sobre la piedra, inmutable y fiel. Pero hay que lo: ¡ni lo uno ni lo otro! Nuestro santo Padre es el maestro de la verdad, el custodio del depósito de la fe, el pastor que señala el camino a la grey. Lo que sucede es que hay que despojarse de prejuicios que nublan para entender sus enseñanzas.
Se ha dicho y se ha escrito cada tontería en relación con
las palabras del Sumo Pontífice en esta
ocasión. Hace tres o cuatro días, en el blog virtual del periódico Debate, leí un artículo rubricado por Carlos A. Montaner, a tal punto superficial y saturado de afirmaciones falsas sobre el Papa y sobre la Iglesia católica, que resulta de verdad irritante. Lo que asevera, por ejemplo, acerca de los que rodean al Papa, ateniéndose a datos suministrados por quien, homosexual confeso y excluido del Vaticano, respirando por la herida, adolece de una falta absoluta de objetividad; y lo que, con una avilantez que raya en la bellaquería, insinúa sobre el venerable y venerado Pontífice emérito Benedicto XVI, no es de un pensador y de un comunicador simplemente mesurado y respetuoso. Y hoy publica el periódico El Tiempo, en sus páginas de opinión, una columna del señor Gabriel Silva Luján , “¿Una iglesia nueva?”, que es el modelo de los que hablan y escriben tras interpretar sin profundidad lo que el papa Francisco ha dicho, o haberlo escuchado sin entenderlo, o, lo que es peor, fingiendo no entenderlo para desorientar a los incautos. ¡Marañera forma de ejercer el noble oficio del periodismo!
Como sucede de ordinario, leer e interpretar una frase, una afirmación, sacándola de su contexto, separándola del conjunto doctrinal de quien habla, es una manera de falsearla. El santo Padre, en su diálogo con una periodista, ni equiparó la unión de personas del mismo sexo con el matrimonio, ni le dio ese nombre, ni “canonizó” las relaciones homosexuales, nada de eso. Afirmó, sí, que todos, incluidos los que adolecen de esta problemática, somos hijos, e hijos amados, de Dios; que toda persona merece respeto, y tiene derecho a no ser excluido de su familia; que el Estado tiene que velar por que se reconozcan los derechos civiles de quienes sostienen una relación estable, cualesquiera sean sus inclinaciones. Todo eso, nada más que eso.
Enseñanza llena de la misericordia, de verdad, y antropología del Evangelio. No hay allí mi asomo de cambio, como pretenden algunos, en la doctrina de la Iglesia. Al señor Montaner, y al señor Silva, y a cuantos piensan como ellos, habría que invitarlos a leer, sin ideas preconcebidas ni prejuicios, el magisterio solemne del Papa Francisco. Se encontrarían, por ejemplo, en relación con temas que ellos leen con irresponsable superficialidad, como el de la naturaleza de la familia, el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal, el aborto y la eutanasia, la homosexualidad, etc., con enseñanzas como éstas:” Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena….Las uniones de hecho, o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse al matrimonio.” (Amoris laetitia, 52) “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para una maduración íntegra y armoniosa” (ibid. 72) “..No existe ningún fundamento para equiparar o establecer analogías ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (ib.251) “El sacerdocio reservado a los varones…es una cuestión que no se pone en discusión” (Evangelii gaudium, 104) “La eutanasia y el suicidio asistido son graves amenazas para las familias del mundo entero…La Iglesia se opone firmemente a estas prácticas…” (Amoris laetitia, 48) “
Entre los débiles que
la Iglesia quiere cuidar con predilección, están los niños por nacer…a quienes hoy
se les quiere negar su dignidad humana…quitándoles la vida y promoviendo
legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Precisamente porque es una cuestión
que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la
persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta
cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto: esto no es un asunto
sujeto a supuestas reformas o “modernizaciones” (E.G. 213-214)
No, señor Silva,
¡desencántese!, no hay asomo, ni puede haberlo, de una iglesia nueva. La de
Jesucristo, es y seguirá siendo única, y, escrutando con la luz del Espíritu que la anima los signos de los tiempos, y continuará marchando en seguimiento del cayado de quien es, en la tierra, el representante del único Pastor. Y nos enseñará siempre, a quienes tenemos la dicha de ser sus hijos, que la verdad no cambia, es inmutable, es de ayer, de hoy y de siempre, y mantiene su fuerza y tiene un solo e inmutable rostro. Correo del autor: magarisaz@hotmail.com