18 de julio 2018. El poder embriaga. Autor: Monseñor, Felipe
Arismendi Esquivel. Obispo emérito de san Cristóbal de las casas. VER Lo que
sucede en otras partes, nos ilustra y nos advierte. En Nicaragua, el actual
Presidente Daniel Ortega luchó contra la dictadura de Anastasio Somoza y cambió
el sistema. Ahora se está pareciendo a un dictador, que se perpetúa en el poder
y reprime a la población, incluso a los obispos, que están tratando de ayudar
en un diálogo por la paz y la justicia, que se ha visto frustrado por la
violencia policiaca
y por la obstinación en no adelantar elecciones. Sus
adictos de otros tiempos, hoy le critican que el poder lo ha corrompido.
Luis Ignacio Lula, en Brasil, un luchador social incansable,
sincero, muy bien intencionado, austero, defensor de los pobres, llegó a la
presidencia e hizo muchas cosas buenas. Sin embargo, ahora está en la cárcel,
por actos de corrupción y tráfico de influencias que le adjudican. Sean ciertos
o no, muchos que lo apoyaron, ahora lo rechazan porque, dicen, ha caído en las
fallas que él mismo criticó. Pueden no ser actos de los que sea personalmente
responsable, pero no faltan corruptos en los equipos de trabajo, que manchan
todo a su alrededor.
En Bolivia, Evo Morales reivindicó los derechos sobre todo
de los indígenas, que son la mayoría en el país, y promovió varios cambios
sociales y políticos, con mucha aceptación inicial del pueblo. Sin embargo,
cambió la Constitución y se está reeligiendo, con la intención, dice, de
consolidar los cambios que ha impulsado. Hoy, un buen número de indígenas ya no
está de acuerdo con él.
No traigo a colación los casos de Chávez y Maduro en Venezuela,
porque cayeron en abusos extremos de poder, con sufrimientos indecibles para la
población. Quienes reciben programas asistenciales y quienes se benefician de
cargos públicos, apoyan al actual presidente, incluso con elecciones amañadas
para perpetuarse, pero millones de venezolanos están huyendo hacia países
vecinos, por la insoportable situación alimenticia, sanitaria y de seguridad.
PENSAR
El Papa Francisco, en un mensaje a católicos con
responsabilidades políticas, insistió en opciones políticas y sociales que
siempre se han de atender:
“¡Cuánta necesidad estamos teniendo de una «buena y noble
política» y de sus protagonistas hoy en América Latina! ¿Acaso no hay que
enfrentar problemas y desafíos de gran magnitud? Ante todo, la custodia del don
de la vida en todas sus etapas y manifestaciones. América Latina tiene también
necesidad de un crecimiento industrial, tecnológico, auto-sostenido y
sustentable, junto con políticas que enfrenten el drama de la pobreza y que
apunten a la equidad y a la inclusión, porque no es verdadero desarrollo el que
deja a multitudes desamparadas y sigue alimentando una escandalosa desigualdad
social. No se puede descuidar una educación integral, que comienza en la
familia y se desarrolla en una escolarización para todos y de calidad. Hay que
fortalecer el tejido familiar y social. Una cultura del encuentro —y no de los
permanentes antagonismos— tiene que fortalecer los vínculos fundamentales de
humanidad y sociabilidad y poner cimientos fuertes a una amistad social, que
deje atrás las tenazas del individualismo y la masificación, la polarización y
la manipulación.
Tenemos que encaminarnos hacia democracias maduras,
participativas, sin las lacras de la corrupción, o de las colonizaciones
ideológicas, o las pretensiones autocráticas y las demagogias baratas. Cuidemos
nuestra casa común y sus habitantes más vulnerables evitando todo tipo de
indiferencias suicidas y de explotaciones salvajes.
Levantemos nuevamente muy en alto y muy concretamente la
exigencia de una integración económica, social, cultural y política de pueblos
hermanos para ir construyendo nuestro continente, que será todavía más grande
cuando incorpore «todas las sangres», completando su mestizaje, y sea paradigma
de respeto de los derechos humanos, de paz, de justicia. No podemos resignarnos
a la situación deteriorada en que con frecuencia hoy nos debatimos”
(I-XII-2017).
ACTUAR
No desconfiemos de todo y de todos, pero no seamos ingenuos.
El poder puede corromper al mejor intencionado. Ayudemos a que esto no suceda.
¿Cómo? Si advertimos alguna desviación, seamos capaces de advertirla a quien
compete, buscando caminos para hacérselo ver al directamente implicado.
No digamos que eso es imposible, pues siempre hay medios
para llegar a quien nos importa. Si no se corrige, sigamos intentando otras
alternativas, siempre personales. Y si hace falta, hagamos la denuncia pública.
Aunque alguien diga que esto de nada sirve, cada quien hagamos lo que podemos,
y no nos quedemos de brazos cruzados, viendo de lejos pasar la historia. Seamos
constructores de historia, no plañideras permanentes. Y oremos al Espíritu,
pues la oración hecha con fe tiene un poder increíble. Fuente:
Zenit. org.