Evangelio para el Domingo 8 de
julio 2018. °°° « No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus
parientes y en su casa.» No pudo realizar allí ningún milagro, sólo curó
algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”. °°°
Marcos 6, 1-6.
Jesús despierta la admiración de sus contemporáneos, por la
novedad de su enseñanza y por la autoridad con que la expone; suscita estupor
por el poder con que manda a los espíritus malignos que tiranizan a las
personas y por el sometimiento a que los reduce (cf. Marcos 1,27); infunde
temor reverencial a sus discípulos al ver la obediencia con que el viento y el
mar se someten a su palabra. (cf. Lucas 8,25). Mientras los escribas piensan
que solo Dios puede perdonar pecados, el maestro advierte que él también tiene
el poder. (cf. Marcos 2, 6-11) Y no solo tiene el poder sino que lo transmite a
sus discípulos °°° todo lo que desatéis en la tierra, quedará desatado en el
cielo °°° (cf. Mateo 18,18). El enviado
de Dios, también se convierte en escándalo, porque pone a prueba la fe del
pueblo, tal como lo profetizó Isaías (cf. Isaías 8, 14-15). Jesucristo es signo
de contradicción para caída y elevación de muchos en Israel. (cf. Lucas 2, 34).
Jesús es el maestro controvertido por
excelencia.
Encontrar
a Jesús, es imposible si no logramos darle el valor que se merece la misma obra
de Dios. Nadie puede atreverse a decir que ama a Dios, que es un privilegiado
de Dios, mientras desprecie a su hermano, mientras catalogue o discrimine a los
demás; mientras no vea con los ojos de Jesús.
“Nadie es profeta en su tierra”. Se pierden tantas oportunidades, se
escapan tantos momentos de gozo, se amplía la brecha entre pueblos, razas, y
naciones. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar el valor de los demás?. El santo
padre, Benedicto XVI enseña que para conocer a Jesús es necesario la
experiencia viva de él y por ende, el testimonio de otras personas se hace
importante °°° “nosotros mismos tenemos que quedar involucrados personalmente
en una relación íntima y profunda con Jesús. De manera semejante, los
samaritanos, después de haber escuchado el testimonio de la compatriota con la
que Jesús se había encontrado en el pozo de Jacob, quisieron hablar
directamente con Él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: “Ya no
creemos por tus palabras; pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es
verdaderamente el Salvador del mundo.”» (cf. Juan 4, 42) Cuida tu salud: Las personas de fe, no
discriminamos a los demás. Padre, Jairo
Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.