9 de julio 2018. Mensaje de la CVI asamblea plenaria del
episcopado colombiano: Hay que construir la unidad; combatir la corrupción y
trabajar por la paz: «Pues sé muy bien lo que pienso hacer con ustedes:
designios de paz y no de aflicción, darles un porvenir y una esperanza»
(Jeremías 29, 11)
Como discípulos de Jesucristo que leemos la historia a la
luz de Dios, los Obispos colombianos, reunidos en Asamblea Plenaria, interpretamos
algunos hechos de la actual situación del país a la luz de la fe y queremos
dirigirles un mensaje de esperanza.
No nos conviene ahondar en la polarización a la que hemos llegado
en el esfuerzo de lograr el país que soñamos. La división no hace bien a
ninguno. Hay que avanzar, dentro de un pacto social y cultural, a un gran
acuerdo que nos permita vivir y trabajar todos en un gran proyecto nacional.
Saludamos al nuevo Presidente de la República y lo
acompañamos en su propósito de ser garante de la unidad del país, como lo
prometió en su primer discurso. Pedimos al Congreso de la República que se
comprometa con este cometido. A los partidos y diversas agrupaciones sociales y
políticas los invitamos para que, con responsabilidad, luchen también por este
ideal. Llamamos a todos los colombianos a soñar de nuevo nuestra convivencia y
a empeñarnos seriamente en el bien común.
2. Combatamos la corrupción
La corrupción, que incrementa la inequidad, la ilegalidad,
el narcotráfico, la pobreza y distintas formas de violencia, se ha vuelto para
Colombia un mal gravísimo.
N° 22 Aún resuenan en nuestros oídos las palabras del Papa
Francisco: “No participen en ninguna negociación que malvenda sus esperanzas.
No tengan miedo de alzar serenamente la voz para recordar a todos que una sociedad
que se deja seducir por el espejismo del narcotráfico se arrastra a sí misma en
esa metástasis moral que mercantiliza el infierno y siembra por doquier la
corrupción y, al mismo tiempo, engorda los paraísos fiscales”
Para que la corrupción ceda en nuestro país es determinante
el rescate de la ética en la vida personal, la familia, la escuela, la academia
y la sociedad en general.
Debemos conocer y acoger las iniciativas que se juzguen
válidas en el país para combatir este flagelo, rechazar este tipo de prácticas
corruptas y cultivar una cultura de la honestidad y la transparencia.
3. No nos cansemos de trabajar por la paz
La paz es un bien que merece todos nuestros esfuerzos.
Ningún colombiano puede negarse a participar en la superación de los problemas
y situaciones conflictivas del país.
Invitamos a no dejar a mitad de camino el esfuerzo que el
país ha realizado por la paz y la reconciliación, que requiere nuevos aportes y
nuevos horizontes, pero sobre todo el ánimo y compromiso de todos para que
finalmente la paz sea una realidad.
Manifestamos de nuevo nuestra profunda consternación por los
asesinatos de hermanos y hermanas en los últimos días; nos unimos al dolor de
sus familias.
Toda vida es sagrada y toda muerte violenta es inaceptable. Hacemos
una llamada a la sociedad colombiana a mantener la estabilidad de las regiones
y de la democracia y a continuar avanzando por los caminos que garantizan la
vida, la libertad y la justicia. Pedimos a las autoridades elevar los niveles
de protección y los mecanismos establecidos legalmente para garantizar la vida
de quienes están bajo amenazas.
4. Comprometámonos todos
Jesús nos ha dicho: «Ustedes son la luz del mundo y la sal
de la tierra» (Cf. Mt 5,13-16).
Este imperativo moral nos compromete como Iglesia. Por eso,
a los católicos colombianos nos duele lo que sucede en el país. Queremos ser
obreros, decididos en la reconstrucción de la nación. Nos proponemos
multiplicar las acciones que puedan dar esperanza en este momento y ser
creativos y generosos para encontrar la solución a nuestros problemas. No
esperemos con los brazos cruzados el cambio del país. Inspirados en el Evangelio,
trabajemos sin descanso por sanar las heridas, tender puentes, encontrar la
reconciliación y cultivar la cultura del encuentro fraterno.
También nos preocupa la situación de nuestros hermanos
venidos de Venezuela. Haciendo propia la llamada del Papa Francisco, acojamos,
protejamos, promovamos e integremos a quienes, desde la hermana nación, llegan
a nuestro país en busca de nuevos horizontes.
Que la Virgen María nos enseñe a ser fieles al querer de
Dios sobre nuestra patria en esta nueva etapa de su historia. + Óscar Urbina
Ortega Arzobispo de Villavicencio Presidente de la Conferencia Episcopal