“Velad
entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o
a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga
inesperadamente y os encuentre dormidos” (Marcos 13, 33-37).
La venida
definitiva del Señor no la sabemos, por eso es necesario vivir atentos y
vigilantes, eso es lo que recomienda la Sagrada Escritura. Lo peor que nos podría ocurrir, es que llegue
ese momento y no nos encontremos preparados. El mismo Dios prevé esta situación
diciendo “no sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos”. Un santo
Obispo de Hipona distingue el sueño del cuerpo y el sueño del alma: “Dios ha
concedido al cuerpo el don del sueño, con el cual se restauran sus miembros,
para que puedan sostener al alma vigilante; lo que debemos evitar es que
nuestra alma duerma. Malo es el sueño del alma. El sueño del alma es el olvido
de Dios. A éstos el apóstol san Pablo les dice: Despierta tú que duermes,
levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo. (Efesios 5, 14). (S.
Agustín Salmo 62)
El que duerme tiene que despertarse
ahora, no mañana, porque no sabe si el Señor viene. No hay que caer en la
trampa de la tentación cuando creemos que podemos superar nuestras propias
debilidades “mañana”, algunos dicen: prometo que desde mañana en adelante voy a
cambiar. Esas promesas muchas veces no se cumplen. Otros dirán: prometo que en
esta navidad si pienso cambiar, llegará el fin del año y tendrán que decir: yo
creo que en la próxima cuaresma si voy a cumplir. Dios no quiere que nos
engañemos a nosotros mismos. Su mensaje es muy claro: “sé ferviente y
arrepiéntete, mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis
3,19-20) Nuestro anhelo de salvarnos debe estar vivo y presente en nuestras
vidas. La consigna es no quedarse dormido, pues desafortunada sería la actitud
de quien no prevé; de aquel que se contenta con lo mínimo; aquella persona que
cree que ya está cumpliendo con sus deberes para con Dios. Aquellos que se
dejan llevar por las atracciones del mundo y se olvidan de su propia salvación.
Estar atentos predispone para que no demos paso a las tentaciones, como le
advirtió Jesucristo a Pedro: “¿No han sido capaces de estar despiertos una hora
conmigo?” °°° (cf. Mateo 26, 40-41). También
es muy cierta la máxima bíblica que la persona que se queda dormida se arruina,
precisamente fue lo que le sucedió a Sansón quien se dejó influenciar de
Dalila. Se despertó y dijo: “Saldré como tantas otras veces, y me las
arreglaré. Pero no sabía que el Señor lo había abandonado” (cf Jueces 16, 18 -
20).
Sabiamente el Papa Francisco advierte que es
obligatorio estar despiertos porque el demonio o el mal, intenta llevar a las
personas a la mundanidad, mediante las seducciones. “Estar atentos porque los
demonios nos hacen “dirigirnos lentamente hacia la mundanidad” y el que lo
evita es Cristo que salva “de la seducción”. Para evitar caer en la tentación, es
necesario hacer obras de caridad que “cuestan mucho” pero “nos llevarán a estar
más atentos”. El discurso escatológico del Maestro de Nazareth nos pone en la
sintonía de: Discernir, para que nadie
nos engañe con el final de los tiempos. Esperar, porque no sabemos el día, ni
la hora. Velar, porque la oración es la mejor herramienta para fortalecer y santificar
el alma.