3 de diciembre de 2017

La Palabra, una semilla que se convirtió en salvación


No debemos despreciar los intermediarios de Dios, un intermediario muy eficaz es su Santa Palabra.  Dios mismo es Palabra. (Juan 1, 1-5.9-14) No todo el que me diga: `Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos. 
 
La Palabra brilla, es luz, disipa las tinieblas, la Palabra habitó en medio de nosotros, Quien desee gozar de la dicha del Señor, debe aprender primero a hacer la voluntad de Dios; a escuchar su Palabra, a recibir su Palabra, a contemplar su Palabra, pues, el mismo Dios indica que quien escuche su Palabra y la ponga en práctica será como aquel que edificó su casa sobre la roca; en otras palabras, acepta la mediación de Dios, se deja aconsejar, se deja iluminar por el Espíritu del Señor. Encuentra la seguridad de toda su vida.  Aprendamos a edificar nuestras vidas sobre la roca firme, sobre la Palabra del Señor, que es alimento, que es vida, que es sabiduría, que es Gracia, es perdón, es milagro, es fuerza que finiquita cualquier mal.

            La Palabra de Dios, debe ser para cada uno de nosotros, la fuente principal para adentrarnos en el Misterio de Dios; el punto de reflexión para edificar nuestra personalidad;  el medio por el cual navegan nuestros sentimientos, nuestros afectos, nuestros deseos, nuestras esperanzas, nuestro caminar.  La Sagrada Escritura presenta la Palabra con su fuerza creadora, La Palabra es unificadora: La Palabra es personalizada y a la vez comunitaria; La Palabra es como una semilla que va creciendo hasta lograr convertirse en espiga:

            "La Palabra no es para ponerla bajo la cama, sino para proclamarla públicamente. La Palabra es Universal. La Palabra es tu propio compromiso con Dios y con todos los que te rodean.  No podemos defraudar a Dios después de haber escuchado su Palabra, no podemos continuar en el mismo camino del desorden moral, la mentira, la crítica destructiva, el pietismo, el estar comparándonos a todo momento con los demás, el creer que estamos bien, porque no somos tan malos como los demás.       Recuerda, que la Palabra es personal y es comunitaria, es personal porque Dios la dirige hacia ti, y es comunitaria, porque ella misma te indica el camino a vivir en comunión con los demás. Luchemos porque la Palabra, vuelva a tener el valor supremo y delicado que tuvo tiempos atrás, no juguemos con la Palabra, no utilicemos para beneficio propio la Palabra, no mintamos a través de la Palabra, no engañemos con la Palabra.  La Palabra se hizo carne, se hizo hombre y está en medio de nosotros; al contrario, démosle esa gran sorpresa a Dios: démosle la Palabra, que nuestro cambio sea certero, olvidaremos odios y rencores, no aceptaremos nada en contra de la verdad, no nos prestaremos para dilapidar la vida de nuestros semejantes.  Que, por fin, navidad, sea para mí, para ti, para nosotros, paz, alegría, cambio, renovación.  Vida nueva.