17 de enero 2021. “La llamada de Dios es amor.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco, Biblioteca del palacio apostólico. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!. El Evangelio de este segundo domingo del Tiempo Ordinario (cf. Juan 1,35-42) presenta el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos. La escena se desarrolla en el río Jordán, el día después del bautismo de Jesús. El mismo Juan Bautista señala al Mesías a dos de ellos con estas palabras: "¡He ahí el Cordero de Dios!" (v. 36). Y aquellos dos, fiándose del testimonio del Bautista, siguen a Jesús que se da cuenta y pregunta: "¿Qué buscáis?" y ellos le preguntan: "Maestro, ¿Dónde vives?" (v. 38).
Y aquellos, tantos años después, se acordaban incluso de la hora, no podían olvidar este encuentro tan feliz, tan pleno, que había cambiado sus vidas. Luego, cuando salen de este encuentro y vuelven con sus hermanos, esta alegría, esta luz se desborda de sus corazones como una riada. Uno de los dos, Andrés, dice a su hermano Simón -a quien Jesús llamará Pedro cuando lo encuentre- "Hemos encontrado al Mesías" (v. 41). Se fueron seguros de que Jesús era el Mesías, convencidos.
Detengámonos un momento en esta experiencia de encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él. Cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Siempre es Él quien toma la iniciativa, Él te llama. Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular. “Yo te quiero aquí”. La primera llamada de Dios es a la vida; con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie. Después Dios llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios. Finalmente, Dios nos llama a un estado de vida particular: a darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada. Son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios, ese que tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Dios llama siempre. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos.
Hermanos y hermanas, frente a la llamada del Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a veces puede ser de rechazo- “No...Tengo miedo..- rechazo porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones y también de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda. “Oh, no, no lo conseguiré, mejor que no, mejor una vida más tranquila...Dios allí y yo aquí”. Pero la llamada de Dios es amor, tenemos que intentar encontrar el amor que hay detrás de cada llamada, y a ella se responde solo con amor. Este es el lenguaje: la respuesta a una llamada que viene del amor es solo el amor. Al principio hay un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: "He encontrado el Amor", “he encontrado al Mesías”, “he encontrado a Dios”, “he encontrado a Jesús” “he encontrado el sentido de mi vida". En una palabra: "He encontrado a Dios".
La Virgen María nos ayude a hacer de nuestra vida un canto
de alabanza a Dios, en respuesta a su llamada y en el cumplimiento humilde y
alegre de su voluntad. Pero recordemos esto: para cada uno de nosotros, en la
vida, ha habido un momento en el que Dios se ha hecho presente con más fuerza,
con una llamada. Recordémosla. Retornemos a ese momento, para que el recuerdo
de aquel momento nos renueve siempre en el encuentro con Jesús. Fuente:
Vatican. Va.