2 de mayo de 2025

POR UNA IGLESIA SINODAL


2 de mayo 2025 POR UNA IGLESIA SINODAL COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
En nuestra reflexión nos dejamos guiar por: los relatos evangélicos de la Resurrección.
La carrera hacia el sepulcro en la madrugada de Pascua, la aparición del Resucitado en el Cenáculo y en la orilla del lago.
 
He organizado 5 talleres tomando como punto de referencia la Asamblea 16 del sínodo de los Obispos, quienes proponen en comunión con el Papa Francisco una Iglesia Sinodal. Espero sea de ayuda para quienes la usen en sus comunidades parroquiales.
Orientador: Padre Jairo Yate Ramírez
Arquidiócesis de Ibagué 
 
Los temas que nuestros Obispos proponen reflexionar son:
EL CORAZÓN DE LA SINODALIDAD
Llamados por el Espíritu Santo a la Conversión
“María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba (Juan 20, 1-2)
 
EN LA BARCA JUNTOS
La conversión de las relaciones
“Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo» (Juan 21, 2-3)
 
LANZAR LA RED
La conversión de los procesos
            “Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces (Juan 21, 5-6)
 
UNA PESCA ABUNDANTE
La conversión de los vínculos
            “Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces […] Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red (Juan 21, 8.11).  
 
TAMBIÉN YO LOS ENVÍO
Forman discípulos misioneros
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20, 21-22)
 

PRIMER TEMA
EL CORAZÓN DE LA SINODALIDAD
Llamados por el Espíritu Santo a la Conversión “María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba (Juan 20, 1-2)
 
¿DE QUÉ SE TRATA?
De acuerdo a la primera experiencia con Cristo resucitado, nuestros Obispos nos recomiendan las siguientes reflexiones:
 
La Iglesia existe para testimoniar al mundo el acontecimiento decisivo de la historia: la resurrección de Jesús.
El Resucitado trae la paz al mundo y nos da el don de su Espíritu. Cristo vivo es la fuente de la verdadera libertad, el fundamento de la esperanza que no defrauda, la revelación del verdadero rostro de Dios y del destino último del hombre.
 
Del Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo brota la identidad del Pueblo de Dios. Se realiza como llamada a la santidad y envío en misión para invitar a todos los pueblos a acoger el don de la salvación (cf. Mateo 28, 18-19)
 
El Pueblo de Dios anuncia y testimonia la Buena Nueva de la salvación; viviendo en el mundo y para el mundo, camina junto a todos los pueblos de la tierra, dialoga con sus religiones y culturas, reconociendo en ellas las semillas de la Palabra, avanzando hacia el Reino.
 
El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres” (Evangelii Gaudium 197), los marginados y excluidos, y por tanto también en el de la Iglesia. En ellos la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo, que, de rico que era, se hizo pobre por nosotros, para que nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza (cf. 2 Corintios 8, 9).
 
El camino sinodal de la Iglesia nos ha llevado a redescubrir que la variedad de vocaciones, carismas y ministerios tiene una raíz: “todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo” (1 Corintios 12, 13). El bautismo es el fundamento de la vida cristiana, porque introduce a todos en el don más grande: ser hijos de Dios, es decir, partícipes de la relación de Jesús con el Padre en el Espíritu.
 
Por el Bautismo todos los cristianos participan del sensus fidei. Por tanto, además de ser el principio de la sinodalidad, es también el fundamento del ecumenismo. “El camino de la sinodalidad, que la Iglesia católica está siguiendo, es y debe ser ecuménico, así como el camino ecuménico es sinodal” (Papa Francisco, Discurso a Su Santidad Mar Awa III, 19 de noviembre de 2022).
La sinodalidad es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad; orientada a la misión, implica reunirse en asamblea en los diferentes niveles de la vida eclesial, la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento comunitario, llegar a un consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu, y la toma de decisiones en una corresponsabilidad diferenciada.
 

SOCIALIZACIÓN
Pensando en las siguientes ideas responsamos a los interrogantes.
 
La resurrección de Jesucristo define el ser y el quehacer del Reino que su Padre le encomendó anunciar. La experiencia con el resucitado se convierte en un motivo de gozo, de paz, de alegría, de fe, de cumplimiento de las promesas de un Dios Padre, de un Dios Hijo, de un Dios Espíritu que se quedó para permanecer con nosotros.
 
La resurrección como misterio pertenece al orden de la fe; es también un acontecimiento histórico, las pruebas reposan en el sepulcro vacío (cfr. Juan 20, 2). El Maestro superando la muerte, se aparece a sus discípulos, (cfr. Juan 20, 19-20); también a Santo Tomás (cfr. Juan 20, 26-28). María Magdalena tiene una gran experiencia con el resucitado (cfr. Juan 20, 10-18). El mismo apóstol san Pablo reconoce en el acontecimiento de la resurrección la razón de nuestra fe: (cfr. 1 Corintios 15, 14).
 
El corazón de la sinodalidad nos pide la conversión personal, dar testimonio de lo que creemos y lo que hacemos.
La propuesta de Jesucristo es concreta: “Conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Marcos 1,15). Nuestra conversión debe llevar a un cambio de conducta y de corazón. (Cfr. Isaías 1, 10-19). La conversión debe ser fruto del Espíritu de Dios. (cfr. Lucas 3, 16-17). Hay que comenzar a vivir desde la fe: convertirse al pensamiento y al sentir de Dios.
 
PREGUNTAS
            ¿En qué sentido la conversión es un reto permanente para lograr vivir la sinodalidad?
¿Qué implicaciones tiene la siguiente frase: “La Iglesia existe para testimoniar”?
 
 

SEGUNDO TEMA
EN LA BARCA JUNTOS
La conversión de las relaciones
“Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo» (Juan 21, 2-3)
 
¿DE QUÉ SE TRATA?
            De acuerdo a la experiencia en la lago de Tiberíades los señores Obispos nos permiten entender que el camino Sinodal resuena en nuestro corazones advirtiéndonos de seguir el llamado de Pedro “voy a pescar”. Una Iglesia Sinodal necesita escuchar y acoger el llamado de Dios al cambio en las relaciones.
 
Una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la creación.
 
El deseo de relaciones más auténticas y significativas no sólo expresa la aspiración a pertenecer a un grupo cohesionado, sino que corresponde a una profunda conciencia de fe: la calidad evangélica de las relaciones comunitarias es decisiva para el testimonio que el Pueblo de Dios está llamado a dar en la historia. “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Juan 13, 35).
 
Hombres o mujeres, judíos o paganos, doctores de la ley o publicanos, justos o pecadores, mendigos, ciegos, leprosos o enfermos, Jesús no despide a nadie, sino que se detiene a escuchar y a entablar un diálogo. Ha revelado el rostro del Padre saliendo al encuentro de cada persona allí donde está su historia y su libertad.
 
La necesidad de una conversión en las relaciones concierne inequívocamente a las relaciones entre hombres y mujeres. El dinamismo relacional está inscrito en nuestra condición de criaturas. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 27-28).
 
La llamada a la renovación de las relaciones en el Señor Jesús resuena en la pluralidad de contextos en los que sus discípulos viven y realizan la misión de la Iglesia. Cada uno de estos contextos posee riquezas particulares que, indispensablemente, hay que tener en cuenta, vinculadas al pluralismo de las culturas.
 
Los cristianos, personalmente o en forma asociada, están llamados a hacer fructificar los dones que el Espíritu concede con vistas al testimonio y al anuncio del Evangelio. “Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Corintios 12, 4-7).
 
La misión implica a todos los bautizados. La primera tarea de los laicos, hombres y mujeres es impregnar y transformar las realidades temporales con el espíritu del Evangelio (cf. LG 31.33; AA 5-7). El proceso sinodal, sostenido con el estímulo del Papa Francisco (cf. Carta apostólica en forma de “motu proprio” Spiritus Domini, 10 de enero de 2021), ha exhortado a las Iglesias locales a responder con creatividad y valentía a las necesidades de la misión, discerniendo entre los carismas
 
Como todos los ministerios de la Iglesia, el episcopado, el presbiterado y el diaconado están al servicio del anuncio del Evangelio y de la edificación de la comunidad eclesial. El Concilio Vaticano II ha recordado que el ministerio ordenado, de institución divina. (Lumen Gentium, 28) El ministerio del Obispo, componer los dones del Espíritu de la unidad
 
A los fieles laicos, hombres y mujeres, se les deben ofrecer más oportunidades de participación, explorando también otras formas de servicio y ministerio en respuesta a las necesidades pastorales de nuestro tiempo, en un espíritu de colaboración y corresponsabilidad diferenciada.  
 

SOCIALIZACIÓN
            Jesucristo se preocupó por sostener buenas relaciones con todo tipo de personas. En todo momento tuvo la prudencia para corregir, la sabiduría para enseñar, la justicia para conducir a los demás, el resultado fue la conversión de muchos que lo siguieron y se identificaron con su ideal de Iglesia, donde reinan las buenas relaciones y se le reconoce a cada persona sus talentos y carismas.
 
Jesucristo enseña el Reino de su Padre celestial con la Palabra, con el testimonio, con la preocupación por el ser de los demás. Eso impacta y llama mucho la atención ante el pueblo judío. Ya ellos conocían la forma de enseñar de los Escribas, Fariseos y doctores de la ley. Una forma con poco altruismo y demasiado legalismo. En la práctica eran más jueces y menos hermanos con la comunidad. Razón tenían los que fueron descubriendo en Jesús de Nazareth “Una nueva manera de enseñar” (Marcos 1, 22)
 
El método, la pedagogía, la manera como hable, como se comporte, como se relaciones una persona con los demás, define e impacta la enseñanza que da a los demás. Jesucristo gozaba de ese talento maravilloso de Anunciar y demostrar a los demás lo que está comunicando porque siempre combinó: Palabra y testimonio. Palabra y caridad. Palabra y misericordia. Palabra y tener tiempo para los demás. Palabra y justicia para el otro. Palabra y siempre darle la mano a los demás. Esa fue la religión que el Hijo de Dios enseñó
 
Jesucristo elige a doce personas con cualidades y con defectos. La clave para que se conviertan en apóstoles es que anuncien la Palabra en nombre de Dios y pongan al servicio de la sociedad, los dones y talentos que Dios regala a cada persona. El apóstol san Pablo recuerda a quienes viven en Tesalónica, cómo deben vivir aquellos elegidos por Dios y que trabajan en nombre de Dios. “Compórtense siempre para agradarle a Dios. la voluntad de Dios es que sean santos. Que nadie ofenda a nadie.” (1 Tesalonicenses 4, 1-6). 
 
PREGUNTAS
            Una Iglesia Sinodal debe revisar cómo andan las relaciones entre las personas que cumplen una misión.
 
            ¿Será que si vivimos en una Iglesia donde reina la hermandad?
¿Qué debemos cambiar en la estructura de nuestra vida pastoral, para que logremos la sinodalidad en las excelentes relaciones?
            ¿Será que en nuestra misión si aceptamos a quien piensa diferente a nosotros?
 

TERCER TEMA
LANZAR LA RED
La conversión de los procesos
            “Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces (Juan 21, 5-6)
 
¿DE QUÉ SE TRATA?
            Escuchar y obedecer parece complicado para muchas personas que cumplen la misión. Si deseamos llegar a ser una Iglesia Sinodal, debemos aprender a caminar juntos en la misma dirección. A escuchar a los demás. A discernir las propuestas de los demás. A respetar y obedecer la autoridad en la misma escala de la sinodalidad. Jesucristo eligió a Pedro como la autoridad ante sus compañeros.
            El profeta Amós pregunta: ¿Pueden dos personas caminar juntas, sin antes ponerse de acuerdo? Dios no hace nada sin comunicárselo a sus servidores los profetas. (Amós 3, 3. 7)
 
Los señores Obispos nos regalan las siguientes consignas:
A lo largo del proceso sinodal, intentamos escuchar esta Voz y acoger lo que nos decía. En la oración y el diálogo fraterno, reconocimos que el discernimiento eclesial, el cuidado de los procesos decisionales y el compromiso de rendir cuentas del propio trabajo y evaluar el resultado de las decisiones tomadas son prácticas con las que respondemos a la Palabra que nos muestra los caminos de la misión.
 
La confianza debe ser recíproca: los responsables de la toma de decisiones deben ser capaces de confiar y escuchar al Pueblo de Dios, que a su vez debe ser capaz de confiar en aquellos que ejercen la autoridad. Esta visión integral subraya que cada una de estas prácticas dependen mutuamente y se apoyan entre sí, sirviendo a la capacidad de la Iglesia para cumplir su misión.
 
Para promover relaciones capaces de sostener y orientar la misión de la Iglesia, es una exigencia prioritaria ejercitar la sabiduría evangélica que permitió a la comunidad apostólica de Jerusalén sellar el resultado del primer acontecimiento sinodal con las palabras: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros” (Hechos 15, 28). Es el discernimiento que, ejercido por el Pueblo de Dios en vista de la misión, podemos calificar de “eclesial”. El Espíritu, que el Padre ha enviado en nombre de Jesús y que enseña todas las cosas (cf. Juan 14, 26),
 
El discernimiento eclesial no es una técnica organizativa, sino una práctica espiritual que hay que vivir en la fe. Requiere libertad interior, humildad, oración, confianza mutua, apertura a la novedad y abandono a la voluntad de Dios. 
 
La escucha de la Palabra de Dios es el punto de partida y el criterio de todo discernimiento eclesial. La Sagrada Escritura, en efecto, testimonia que Dios ha hablado a su Pueblo, hasta darnos en Jesús la plenitud de toda la Revelación (Dei Verbum 2), e indica los lugares donde podemos escuchar su voz.
 
En la Iglesia sinodal “toda la comunidad, en la libre y rica diversidad de sus miembros, es convocada para orar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para que se tomen las decisiones” (CTI, n. 68) 
 
En una Iglesia sinodal, la competencia del obispo, del Colegio episcopal y del Obispo de Roma en la toma de decisiones es irrenunciable, ya que hunde sus raíces en la estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo al servicio de la unidad y del respeto de la legítima diversidad (cf. Lumen Gentium 13). Sin embargo, no es incondicional.
 
El proceso decisional no concluye con la toma de decisiones. Debe ir acompañada y seguida de prácticas de rendición de cuentas y evaluación, en un espíritu de transparencia inspirado en criterios evangélicos. La rendición de cuentas del propio ministerio a la comunidad pertenece a la tradición más antigua, que se remonta a la Iglesia apostólica.
El capítulo 11 de los Hechos de los apóstoles nos ofrece un ejemplo de ello: cuando Pedro regresa a Jerusalén tras haber bautizado a Cornelio, un pagano, y “los creyentes circuncidados le increparon diciendo: ¡Has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos!” (Hechos 11, 2 3). Pedro les responde explicando las razones de sus acciones.
 
La Asamblea propone que se valoricen más el sínodo diocesano y la asamblea parroquial como instancias para una consulta periódica por parte del obispo de la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada, como lugar de escucha, oración y discernimiento.
 

SOCIALIZACIÓN
            Una clave fundamental para que los discípulos tuvieran bastante éxito en la misión encomendada, fue su actitud humilde y respetuosa al mandato de su Maestro. Lo escucharon a Él, obedecieron a Él, permanecieron con Él, lo siguieron a Él.
 
Permanecer. Estar con. Quedarse junto a Jesús de Nazareth, es la clave para vivir a plenitud y conocer el deseo de Dios para con cada uno de nosotros. Así fue la primera experiencia de los discípulos que escucharon a su Maestro, se quedaron con Él, estaban con Él, aprendieron mucho estando en comunión con Él.
 
Permanecer en los asuntos de Dios ha sido el fundamento y base para todos aquellos que le han servido muy bien a Dios. Por ejemplo, en el primer viaje misional de Pablo y Bernabé, desde Perge hasta Antioquía, muchos judíos y prosélitos del judaísmo recibieron la recomendación apostólica: “Permanezcan fieles a la Gracia de Dios” (Hechos 13, 14). San Pablo le recomienda a Timoteo que él debe permanecer fiel a las enseñanzas que recibió y a las convicciones. (II Timoteo 3, 14).
 
            Una Iglesia Sinodal que confía en el Maestro, lanza la red y pone toda su confianza en Dios. Lo que desea el Maestro es “La misión”. “Naveguen mar adentro y lancen las redes”.  Precisamente lanzar la red es lo que tipifica una misión. Eso permite entender que la misión es en nombre de Jesucristo. Lo que debemos anunciar es un mensaje de salvación. De acuerdo al lenguaje de la Sagrada Escritura nos convertimos en “pescadores de hombres”. Como la misión es en un grupo de hermanos, se supone que no deben existir rivalidades, ni dudas en los mensajeros.
 
PREGUNTAS
            ¿Qué tan obedientes somos al consenso pastoral en nuestro sitio de misión?
¿El discernimiento si ha hecho parte en la toma de decisiones pastorales?
¿Si somos respetuosos de los procesos que plantean en nuestra Diócesis?
¿Qué será lo que nos hace falta para que existe la unidad de criterios en nuestra vida pastoral?
¿Confiamos más nuestra misión a nuestro parecer o la voluntad de Dios? 
 

CUARTO TEMA
UNA PESCA ABUNDANTE
La conversión de los vínculos
            “Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces […] Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red (Juan 21, 8. 11).
 
            Trabajar en comunidad, trabajar en equipo, caminar como grupo sinodal, da excelentes resultados para la obra evangelizadora en la Iglesia. La Escritura nos permite saber que Noé se unió a su familia y así logró construir el Arca. (Genesis 6, 8-14). Moisés le comenta a Dios que es muy complicado dirigir a los demás, si no es en comunidad. (Números 11, 13-14). El libro sapiencial nos enseña: “Más vale estar de a dos que solo: el trabajo rendirá más. Si uno cae, su compañero lo levantará. Pero, ay del que está solo si cae: nadie lo levantará.” (Eclesiastés 4, 9-10).
 
Los Obispos nos proponen las siguientes reflexiones:   
 
En el Evangelio, la pesca es una acción realizada en común: cada uno tiene una tarea precisa, distinta pero coordinada con la de los demás. Así es la Iglesia sinodal, hecha de vínculos que unen en la comunión y de espacios para la variedad de pueblos y culturas.
 
La Iglesia no puede entenderse sin estar enraizada en un territorio concreto, en un espacio y en un tiempo donde se forma una experiencia compartida de encuentro con Dios que salva.
 
Nuestra época también se caracteriza por el aumento de la movilidad humana, motivada por diversas razones. Los refugiados y los migrantes forman a menudo comunidades dinámicas, incluso en sus prácticas religiosas, haciendo que el lugar donde se instalan sea multicultural.
 
La difusión de la cultura digital, especialmente evidente entre los jóvenes, también está cambiando profundamente la percepción del espacio y del tiempo, influyendo en las actividades cotidianas, las comunicaciones y las relaciones interpersonales, incluida la fe. Las posibilidades que ofrece la red reconfiguran las relaciones, los vínculos y las fronteras
 
La Iglesia es también Pueblo de Dios en camino con Cristo, en el que cada uno está llamado a ser peregrino de esperanza. La práctica tradicional de las peregrinaciones es un signo de ello. También la piedad popular es uno de los lugares de una Iglesia sinodal misionera.
 
Una de las principales articulaciones de la Iglesia local que nos ha legado la historia es la parroquia. La comunidad parroquial, que se reúne en la celebración de la Eucaristía, es un lugar privilegiado de relaciones, acogida, discernimiento y misión. Los cambios en la concepción y en la forma de vivir la relación con el territorio obligan a reconsiderar su configuración.
 
Caminar juntos en los diferentes lugares como discípulos de Jesús en la diversidad de carismas y ministerios, así como en el intercambio de dones entre las Iglesias, es un signo eficaz de la presencia del amor y de la misericordia de Dios en Cristo que acompaña, sostiene y orienta con el soplo del Espíritu Santo el camino de la humanidad hacia el Reino.
 
La Iglesia, a nivel local y en su unidad católica, se propone como una red de relaciones a través de la cual circula y se promueve la profecía de la cultura del encuentro, de la justicia social, de la inclusión de los grupos marginados, de la fraternidad entre los pueblos, del cuidado de la casa común
 
En el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmed Al-Tayyeb en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019, se declara la voluntad de “asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio”.
 

SOCIALIZACIÓN
El modelo de Iglesia que propone la Palabra de Dios es una vida en comunidad, caminar juntos, contar con los demás, todos son importantes en la comunidad. No existe la posibilidad de descartar a ninguna persona ni muchos menos utilizar a las personas.
 
El Evangelio nos propone:
            La alegría acompaña la misión (cfr. Lucas 10, 21-24) El Papa Francisco nos enseña que: La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lucas 10, 17).
 
 La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf. Lucas 10, 21). (cfr. Exhortación Evangelii Gaudium, 21). Lo tercero, es la formación continua de todos aquellos que cumplen con su misión. Jesucristo estuvo pendiente de la formación de sus apóstoles, desde que los llamó, hasta el momento de la crucifixión y les envió el Espíritu Santo para que siguieran recibiendo la sabiduría de Dios. (cfr. Juan 20, 21-23).
 
Jesucristo prepara sus discípulos para el servicio a la comunidad. (cfr. Mateo 9, 35 – 10, 1. 5ª-6-8) Sus dones, sus gracias, sus talentos, tienen razón de ser para servirle a los demás. El santo de Hipona decía: “Ninguno llegue tarde al tiempo de Dios, ninguno sea perezoso en el servicio divino. Sean todos perseverantes en la oración, fieles en la constante devoción. Sean vigilantes mientras es de día. El día resplandece. Cristo es el día” (San Agustín). El Papa Francisco aclara: el fundamento de la Iglesia se encuentra en el servicio y el amor: “La Iglesia no va hacia delante, la Iglesia no respira”. “Sin el amor no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencia, de gestos sin fecundidad”. (cfr. Homilía, 26 de abril, 2018).
 
Las parábolas sobre el Reino en la Sagrada Escritura guardan un mensaje eminentemente comunitario. (cfr. Marcos 4, 26-34) La comunidad es la primera beneficiada con el Reino propuesto por Jesús, se forma y se construye el ambiente comunitario con la base de la Palabra y el testimonio; no somos los autores principales, somos el resultado de una Palabra que se encarnó en nuestros corazones y sentimientos y nos permitió llamarnos hermanos, comunidad, Iglesia, Reino.   
 
PREGUNTAS
            ¿Por qué no funciona bien nuestra vida en comunidad?
¿Cree usted que nos hace falta más formarnos para vivir en comunidad y entender que el éxito de la misión está en servirle a la comunidad?
            ¿Por qué será que muchas personas se quejan del servicio en nuestra Iglesia?
¿Cuáles cambios deberíamos hacer para que funcionen nuestras dependencias pastorales como un gran servicio a la comunidad? 
 

QUINTO TEMA
También yo los envío” Formar un pueblo de discípulos misioneros
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y,
dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20, 21-22)
 
            Cumplimos con nuestra misión en nombre del Maestro y guiador por el Espíritu Santo.
Nos convertimos en misioneros de Dios en la unidad y la verdad. (cfr. Juan 17, 1-11) La unidad es definitiva en el camino de la misión. El Papa Francisco aclara: “«Cuando contemplamos la Trinidad, vemos que Dios es una comunión de personas, un misterio de amor. El amor con el que Dios viene a buscarnos y salvarnos, enraizado en su ser Uno y Trino, es también la base de la naturaleza misionera de la Iglesia peregrina en la tierra (cfr. San Juan Pablo II, encíclica Redemptoris Missio, 1; Concilio: Ad Gentes, 2)».
 
            El Maestro propone el amor y la hermandad para cumplir con la misión. (cfr. Juan 17, 11b-19).  El mayor orgullo de un misionero será su decisión de tomar la Cruz y seguir los pasos del Maestro. (cfr. Lucas 9, 23). La soberbia y la prepotencia no funcionan en un misionero. El Maestro recuerda: Si ganas el mundo, pierdes tu alma. (Lucas 9, 25). La envidia y la maledicencia contra los talentos de los demás, impiden la verdadera misión. El Maestro propone: No le impidan a nadie cumplir con sus talentos. El que no está contra ustedes, está con ustedes. (Lucas 9, 50). El buen misionero se compromete con Dios y no se le ocurre mirar hacia atrás. (Lucas 9, 62).
 
Nuestros Obispos nos proponen los siguientes pensamientos:
 
En la tarde de Pascua, Cristo entrega a los discípulos el don mesiánico de su paz y
los hace partícipes de su misión. Su paz es plenitud de ser, armonía con Dios, con los hermanos
y las hermanas, y con la creación; la misión es anunciar el Reino de Dios, ofreciendo a toda
persona, sin excluir a nadie, la misericordia y el amor del Padre.
 
Para que el Pueblo santo de Dios pueda testimoniar a todos la alegría del Evangelio, creciendo en la práctica de la sinodalidad, necesita una formación adecuada: ante todo en la libertad de hijos e hijas de Dios en el seguimiento de Jesucristo, contemplado en la oración y  reconocido en los pobres. La sinodalidad, en efecto, implica una profunda conciencia vocacional y misionera, fuente de un estilo renovado en las relaciones eclesiales.
 
Una de las peticiones que ha surgido con más fuerza de todas las partes a lo largo del proceso sinodal es que la formación sea integral, continua y compartida. Su finalidad no es sólo la adquisición de conocimientos teóricos, sino la promoción de la capacidad de apertura y encuentro, de compartir y colaborar, de reflexión y discernimiento en común, de lectura teológica de las experiencias concretas. Por tanto, debe cuestionar todas las dimensiones de la persona (intelectual, afectiva, relacional y espiritual).
 
Entre las prácticas formativas que pueden recibir un nuevo impulso de la sinodalidad, se debe prestar particular atención a la catequesis para que, además de declinarse en los itinerarios de la Iniciación, sea cada vez más “en salida” y hacia afuera. Las comunidades de discípulos misioneros sabrán practicarla en el signo de la misericordia y acercarla a la experiencia de cada uno, llevándola a las periferias existenciales, sin perder en esto la referencia al Catecismo de la Iglesia Católica.
 
La cultura digital constituye una dimensión crucial del testimonio de la Iglesia en la cultura contemporánea, así como un campo misionero emergente. Por eso es necesario cuidar que el mensaje cristiano esté presente en la red de formas fiables que no distorsionen su contenido de forma ideológica. Aunque lo digital tiene un gran potencial para mejorar nuestras vidas, también puede causar daños y perjuicios, a través del acoso, la desinformación.
 
Los temas de la doctrina social de la Iglesia, el compromiso por la paz y la justicia, el cuidado de la casa común y el diálogo intercultural e interreligioso también deben ser más difundidos en el Pueblo de Dios, para que la acción de los discípulos misioneros incida en la construcción de un mundo más justo y fraterno. 
 
EL RESUCITADO PROPONE UN BANQUETE PARA TODOS LOS PUEBLOS
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado (Juan 21, 9.12.13)
 
El relato de la pesca milagrosa termina con un banquete. El Resucitado ha pedido a los discípulos que obedezcan su palabra, que echen las redes y las saquen a tierra; es Él, sin embargo, quien prepara la mesa y les invita a comer. Hay panes y peces para todos, como cuando los había multiplicado para la multitud hambrienta.
 
Por encima de todo, está el estupor y el encanto de su presencia, tan clara y resplandeciente que no se hacen preguntas. Al comer con los suyos, después de que le habían abandonado y negado, el Resucitado abre de nuevo el espacio de la comunión e imprime para siempre en los discípulos la huella de una misericordia que se abre de par en par al futuro 
 

SOCIALIZACIÓN
El amor, el servicio y la caridad, son principios fundamentales para vivir en unidad y ser la Iglesia que Dios desea. El testamento guarda cuatro mandatos para encontrar una nueva civilización: el mandamiento del amor “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.
 
El servicio, que se traduce como la epifanía del amor en la enseñanza de Jesús “no vine para ser servido, sino para servir”. La invitación al perdón y a la reconciliación “es necesario perdonar 70 veces 7” el resultado es la tolerancia. Y el cuarto mandato es la Iglesia, la comunidad de todos aquellos que creemos en Jesús.
 
En Dios no existe la posibilidad de cerrar la puerta a nadie. Sus discípulos misioneros deben vivir la sinodalidad de anunciar la Buena Nueva en nombre de su Maestro:  Es necesario preguntarle a ese apóstol si está dispuesto a cambiar su manera equivocada de pensar. El interrogatorio está basado en el amor y la caridad. El apóstol responde que, si ama a Dios y si lo ama, hará su voluntad. El Salvador le indica quién es el buen pastor para los demás.
 
            Apacentar, guiar, cuidar, proteger, curar y servir a los demás es la identidad propia de alguien que representa a Jesucristo. San Pablo enseña que un verdadero apóstol no lo es por mérito propio, sino porque es llamado por Dios. (cfr. Hechos 9, 1-9).
 
El Papa Francisco define el ser de un apóstol: «Apóstol», en efecto, es una palabra griega que quiere decir «mandado», «enviado». Un apóstol es una persona que es mandada, es enviada a hacer algo y los Apóstoles fueron elegidos, llamados y enviados por Jesús, para continuar su obra, o sea orar —es la primera labor de un apóstol— y, segundo, anunciar el Evangelio.” (cfr. Audiencia, 16 de octubre, 2013).
 
            Un fuerte pecado capital ha lastimado la obra de la evangelización. La envidia. (cfr. Juan 21, 20-25).  Existen personas que viven más preocupadas en evaluar la vida de los demás, entrometerse en la vida de los demás, ser jueces de los demás. Este camino no permite ser un buen misionero; al contrario, un mal ejemplo y un obstáculo para lograr una verdadera evangelización. Jesucristo corrige a su discípulo preferido, para que no le invada el espacio a los demás y se concentre más en cumplir delante de Dios su propia misión.
 
            Para ser un buen misionero es bueno superar la envida. Es bastante común en cantidad de personas que suponen que está haciendo la voluntad de Dios. La envidia deja ver mucho la pobreza espiritual y axiológica en una persona. La envida lastima la misión de los demás. La envidia es considerada una bajeza humana.
            Los psicólogos enseñan que la envidia es una emoción tóxica que genera malestar y sufrimiento. Quien sufre de envida tiene problemas de madurez, se compara con los demás, tiene sentimientos de inferioridad, guarda rencor a los demás.
 
San Agustín de Hipona decía: “La envidia es el pecado diabólico por excelencia”. San Gregorio Magno, afirmaba: ““De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad” (cfr. Catecismo Iglesia Católica, 2538 – 2540). 
 
PREGUNTAS
            ¿Cuál es la misión que nos pide Dios a cada uno de nosotros?
¿Cuáles deberían ser las cualidades mínimas de una persona para poder cumplir con la misión?
Explique, ¿Por qué será que el Maestro pide que la misión se haga en nombre de Él y siempre guiados por el Espíritu Santo?
¿Cuáles deben ser los comportamientos de una persona que es enviada a la misión?