21 de noviembre 2021. “Jesucristo asumió con responsabilidad su misión” Homilía Papa Francisco. Solemnidad Jesucristo Rey del Universo. Domingo 34 tiempo ordinario Ciclo B. Basílica de san Pedro. Dos imágenes, tomadas de la Palabra de Dios que hemos escuchado, nos ayudan a acercarnos a Jesús Rey del Universo. La primera, basada en el Apocalipsis de san Juan y anticipada por el profeta Daniel en la primera lectura, está descrita con estas palabras: “Viene entre las nubes” (cf. Apocalipsis 1,7; Daniel 7,13). Se refiere a la venida gloriosa de Jesús como Señor y como el fin de la historia. La segunda imagen es del Evangelio, Cristo está ante Pilato y le dice: «Soy rey» (Juan 18,37). Nos hace bien, queridos jóvenes, detenernos a contemplar estas imágenes de Jesús, mientras iniciamos el camino hacia la Jornada Mundial del 2023 en Lisboa.
Detengámonos entonces en la primera: Jesús que viene entre
las nubes. Es una imagen que habla de la venida de Cristo en la gloria al final
de los tiempos. Nos hace comprender que la última
palabra sobre nuestra existencia será de Jesús, no la nuestra. Él —dice la
Escritura— es Aquel que “cabalga sobre las nubes” y manifiesta su poder en los
cielos (cf. Sal 68,5.34-35), es el Señor que viene de lo alto y no conoce el
ocaso, es Aquel que permanece frente a lo contingente, es nuestra eterna e
inquebrantable confianza. Es el Señor. Esta profecía de esperanza ilumina
nuestras noches. Nos dice que Dios viene, que Dios está presente, que Dios está
obrando, y dirige la historia hacia Él, hacia el bien. Viene “entre las nubes”
para tranquilizarnos, como diciendo: “No los dejo solos cuando sus vidas están
envueltas por nubes oscuras. Yo estoy siempre con ustedes. Vengo para iluminar
y hacer brillar la calma”.
El profeta Daniel, además, especifica que vio al Señor que
venía entre las nubes, contemplándolo “en una visión nocturna” (cf. Daniel
7,13), esto quiere decir que Dios viene durante la noche, entre las nubes a
menudo tenebrosas que se ciernen sobre nuestra vida. Cada uno de nosotros
conoce estos momentos. Es necesario que
lo reconozcamos, que miremos más allá de la noche, que levantemos la mirada
para verlo en medio de la oscuridad.
Queridos jóvenes, ¡profundicen en las visiones nocturnas!
¿Qué significa esto? Tengan ojos luminosos aun en medio de las tinieblas, no
dejen de buscar la luz en medio de las oscuridades que tantas veces llevamos en
el corazón y que vemos a nuestro alrededor. Elevemos la mirada desde la tierra
hacia lo alto, no para escapar, sino para vencer la tentación de quedar
tumbados en el piso de nuestros miedos. Este es el peligro, que nuestros miedos
nos gobiernen. No permanezcamos encerrados en nuestros pensamientos,
compadeciéndonos de nosotros mismos. Alza la mirada, ¡levántate! Esta es la
invitación, ¡mira hacia arriba, levántate! Es la invitación que el Señor nos
dirige, y de la que quise hacer eco en el Mensaje que les dediqué a ustedes
jóvenes para acompañar este año de camino.
Es la tarea más ardua, pero es la
tarea fascinante que les he dado: quedarse de pie mientras parece que todo se
derrumba, ser centinelas que saben distinguir la luz en las visiones nocturnas,
ser constructores en medio de los escombros y hay muchos en este mundo, muchos,
ser capaces de soñar. Y esta para mí es la clave: un joven que no puede soñar,
pobrecito, ha envejecido antes de tiempo. Porque esto hace quien sueña: no se
deja absorber por la noche, sino que enciende una llama, enciende una luz de
esperanza que anuncia el mañana. Sueñen, sean rápidos y miren el futuro con
valentía.
Quisiera decirles esto: nosotros, todos nosotros, les
estamos agradecidos cuando ustedes sueñan. “¿Pero en serio? Cuando los jóvenes
sueñan, a veces hacen ruido”. Hagan
ruido, porque vuestro ruido es fruto de vuestros sueños. Esto significa que
no quieren vivir en la noche, cuando hacen de Jesús el sueño de sus vidas y lo
abrazan con alegría, con un entusiasmo contagioso que nos hace bien. Gracias,
gracias por las veces que son capaces de seguir soñando con valentía, por las
veces que no dejan de creer en la luz aun en medio de las noches de la vida,
por las veces que se comprometen con pasión para hacer nuestro mundo más
hermoso y humano. Gracias por las veces que cultivan el sueño de la
fraternidad, por las veces que se preocupan de las heridas causadas a la
creación, por las veces que luchan por la dignidad de los más débiles y
difunden el espíritu de la solidaridad y el compartir.
Y, sobre todo, gracias
porque en un mundo que, reducido por el beneficio inmediato, tiende a sofocar
los grandes ideales, ustedes no pierden la capacidad de soñar. No vivan dormidos o anestesiados. No,
sueñen vivos. Esto nos ayuda a nosotros adultos y a la Iglesia. Sí, también
como Iglesia necesitamos soñar, ¡necesitamos el entusiasmo y el ardor de los
jóvenes para ser testigos de Dios que es siempre joven!
Y quisiera decirles otra cosa, muchos de sus sueños se corresponden
con los del Evangelio. La fraternidad, la solidaridad, la justicia, la paz, son
los mismos sueños de Jesús para la humanidad. No tengan miedo de abrirse al
encuentro con Él, que ama sus sueños y los ayuda a cumplirlos. El Cardenal
Martini decía que la Iglesia y la sociedad necesitan «soñadores que nos
mantengan abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo» (cf. Conversaciones
nocturnas en Jerusalén. Sobre el riesgo de la fe). Soñadores que nos mantengan
abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo. Que hermoso. Me gustaría que
ustedes se encuentren entre esos soñadores.
Y ahora vamos a la
segunda imagen, a Jesús que dice a Pilato: “Soy rey”. Impacta su
determinación, su valentía, su libertad suprema. Ha sido arrestado, llevado al
pretorio, interrogado por quien puede condenarlo a muerte. En semejante
circunstancia hubiera podido dejar que prevaleciera el derecho natural a
defenderse, quizá buscando “arreglar las cosas”, pactando una solución de
compromiso. En cambio, Jesús no escondió
la propia identidad, no camufló sus intenciones, no se aprovechó de un
resquicio que Pilato le dejaba abierto para salvarlo. No, no aprovechó.
Con la
valentía de la verdad respondió: “Soy rey”. Asumió la responsabilidad de su vida: he venido para una misión y
llegaré hasta el final para dar testimonio del Reino del Padre. Dijo: «Para
esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (Juan
18,37). Jesús es así. Vino sin dobleces, para proclamar con la vida que su
Reino es diferente de los del mundo, que Dios no reina para aumentar su poder y
aplastar a los demás, que no reina con los ejércitos y con la fuerza. Su Reino es de amor, “yo soy rey”, pero de
este reino de amor, “yo soy rey” de quien da la propia vida por la salvación de
los demás.
Queridos jóvenes, la libertad de Jesús atrae. Dejemos que
vibre dentro de nosotros, que nos sacuda, que suscite en nosotros la valentía
de la verdad. Y nosotros podemos preguntarnos: si estuviera aquí, ahora, en el
lugar de Pilato, delante de Jesús, mirándolo a los ojos, ¿de qué me
avergonzaría? Ante la verdad de Jesús, ante la verdad que es Jesús, ¿Cuáles son
esas falsedades mías que no se sostienen, esas dobleces mías que a Él no le
gustan? Cada uno de nosotros las tiene. Búscalas, búscalas.
Todos tenemos estas
duplicidades, estos compromisos, este "arreglar las cosas" para que
la cruz se aleje. Necesitamos ponernos delante de Jesús para reconocer nuestra
propia verdad. Necesitamos adorarlo para ser interiormente libres, para
iluminar nuestra vida y no dejarnos engañar por las modas del momento, por los
fuegos artificiales del consumismo que deslumbra y paraliza. Amigos, no estamos
aquí para dejarnos encantar por las sirenas del mundo, sino para tomar las
riendas de la propia vida, para “gastar la vida”, para vivirla plenamente.
De este modo, en la libertad de Jesús también encontramos la
valentía de ir contracorriente. Esta es una palabra que deseo subrayar, ir
contracorriente, tener coraje de ir contracorriente, no contra alguien, que es
la tentación de todos los días, como hacen los victimistas y los complotistas,
que siempre cargan la culpa sobre los demás; no, contra la corriente malsana de
nuestro yo egoísta, cerrado y rígido, que tantas veces busca acuerdos para
sobrevivir, no, no es esto. Ir contracorriente significa ir tras las huellas de
Jesús. Él nos enseña a ir contra el mal con la única fuerza mansa y humilde del
bien. Sin atajos, sin falsedad, sin doblez. Nuestro mundo, herido por tantos
males, no necesita de más pactos ambiguos, de gente que va de aquí para allá
como las olas del mar, donde los lleva el viento, donde los lleva el propio
interés, de quienes están un poco a la derecha y un poco a la izquierda después
de haber olfateado lo que les conviene. Los "equilibristas".
Un
cristiano que actúa así parece ser más un equilibrista que un cristiano. Los
equilibristas que siempre buscan la forma de no ensuciarse las manos, para no
comprometer su vida, para no jugar en serio. Por favor, tenga miedo de ser
jóvenes equilibristas.
Sean libres, sean
auténticos, sean la conciencia crítica de la sociedad. ¡No teman criticar!
Necesitamos de vuestras críticas. Muchos de ustedes están criticando, por
ejemplo, la contaminación ambiental. Necesitamos de esto. Sean libres criticar.
Tengan pasión por la
verdad, para que con sus sueños puedan decir: mi vida no es esclava de las
lógicas de este mundo, porque reino con Jesús por la justicia, el amor y la
paz. Queridos Jóvenes, les deseo que cada uno de ustedes pueda sentir la
alegría de decir: “También yo soy rey con Jesús”. Soy rey, soy un signo
viviente del amor de Dios, de su compasión y ternura. Soy un soñador
deslumbrado por la luz del Evangelio y profundizo con esperanza en las visiones
nocturnas. Y cuando caigo, encuentro en Jesús la valentía de luchar y de
esperar, el coraje de volver a soñar. En cualquier edad de la vida. Fuente e Imagen de Vatican. Va.