10 de julio 2020. “Corregir a los hijos, hace parte del
educar. 9 claves para hacerlo bien, con fruto.” La Biblia pide regañar a los
hijos pero sin exasperarlos. La cultura judeocristiana, que tiene ya más de
3.000 años de tradición y sigue siendo la más influyente de la historia humana,
se ha construido sobre la noción de que los padres tienen la autoridad y el
deber de educar a los hijos, y eso incluye reprenderles y regañarles. La Biblia
trata el tema en numerosas ocasiones, y lo aplica después a la relación entre
Dios Padre y sus hijos, los hombres.
Así, en la Carta a los Hebreos (12, 9-11), los primeros
cristianos reflexionaban: "tuvimos padres terrenales para disciplinarnos y
los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de
nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días
como les parecía, pero El para nuestro bien, para que participemos de su
santidad. Al principio, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da
después fruto apacible de justicia".
El libro de Proverbios, que incluye muchos textos del siglo
VIII antes de Cristo, ya insistía en el deber de no sólo enseñar, sino también
regañar. El texto no desdeña el castigo físico (habitual en casi todas las
culturas hasta hace muy poco) pero sólo dentro de un propósito educativo.
En Proverbios 13,24 leemos: "El que escatima la vara
odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con diligencia". Y en
29,17: "Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu
alma". Y en 29,15: "La vara y la reprensión dan sabiduría, mientras
que el niño consentido avergüenza a su madre". Un versículo del libro pide
evitar los castigos con ira y rabia (19,18): "Corrige a tu hijo mientras
hay esperanza, pero no desee tu alma causarle la muerte".
Hay que tener en cuenta que el judaísmo no aceptaba el derecho
de un padre a matar a sus hijos, cosa que los "civilizados" y
"avanzados" romanos aceptaron sin pestañear y sin necesidad de alegar
ninguna causa grave mientras fueron paganos.
En la época de los primeros cristianos, San Pablo escribía
en varias ocasiones acerca de la necesidad de reprender a los hijos, pero sin
agobiarlos excesivamente. Así, en Efesios 6,4 exhorta: "padres, no
provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción
del Señor", y en Colosenses 3,21, más concreto: "padres, no
exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten".
¿Cómo regañar hoy a nuestros hijos con eficacia y sin
"exasperar"? En la revista Hacer Familia, María Viejo y la psicóloga
y orientadora familiar Lucía Herrero pueden ofrecer algunas claves.
1. Hay que regañar: es necesario y educativo
"Las regañinas no sólo no son perjudiciales para los
niños sino que pueden llegar a ser, incluso, un elemento positivo en su
educación. El motivo es muy sencillo: gracias a ellas los niños aprenden
disciplina y a comportarse, a descubrir dónde se encuentran los límites, a
asumir las normas básicas de comportamiento, qué conductas deben evitar... Y es
que, todos los hijos necesitan que sus padres les establezcan una serie de
límites. Se trata de una forma más de prepararles para la vida y de enseñarles
que cuando se desafía a las normas hay alguien (sus padres) que les
detendrá".
2. Hay que dosificar las regañinas
"Sólo se deben utilizar en el momento adecuado, sobre
todo porque cuando se regaña demasiado los sermones paternos comienzan a perder
eficacia".
3. Actuar inmediatamente tras la trastada
"Una buena forma de regañar es intentando hablar con
nuestros hijos inmediatamente después de que haya actuado mal. Así, por
ejemplo, si nuestro hijo ha roto un cenicero por descuido no esperemos a que
haga otra trastada para "echarle la bronca". Si le regañamos en su
momento, estaremos evitando, además, que se nos hayan acumulado otros enfados
adicionales (también olvidó sacar al perro y hacer los deberes...) que nos
harán estallar de una forma totalmente desproporcionada y en el momento menos
adecuado"
4. Ser muy claros: explicar la relación entre su hecho y las
consecuencias
"Conviene que le expliquemos de inmediato las
consecuencias de su despiste, los porqués de ser más cuidadoso con las cosas...
Sólo así conseguirá encontrar una relación exacta entre nuestra regañina y su
mal hacer. Tengamos en cuenta, en este sentido, que nuestro hijo ya no es un
bebé. Ahora, es capaz de razonar y necesitará saber, ahora más que nunca y, en
todo momento, el por qué de las cosas".
5. Mantenernos firmes ante los trucos del niño
"A partir de los siete años, los niños ya son capaces
de desplegar todo tipo de estratagemas. De los sonoros berrinches habremos
pasado a las caras de lástima, las réplicas, los actos de rebeldía... Cuando
nuestros hijos se comporten así, sólo podremos actuar de una forma: con
firmeza. Debemos tener en cuenta, en este sentido, que si consentimos que
nuestros hijos se valgan de este tipo de trucos para ablandarnos, lo único que
estaremos consiguiendo es que sus estratagemas se conviertan en una espiral
ascendente. Si su técnica son "unas cuantas lagrimitas" cada día hará
más uso de ellas para conseguir zafarse de nuestras regañinas. Si, por el
contrario, el niño/a es de los que "planta cara" llegará un momento
en que no habrá quien lo pare. Por todo ello, cuando tengamos que regañar,
hagámoslo tranquilos, mirándoles a los ojos e ignorando en todo momento sus
caritas o protestas".
6. Evitar la regañina repetitiva e irrelevante
"Evitemos regañar y advertir a nuestros hijos por
rutina, repitiéndole una y otra vez las mismas cosas: "Raúl, no salpiques
el cristal", "Raúl, no salpiques el cristal", "hijo, no
salpiques el cristal"... Lo único que conseguiremos es que el niño se
acostumbre a escuchar como si de un hijo musical se tratase las mismas cosas.
Es decir, como quien oye llover. Y si no les pasa nada... ¿para qué van a dejar
de manchar el cristal? Lo importante es intentar transmitir siempre, y de forma
continuada, unas pocas normas, pero dejando claro que se tienen que cumplir a
"rajatabla".
7. Reglas firmes y cumplir los castigos: coherencia
"Algunos padres son incapaces de mantener en el tiempo
sus propias recomendaciones. Un día regañan a sus hijos porque les pillaron
saltando sobre el sofá del salón y al día siguiente cuando contemplan como sus
hijos trepan de nuevo, no les dicen nada, por cansancio o, simplemente, porque
hoy están de mejor humor. Esto es una equivocación. Para que una regañina sea
efectiva es imprescindible tratar de ser coherentes. Si hoy está mal estropear
los sofás, mañana también lo debe estar y habrá que regañar a nuestro hijo en
consecuencia. De igual forma cuando le hagamos una advertencia del tipo
"como sigas gritando te vas a ir a tu cuarto" tendremos que cumplirlo.
Así tendrán siempre muy claro que deben tomar en serio nuestros avisos".
8. Regañemos sin enfadarnos ni gritar
"Es importante que aprendamos a controlarnos desde el
primer día. Antes de perder la paciencia del todo contemos hasta diez o
retirémonos un rato a nuestra habitación para relajarnos antes de regañar. Los
arrebatos no son buenos compañeros cuando de educar a los hijos se trata, sobre
todo porque cuando uno grita no solo pierde los papeles sino también la
razón".
9. No compenses la regañina con mimos: parecerá que nos
arrepentimos
"Una vez que hayamos regañado convenientemente a
nuestro hijo por su mala conducta no tratemos de compensarle. Si el chico
comprueba que tras una trastada mayor, la bronca y el castigo correspondiente
nos mostramos "como arrepentidos" llegará a la invariable conclusión
de que no sólo nos tiene en sus manos, sino que, además, fuimos absolutamente
injustos con él. Nuestro comportamiento tras un sermón en toda regla tendrá que
ser siempre de absoluta normalidad. Sin mimos, sin constantes reproches,
haciéndole ver que estaba equivocado y, por encima de todo, sin dejar ver que
lamentamos haberle regañado" Fuente: Religión en libertad. Vida y familia.