7 de junio 2020. “La
Trinidad es amor.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días! El evangelio de hoy (cfr. Juan 3, 16-18), fiesta de la
Santísima Trinidad, muestra, – en el lenguaje sintético de Juan – el misterio
del amor de Dios al mundo, su creación. En el breve diálogo con Nicodemo, Jesús
se presenta como Aquél que lleva a cabo el plan de salvación del Padre para el
mundo.
Afirma: “Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (v. 16). Estas palabras
indican que la acción de las tres Personas divinas – Padre, Hijo y Espíritu
Santo – es todo un plan de amor que salva a la humanidad y al mundo. Un plan de salvación, de amor. Dios ha creado
al mundo bello, bueno, pero el mundo está marcado por la maldad y la
corrupción; nosotros, hombres y mujeres, somos pecadores, todos; por lo tanto,
Dios podría intervenir para juzgar el mundo, para destruir el mal y castigar a
los pecadores.
En cambio, Él ama al mundo, a pesar de sus pecados; Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso
cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto al
mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da
su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el
Espíritu Santo. La Trinidad es por lo
tanto Amor, completamente al servicio del mundo, al que quiere salvar y
reconstruir.
Cuando pensemos en
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, pensemos en el amor de Dios, sabemos que
Dios me ama, que nos sentimos amados por Él, este es el sentimiento de hoy.
Al afirmar Jesús que
el Padre ha dado a su Hijo unigénito, recordamos espontáneamente a Abraham,
quien ofrecía a su hijo Isaac, como narra el Libro del Génesis (cf. 22, 1-14):
ésta es la “medida sin medida” del amor de Dios. Y pensemos también en cómo
Dios se revela a Moisés: lleno de ternura, misericordioso y piadoso, lento en
la ira y lleno de gracia y fidelidad. El encuentro con este Dios animó a
Moisés, quien, como nos dice el libro del Éxodo, no tuvo miedo de interponerse
entre el pueblo y el Señor, diciéndole: “Aunque sea un pueblo de dura cerviz,
perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya” (34,
9) y así hizo Dios enviando a su Hijo, nosotros somos hijos en el Hijo con la
fuerza del Espíritu Santo., nosotros somos la herencia de Dios
Queridos hermanos y
hermanas, la fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la
belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también humilde,
cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en
mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer
pueda encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe: acoger a Dios-Amor
que se entrega en Cristo, hace que nos movamos en el Espíritu Santo, dejarnos
encontrar por Él y confiar en Él. Esta es la vida cristiana, amor, encontrar a
Dios, buscar a Dios y Él es el primero que nos busca y nos encuentra ante todo.
Que la Virgen María,
morada de la Trinidad, nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de
Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo,
orientándolo siempre hacia la meta que es el Cielo. Fuente: Zenit. Org.