19 de junio 2020. Hipoteca inversa o inversa hipoteca.
Autor: Monseñor. Juan Carlos Ramírez Rojas - Duflo y Banerjee, premios Nobel de
economía, en su libro Repensar la pobreza, se plantean preguntas sobre la vida
económica de los pobres: ¿Pueden los pobres pedir préstamos, ahorrar y
asegurarse frente a los riesgos que afrontan? Considero que desde la realidad
que vive el País, la respuesta es taxativa: No, a los pobres las entidades
financieras no les gestionan préstamos y menos en tiempos de pandemia.
En recientes pronunciamientos, el gobierno ha planteado
implementar el negocio, porque es un negocio, no es un acto de solidaridad ni
un proyecto de política social, la Hipoteca Inversa, que consiste en un modelo
de préstamo hipotecario muy particular, que tiene como posibles clientes a las
personas mayores de 65 años que sean propietarios de una vivienda; y según la
modalidad escogida, si la hipoteca es de única disposición, el adulto mayor
puede recibir la cantidad de dinero acordada por una única vez;
pero como es
negocio, la oferta se amplía y existe la disposición periódica en la cual se
hacen desembolsos por un tiempo determinado o pueden concertar una tercera vía,
las disposiciones periódicas vitalicias hasta la muerte de quienes son garantía
en la hipoteca. Es una estrategia
financiera, no obligatoria, pero para algunos atractiva, fascinante, seductora.
De lo bueno no dan
bastante, la hipoteca será exigible cuando el constituyente de la misma haya
fallecido y de manera acuciosa, la entidad financiera inicia el proceso para
liquidar la hipoteca a su favor. Ciertamente, estamos en una economía de
mercado en la cual el pobre termina siendo más pobre y sus herederos inician de
cero y cada día con menores posibilidades y la propuesta, encarnando la figura
del Leviatán del Mediterráneo, arrasa con la historia familiar de generaciones
que han adquirido su vivienda con inmensos esfuerzos y sacrificios, esa es la
manera estratégica como el modelo económico multiplica pobres y reviste de
“grandes oportunidades” negocios que acrisolan la riqueza de unos pocos o más
aún, de los mismos de siempre. Es
injusticia social que el sistema financiero busque ganancias en tiempos tan
sombríos para las mayorías y que el Estado, llamado a salvaguardar la calidad
de vida integral de los ciudadanos, asista y promueva negocios que le roban la
esperanza a las grandes mayorías de la población.
Aquí nos preguntamos, ¿qué sucede con los herederos que
habitan la misma casa luego del fallecimiento del propietario? La respuesta es
hipotética en cuanto que no ha sido emitido el decreto y la reglamentación del
negocio, pero es de inferir, que les corresponde la propiedad de la vivienda y
la deuda acumulada con la entidad financiera y en lógica comercial, tienen dos
posibilidades, liquidar la deuda acumulada con el banco y sino tienen brazo
financiero, -las mayorías no lo tienen porque ni empleo hay-, pueden financiar
la deuda con una nueva hipoteca y en consecuencia, nuevos clientes y más
ganancia para los de siempre. Aún falta quien diga, vendan la propiedad y con
el importe de la venta, saldan la deuda de la hipoteca inversa y si no les
alcanza, la entidad financiera instará a vender otras propiedades de la
herencia, si existen. Este es el modelo existente en otras latitudes.
Inversa la hipoteca de la injusticia social
institucionalizada, es el imperativo categórico del pueblo a sus gobernantes,
para abrir caminos de promoción humana integral, en la cual, todos puedan
acceder a salud, vivienda y educación y
no construir un falso bienestar sobre las cenizas de las viviendas de los
pobres y necesitados. A este vestido le falta tela!!! Monseñor. Juan Carlos
Ramírez Rojas. Ecónomo-Director Financiero Conferencia Episcopal de Colombia.