15 de junio de 2020

CELEBRACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


CELEBRACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Consagración de las familias y de Colombia
I. Santa Misa. Orientador: Padre, Héctor Giovanni Sandoval Moreno, delegado pastoral litúrgica, Arquidiócesis de Ibagué. Solemnidad a celebrarse el 19 de junio año 2020.
Monición introductoria de la Misa: En esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, agradezcamos que nos haya acogido y congregado en su corazón para ser su pueblo santo. Hoy el Señor nos llama a perseverar en la fe, a guiar el paso de los pueblos por senderos paz, especialmente en nuestro país, donde la paz se ve perturbada por tantos hechos de violencia y muerte.  Hoy podemos renovar nuestra plena confianza en el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en Cristo: un amor que es inigualable e inagotable. Jesús nos amó hasta el extremo y nos sigue amando a pesar de nuestras debilidades. Nos toca corresponder a ese amor con una entrega también amorosa y sin condiciones. Participemos con fe y alegría en esta Eucaristía, misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Monición a la Liturgia de la Palabra: Las lecturas de hoy nos proponen un itinerario por la historia de la salvación, toda ella signada por el amor infinito y fiel de Dios hacia la humanidad y plenificada en el misterio pascual del Hijo, Cristo. Escuchemos con atención la Palabra de Dios.

Reflexión: En la lectura del libro del Deuteronomio se nos habla del amor que Dios manifiesta al pueblo, un amor que se hace realidad en la elección libre y gratuita de Israel como el pueblo de su propiedad, un pueblo consagrado a Dios, separado de todo lo profano. Esta predilección por Israel no reside en sus capacidades o en su grandeza sino en el amor gratuito y libre de Dios que se dona y se entrega a su pueblo elegido y se mantiene fiel al juramento que había hecho a Abraham y su descendencia. Que el pueblo sea elegido por Dios, no puede considerarse como un mérito propio o fruto de su conquista humana sino por la gracia de Dios que se dona libremente a su pueblo amado. Dios le ha demostrado al pueblo que es parte y propiedad suya, de modo que lo ha rescatado de la esclavitud del enemigo para hacerlo un pueblo libre entre los demás pueblos.

Esta demostración del amor de Dios exige del pueblo una respuesta que se destaque entre los demás pueblos, por eso, el pueblo debe responder confiando y adorando en exclusividad a Dios como el único Dios vivo y verdadero. El pueblo debe reconocer que todavía no ha dado la respuesta que Dios espera y ha pecado dando culto a otras divinidades, por eso, no debe olvidar su identidad y recordar todo lo que Dios ha hecho demostrándoles su amor exclusivo y fiel. A pesar de la infidelidad del pueblo, Dios permanece fiel y mantiene la promesa y la palabra dada a los antepasados.

En la lectura de la primera carta del apóstol San Juan, se nos recuerda que Dios es amor, con esa afirmación se describe una característica esencial de Dios, pero no se trata de un amor cualquiera, es un amor que se dona y se entrega totalmente, buscando el bien del hombre. La mayor prueba de ese amor de Dios la encontramos en la entrega de su Hijo en la cruz, ya que allí se puede demostrar y palpar lo que es el amor auténtico, un amor que se dona hasta la entrega total sin reservarse nada para sí. Así, podemos conocer a Dios, porque él nos ha amado primero.

El amor fraterno es consecuencia del amor que Dios le ha dado al hombre, ya que de la misma manera que hemos sido amados, así también debemos amarnos unos a otros. El hombre no puede decir que ama a Dios sin amar a sus hermanos, pues la forma más concreta de mostrar el amor a Dios es en la vivencia del amor fraterno.

En el Evangelio, Jesús se dirige al Padre para manifestarle su cercanía y la intimidad con él mediante la oración que expresa un acto de profunda confianza donde se manifiesta la gratitud del Hijo hacia su Padre, porque se revela a la gente sencilla y humilde de corazón que sabe acoger con docilidad el mensaje de salvación. Esta expresión es al mismo tiempo un rechazo a la incredulidad de los maestros y expertos de la ley, que, por ser demasiado apegados a la letra, no han querido aceptar la novedad que Jesús les quiere comunicar en la ley nueva del amor.

Esta revelación de Jesús como el Hijo amado la ha hecho el Padre y, mediante la voz salida de la nube en el momento del bautismo y en la transfiguración nos ha pedido que lo escuchemos y que acojamos su Palabra, ahora es el Hijo que se manifiesta como enviado del Padre y solamente lo reconocen los pequeños y sencillos que están dispuestos mediante la humildad y la mansedumbre a aceptar su yugo suave y su carga ligera que no es como la carga pesada y onerosa que imponían los fariseos mediante los preceptos de la ley, sino que es el yugo suave del amor. Y ese amor de Jesús está simbolizado hoy en su corazón traspasado por la lanza, un corazón que ama y no pide otra cosa, más que amor.

En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús venimos a adorar este misterio de Nuestro Señor Jesucristo representado en su Divino Corazón, que es una manifestación del amor de Dios a la humanidad, un amor que se entrega totalmente buscando el bien de los seres que ama.

Es un amor que lleva a Dios a elegir y a congregar a su pueblo santo, que en el pasado fue Israel y ahora, en esta etapa de la historia, es la Iglesia congregada por el Espíritu. De ella formamos parte todos los bautizados que fuimos rescatados a precio de la sangre de Jesucristo en la cruz y simbolizada en el amor del Corazón de Jesús, ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y no ha recibido sino desprecios e ingratitudes, tal como lo expresó el mismo Jesús a Santa Margarita de Alacoque. Nosotros, como pueblo santo y elegido de Dios, debemos corresponder a ese amor de Dios, reparando de modo especial por tantas ofensas que causamos al Amor Divino, cuando no sabemos retribuirle y lo despreciamos con nuestro pecado.

El amor de Dios que se entrega pide que también nosotros nos entreguemos de la misma manera amando a nuestros hermanos como él mismo nos ha amado. En estas circunstancias especiales que vivimos de confinamiento, no debemos olvidarnos de manifestar nuestro amor a los más cercanos, a los de casa, pero también a los que sufren y viven en situaciones difíciles por causa de la pandemia. El amor que nosotros debemos dar como respuesta al amor de Dios, debe ser un amor ágape, es decir, sin reservas que nos lleve a buscar el bien de todos. Cabe recordar las palabras de Santa Teresa de Calcuta: “debemos amar sin reservas hasta que duela”, es decir, hasta la entrega total a ejemplo del amor de Dios que se entregó completamente en su Hijo que nos dio la máxima prueba de amor en la entrega de la cruz.

El amor de Dios es un yugo suave que nos une a Cristo, por eso, nos pide humildad y mansedumbre para entender la necesidad de donarnos y entregarnos por amor a nuestros hermanos. Ese es el auténtico amor que hace libres y da alegría y sentido a la vida del hombre. En esta solemnidad del Sagrado Corazón, podemos recordar una comparación con la actividad biológica del corazón: en el corazón de Cristo también se dan los mismos movimientos del corazón humano para amar y dejarse amar, esto es sístole, para congregar y recoger, ya que Cristo con su amor nos congrega como su pueblo y nos atrae hacia él para que experimentemos su cercanía y su amor que nos acompaña y nos nutre de modo especial en la Eucaristía; y diástole, porque nos impulsa y nos envía, ya que, del mismo modo que él nos ha amado, también nosotros somos discípulos y misioneros de su amor a la humanidad a través de obras concretas de misericordia con nuestros hermanos.

En esta solemnidad del Sagrado Corazón vivamos con alegría la invitación que nos hace Teodoro de Mopsuestia “Mi yugo es suave porque ofrece a todos el perdón de Dios, y mi carga es ligera porque no impone una multitud de leyes, sino que otorga decisiones libres y voluntarias amando como Dios y dejándose atraer y amar por él (Cf. TEODORO DE MOPSUESTIA. Fragmentos sobre el Evangelio de Mateo, 67)

Hoy pedimos al Señor por la humanidad entera y por nuestra patria Colombia consagrada al Divino Corazón. Que Dios nos conceda caminar como Iglesia peregrina en una única barca, la de Pedro, para amarnos unos a otros como él nos ha amado, que nos dé un corazón manso y humilde como el suyo para ser artesanos de la paz y la reconciliación, que nos otorgue un corazón generoso y entregado para no olvidarnos de los hermanos que sufren en medio de la pandemia que azota a la humanidad.

También suplicamos por los sacerdotes para que sigan anunciando la Palabra y llevando el bálsamo del consuelo y el perdón en el sacramento de la reconciliación, y nutran al pueblo con el sacramento de la Eucaristía; pedimos para ellos fortaleza en medio de la adversidad para seguir siendo instrumentos de la misericordia en medio de la humanidad.

Oración de Fieles
Celebrante: Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que nos ha mostrado su amor a través del corazón de su Hijo. Digamos confiadamente: Padre que nos amas, escúchanos

1.         Por el Papa, la Iglesia y sus Obispos, para que el Señor los acompañe y le guíe en la difícil tarea de pastorear a los pueblos con amor y sabiduría.
2.         Por los gobernantes de las naciones, para que comprendan bien su misión y dediquen todo su esfuerzo a lograr el bienestar y la prosperidad de todas las personas, especialmente los más necesitados.
3.         Por nuestro país, para que el Corazón de Cristo, guíe sus pasos por el camino de la paz, el bienestar y la prosperidad de todos sus habitantes.
4.         Por los enfermos de cuerpo y alma, para que, en el Corazón de Jesús, encuentren el consuelo y la sanación que sólo Dios sabe dar.
5.         Por los que están afectados por causa del coronavirus, para que encuentren en sus sufrimientos y angustias la caridad operante de los que celebramos a Cristo Resucitado.
6.         Por nosotros aquí reunidos en esta celebración, para que sepamos ser instrumentos en manos de Dios y llevemos con alegría y esperanza su mensaje de amor y reconciliación a nuestras comunidades.

Celebrante: Padre compasivo y bondadoso, acoge benigno nuestras súplicas que confiadamente te presentamos, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Oración de Consagración de la Parroquia y de Colombia
al Sagrado Corazón de Jesús. San Juan Pablo II

(Puede realizarse después de la oración de comunión)
Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza. Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que Tú eres y todo lo que Tú haces por tu Iglesia y por la porción del Pueblo de Dios que peregrina en Colombia.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna.

Reunidos juntos en tu Nombre, que está por encima de cualquier otro nombre, nos consagramos nosotros y consagramos a Colombia a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad.

Al consagrarnos a Ti renovamos nuestro ferviente deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor.

Señor Jesucristo, Rey de amor y Príncipe de la paz, reina en nuestros corazones, en nuestros hogares y en Colombia. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén

Bendición Solemne

El Celebrante Dios omnipotente con su misericordia los bendiga, y les infunda el afecto de la sabiduría que salva. R. Amén

El Celebrante Les conceda crecer siempre en la fe y les dé perseverancia en el obrar con santidad. R. Amén

El Celebrante Dirija sus pasos hacia Él y les muestre el camino del amor y de la paz. R. Amén.

El Celebrante Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca siempre. R. Amén

II. Celebración de la Palabra y Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Como signo que aviva la fe de los fieles

Canto Tú reinarás, este es el grito / Que ardiente exhala nuestra fe Tú reinarás, oh Rey Bendito / Pues tú dijiste ¡Reinaré! Reine Jesús por siempre / Reine su corazón En nuestra patria, en nuestro suelo / Es de María, la nación Tu reinarás, dulce esperanza / Que al alma llena de placer Habrá por fin paz y bonanza / Felicidad habrá doquier

Monición En esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, agradezcamos que nos haya acogido y congregado en su corazón para ser su pueblo santo. Hoy el Señor nos llama a perseverar en la fe, a guiar el paso de los pueblos por senderos de paz, especialmente en nuestro país, donde la paz se ve perturbada por tantos hechos de violencia y muerte.

Hoy podemos renovar nuestra plena confianza en el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en Cristo: un amor que es inigualable e inagotable. Jesús nos amó hasta el extremo y nos sigue amando a pesar de nuestras debilidades. Nos toca corresponder a ese amor con una entrega también amorosa y sin condiciones. Participemos con fe y alegría en esta celebración de la Palabra, misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El Celebrante dice En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo R. Amén

El Celebrante saluda con estas o parecidas palabras La paz, la caridad y la fe, de parte de Dios Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes. R. Y con tu espíritu

Acto Penitencial
El Celebrante invita a la Asamblea al arrepentimiento diciendo: El Señor, que es rico en amor y en misericordia, nos llama al arrepentimiento personal y familiar para que, perdonados de nuestros pecados, podamos escuchar con fruto su Palaba que nos anima y fortalece.

Se hace un momento de silencio. Después, la Asamblea hace en común la confesión de los pecados Yo confieso...

El Celebrante invita a los presentes a recitar el Gloria
Alabemos y glorifiquemos a nuestro Padre diciendo

La Asamblea Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado el mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado. a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. R. Amén

Oración
Terminado el momento de arrepentimiento el que dirige el Celebrante dice

Oremos
La Asamblea ora en silencio por un momento. Seguidamente, el Celebrante, extiende las manos, dice la Oración propia para este día: Dios todopoderoso, concede a quienes nos gloriamos en el Corazón de tu amado Hijo que, al recordar la grandeza de los beneficios de su amor, podamos recibir de este manantial gracias cada vez más abundantes. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. R. Amén

LITURGIA DE LA PALABRA
El lector de la primera lectura, lee el texto correspondiente, mientras los demás están sentados
Primera Lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11)

MOISÉS habló al pueblo diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, pues son el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a ustedes y por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones. Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona. Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas». Al finalizar el lector dice Palabra de Dios La Asamblea Te alabamos, Señor

El salmista proclama el salmo
Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8+10 (R. cf. 17) V/ La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que le temen Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y cura todas las enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.

Segunda Lectura
El lector de la segunda lectura la hace como el de la primera
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16)

QUERIDOS hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. Al finalizar el lector dice Palabra de Dios

La Asamblea Te alabamos, Señor

El Celebrante lee el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Acabado el evangelio, el Celebrante dice Palabra del Señor La Asamblea Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión
Para la reflexión puede seguirse la ofrecida en el esquema anterior para la Santa Misa Acabada la reflexión, el Celebrante dice Hagamos un momento de silencio para hacer eco interior de la Palabra proclamada, (y, si es oportuno, compartamos la frase que más nos llamó la atención y manifestemos el compromiso que tendremos para esta semana).

Credo
Luego, el Celebrante dice Como respuesta a la Palabra de Dios escuchada, reflexionada y compartida, digámosle a Dios que creemos en él, en su Hijo y en el Espíritu Santo.

Y se realiza la profesión de fe Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Oración de los Fieles
El Celebrante dice Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que nos ha mostrado su amor a través del corazón de su Hijo. Digamos confiadamente: Padre que nos amas, escúchanos

1.         Por el Papa, la Iglesia y sus Obispos, para que el Señor los acompañe y le guíe en la difícil tarea de pastorear a los pueblos con amor y sabiduría.
2.         Por los gobernantes de las naciones, para que comprendan bien su misión y dediquen todo su esfuerzo a lograr el bienestar y la prosperidad de todas las personas, especialmente los más necesitados. Por nuestro país, para que el Corazón de Cristo, guíe sus pasos por el camino de la paz, el bienestar y la prosperidad de todos sus habitantes.
3.         Por los enfermos de cuerpo y alma, para que, en el Corazón de Jesús, encuentren el consuelo y la sanación que sólo Dios sabe dar.
4.         Por los que están afectados por causa del coronavirus, para que encuentren en sus sufrimientos y angustias la caridad operante de los que celebramos a Cristo Resucitado.
5.         Por nosotros aquí reunidos en esta celebración, para que sepamos ser instrumentos en manos de Dios y llevemos con alegría y esperanza su mensaje de amor y reconciliación a nuestras comunidades

El Celebrante dice Padre compasivo y bondadoso, acoge benigno nuestras súplicas que confiadamente te presentamos, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN de la Parroquia y de Colombia
al Sagrado Corazón de Jesús. San Juan Pablo II

El Celebrante dice Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza.

Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que Tú eres y todo lo que Tú haces por tu Iglesia y por la porción del Pueblo de Dios que peregrina en Colombia.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna. Reunidos juntos en tu Nombre, que está por encima de cualquier otro nombre, nos consagramos nosotros y consagramos a Colombia a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad. Al consagrarnos a Ti renovamos nuestro ferviente deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor. Señor Jesucristo, Rey de amor y Príncipe de la paz, reina en nuestros corazones, en nuestros hogares y en Colombia. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén.

PADRE NUESTRO
El Celebrante dice Siguiendo la enseñanza de Jesús, manso y humilde de corazón, acudamos con confianza a nuestro Padre, diciendo: La Asamblea Padre nuestro...

ACCIÓN DE GRACIAS
Después se recita o se entona un cántico de acción de gracias Hoy, Señor, te damos gracias, / por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar / las grandezas de tu amor. Gracias, Padre, mi vida es tu vida, / tus manos amasan mi barro, mi alma es tu aliento divino, / tu sonrisa en mis ojos está. Gracias, Padre, Tú guías mis pasos, / Tú eres la luz y el camino, conduces a ti mi destino / como llevas los ríos al mar. Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen, / y quieres que siga tu ejemplo brindando mi amor al hermano, / construyendo un mundo de paz.
INVOCACIÓN A LA VIRGEN MARÍA

La Asamblea Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén Rezar 3 Ave Marías

RITO DE CONCLUSIÓN
El Celebrante Dios omnipotente con su misericordia los bendiga, y les infunda el afecto de la sabiduría que salva. R. Amén

El Celebrante Les conceda crecer siempre en la fe y les dé perseverancia en el obrar con santidad. R. Amén

El Celebrante Dirija sus pasos hacia Él y les muestre el camino del amor y de la paz. R. Amén.

El Celebrante Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca siempre. R. Amén

Canto Junto a ti María. / como un niño quiero estar, tómame en tus brazos /guíame en mi caminar. Quiero que me eduques, / que me enseñes a rezar, hazme transparente, / lléname de paz. Madre, Madre / Madre, Madre. (Bis)

III. Celebremos en familia la consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Signo que aviva la fe de la familia:

Disponer convenientemente la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, igualmente, mantener el pequeño altar con su mantel para colocar allí, con respeto y devoción, la Sagrada Biblia, el crucifijo, un arreglo floral y una veladora que debe ser encendida con precaución y seguridad. El que dirige la celebración, los lectores y el salmista deben ensayar convenientemente los respectivos textos que se van a proclamar o cantar en la celebración familiar. En el momento determinado, se congrega la familia en el lugar dispuesto para dar inicio a la celebración.

RITOS INICIALES
Todos cantan o recitan Tú reinarás, este es el grito / Que ardiente exhala nuestra fe Tú reinarás, oh Rey Bendito / Pues tú dijiste ¡Reinaré! Reine Jesús por siempre / Reine su corazón En nuestra patria, en nuestro suelo / Es de María, la nación Tu reinarás, dulce esperanza / Que al alma llena de placer Habrá por fin paz y bonanza / Felicidad habrá doquier

Monición: En esta Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, agradezcamos que nos haya acogido y congregado en su corazón para ser su pueblo santo. Hoy el Señor nos llama a perseverar en la fe, a guiar el paso de los pueblos por senderos de paz, especialmente en nuestro país, donde la paz se ve perturbada por tantos hechos de violencia y muerte. Hoy podemos renovar nuestra plena confianza en el inmenso amor que Dios nos ha manifestado en Cristo: un amor que es inigualable e inagotable. Jesús nos amó hasta el extremo y nos sigue amando a pesar de nuestras debilidades. Nos toca corresponder a ese amor con una entrega también amorosa y sin condiciones. Participemos con fe y alegría en esta celebración de la Palabra, misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan diciendo En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo Todos responden Amén

Saludo El que dirige la celebración saluda con estas o parecidas palabras Bendito sea el Señor que nos dice: “El que tenga sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, de sus entrañas manarán torrentes de agua viva.” Todos responden Bendito seas por siempre, Señor

Momento de arrepentimiento El que dirige la celebración invita a los presentes a un acto de arrepentimiento diciendo El Señor, que es rico en amor y en misericordia, nos llama al arrepentimiento personal y familiar para que, perdonados de nuestros pecados, podamos escuchar con fruto su Palaba que nos anima y fortalece.
Se hace un momento de silencio Después, todos hacen en común la confesión de los pecados Jesús mi Señor y redentor...

Gloria El que dirige la celebración invita a los presentes a recitar el Gloria Alabemos y glorifiquemos a nuestro Padre diciendo

Todos Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado el mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado. a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. R. Amén

Oración

Terminado el momento de arrepentimiento el que dirige la celebración dice Oremos Todos oran en silencio por un momento. Seguidamente, el que dirige la celebración, sin extender las manos, dice la oración para este día: Dios todopoderoso, concede a quienes nos gloriamos en el Corazón de tu amado Hijo que, al recordar la grandeza de los beneficios de su amor, podamos recibir de este manantial gracias cada vez más abundantes. Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos responden Amén
LITURGIA DE LA PALABRA

El lector de la primera lectura, si ha sido posible tener la Sagrada Biblia, la toma con respeto, abre y lee el texto correspondiente, mientras los demás están sentados.

Primera Lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11)

MOISÉS habló al pueblo diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser ustedes más numerosos que los demás, pues son el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a ustedes y por mantener el juramento que había hecho a sus padres, los sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y los rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones. Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona. Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas». Al finalizar el lector dice Palabra de Dios

Todos aclaman Te alabamos, Señor
El salmista proclama el salmo y los presentes intercalan la debida respuesta
Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8+10 (R. cf. 17)

V/ La misericordia del Señor dura por siempre para aquellos que le temen
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y cura todas las enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura. R. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.

Segunda Lectura
El lector de la segunda lectura la hace como el de la primera
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16)

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Al finalizar el lector dice Palabra de Dios Todos aclaman Te alabamos, Señor

El que va a leer el Evangelio, toma la Sagrada Biblia y, omitiendo el saludo, dice solamente Escuchen, hermanos, el santo Evangelio según san Mateo (11, 25-30)

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Acabado el evangelio, el que lo proclama dice Palabra del Señor Todos aclaman Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión

Se puede leer la reflexión que se ofrece a continuación La constitución Gozo y Esperanza (n. 22), del Concilio Vaticano II, dice que Jesús amó con corazón humano. Esto significa que, al encarnarse, al asumir nuestra condición, tomó la obra maestra de la creación que es el corazón humano, capaz de amar, sentir, comprender, para estar más cerca, para sentir con nosotros, para hacerse maestro de un amor tan grande que sirva de maestro al amor humano para darle a la vida su más elevada expresión. Dios creador nos dio corazón, y en la Biblia entera el corazón es el que piensa, el que siente, el que se expresa, el que habla, el que llora, el que goza, el que ama. Hoy en la segunda lectura (I Juan 4, 16) Juan define a Dios como amor. Dios es amor vivo, es amor entregado, es amor infundido en el corazón de todos, es amor regalado y compartido de modo admirable, llegando hasta el extremo de la entrega de la vida misma del Hijo, cuyo corazón traspasado es hoy contemplado como fuente inagotable de esperanza y de alegría.

El amor tiene sus riesgos. Dios los asume, pues existe el riesgo de que el que ama no se vea correspondido, que su dulce voz no sea acogida en la resequedad del que está hundido en sus males. Por ello insiste y vuelve a insistir. Por eso se ha revelado como amor, como corazón amante y dulce, para que a nadie le falte la certeza de ser amado de verdad, de ser comprendido de verdad, de ser acogido sin recelos y sin condiciones en el único amor que jamás se extingue.

Somos un pueblo santo, lo ha dicho la primera lectura (Deuteronomio 7, 6-11). Pero esa santidad no depende de nuestros méritos limitados, es la obra del amor de Dios que, como dice el Deuteronomio, amó a Israel no por su grandeza ni por su figuración, sino por compasión generosa, porque decidió inclinarse hacia los que “están cansados y agobiados” como acaba de decirnos el Evangelio.

Somos, pues, el objeto de la misericordia que cantábamos en el Salmo de hoy. El Salmo 102 insiste en algo que se ha vuelto como el ritmo del corazón divino en el antiguo testamento: Clemencia y Misericordia. Es lo que tiene Dios para ofrecernos y nosotros para suplicarle, es lo que necesita el mundo y es lo que Jesús ofrece a quienes le sigan, le amen, le imiten en el amor generoso.

Es que Jesús bajó del cielo para encontrarnos, para amarnos de modo diverso y novedoso. Jesús quiso venir hasta nosotros y hacer una peregrinación al corazón mismo de toda la humanidad y adentrarse, no sólo en las aurículas y en los ventrículos del corazón humano, sino también en la hondura de su misterio, para enseñarnos a amar, para hacerse pequeño con nosotros, para sentir con nosotros hasta la misma sed, la misma soledad, la misma angustia que muchas veces asalta el corazón humano.

Jesús en su encarnación nos conoció por dentro, sabe de nuestras penas, pero también de nuestras vanidades, de nuestras glorias afirmadas sobre el egoísmo, sobre el desamor. Por eso, en el Evangelio de San Mateo (11, 25-30) que acabamos de proclamar, da gracias al Padre porque le permite mostrar el camino del amor a los que están cansados, a los tristes, a los últimos.

Es allí donde el mismo Dios se revela y donde nos invita a vibrar al ritmo del corazón de Cristo que se hizo tan cercano y tan fraterno, tan compasivo, e incluso tan misericordioso con los que atravesaron su corazón con los dardos de la traición y con las espinas de la indiferencia.

La fe del pueblo, humildísima y esplendida a la vez, retomó las palabras del Evangelio y las volvió súplica: “Jesús manso y humilde de corazón, haced nuestro corazón semejante al vuestro”. Es un amor sin mezquindades, amplio y generoso en el perdón, certero y riguroso al corregir, acogedor y bondadoso al abrir las puertas de la misericordia para el que la busca con fe y para el que sabe pedir perdón porque lo va a encontrar y ofrecer consuelo y reparación a los ofendidos porque el pecador lo ha encontrado y recibido del mismo Dios.

Salva a Colombia: así lo cantaron en 1935 en Medellín, los que aclamaban el misterio eucarístico del amor verdadero: Salva Señor Jesús al pueblo colombiano que quiere ser tu pueblo, llamarse tu nación. En dulce paz o en guerra sosténganos tu mano y sírvanos de escudo tu Santo corazón, tu Santo corazón. Sálvanos, corazón radiante de amor. Impere el reino de tu amor sin límites. Que el Corazón de Cristo, el amor de Cristo, nos asista, arranque de nuestras vidas la corona de espinas de nuestras infidelidades y nos ayude a encender en el helado panorama de nuestro mundo, la hoguera del amor que, irradiando misericordia, llenó de luz al mundo cuando en el viernes santo se abrió al golpe de la lanza el manantial del amor.

Sálvanos por los méritos del corazón de María, la Madre buena que en su Inmaculado Corazón encendió, la primera, la lámpara perfumada de su ternura para dar gloria al Corazón que Ella misma, la primera, escuchó palpitar en sus entrañas virginales.

Acabada la reflexión, el que dirige la celebración dice Hagamos un momento de silencio para hacer eco interior de la Palabra proclamada, compartamos la frase que más nos llamó la atención y manifestemos el compromiso que tendremos para esta semana.

Credo
Luego, el que dirige la celebración dice Como respuesta a la Palabra de Dios escuchada, reflexionada y compartida, digámosle a Dios que creemos en él, en su Hijo y en el Espíritu Santo. Y todos profesan la fe Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Oración de los  Fieles
El que dirige la celebración dice Presentemos nuestras oraciones al Padre, que es rico en misericordia, y que nos ha mostrado su amor a través del corazón de su Hijo. Digamos confiadamente: Padre que nos amas, escúchanos

1.         Por el Papa, la Iglesia y sus Obispos, para que el Señor los acompañe y le guíe en la difícil tarea de pastorear a los pueblos con amor y sabiduría.
2.         Por los gobernantes de las naciones, para que comprendan bien su misión y dediquen todo su esfuerzo a lograr el bienestar y la prosperidad de todas las personas, especialmente los más necesitados.
3.         Por nuestro país, para que el Corazón de Cristo, guíe sus pasos por el camino de la paz, el bienestar y la prosperidad de todos sus habitantes.
4.         Por los enfermos de cuerpo y alma, para que, en el Corazón de Jesús, encuentren el consuelo y la sanación que sólo Dios sabe dar.
5.         Por los que están afectados por causa del coronavirus, para que encuentren en sus sufrimientos y angustias la caridad operante de los que celebramos a Cristo Resucitado.
6.         Por nosotros aquí reunidos en esta celebración, para que sepamos ser instrumentos en manos de Dios y llevemos con alegría y esperanza su mensaje de amor y reconciliación a nuestras comunidades

Se pueden hacer otras intenciones familiares

Oración conclusiva Padre compasivo y bondadoso, acoge benigno nuestras súplicas que confiadamente te presentamos, por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos responden Amén

CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA AL CORAZÓN DE JESÚS
El que dirige la celebración invita a la consagración al Corazón de Jesús diciendo Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, renovamos alegremente la Consagración de nuestra familia a tu Divino Corazón. Sé, hoy y siempre, nuestro Guía, el Jefe protector de nuestro hogar, el Rey y Centro de nuestros corazones. Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros vecinos, parientes y amigos. Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones. Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre. Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades. Queremos ser instrumentos de paz y de vida. Que nuestro amor a tu Corazón compense, de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan. Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti. Confianza profunda, ilimitada. Amén.

PADRE NUESTRO
El que dirige la celebración dice Siguiendo la enseñanza de Jesús, manso y humilde de corazón, acudamos con confianza a nuestro Padre, diciendo:

Todos Padre nuestro...

COMUNIÓN ESPIRITUAL
A continuación, se manifiesta el deseo de recibir a Jesús en la Eucaristía de modo espiritual Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.

ACCIÓN DE GRACIAS
Después se recita o se entona un cántico de acción de gracias Hoy, Señor, te damos gracias, / por la vida, la tierra y el sol. Hoy, Señor, queremos cantar / las grandezas de tu amor.

Gracias, Padre, mi vida es tu vida, / tus manos amasan mi barro, mi alma es tu aliento divino, / tu sonrisa en mis ojos está. Gracias, Padre, Tú guías mis pasos, / Tú eres la luz y el camino, conduces a ti mi destino / como llevas los ríos al mar. Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen, / y quieres que siga tu ejemplo brindando mi amor al hermano, / construyendo un mundo de paz.

INVOCACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Todos Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén Rezar 3 Ave Marías

RITO DE CONCLUSIÓN
El que dirige la celebración, invoca la bendición de Dios y se santigua, diciendo El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna Todos responden Amén

Se puede concluir entonando o recitando un canto a la Virgen María Junto a ti María. / como un niño quiero estar, tómame en tus brazos /guíame en mi caminar. Quiero que me eduques, / que me enseñes a rezar, hazme transparente, / lléname de paz. Madre, Madre / Madre, Madre. (Bis)