3 de agosto 2020. Por: Monseñor, Luis Fernando Rodríguez
Velásquez - Recibir la comunión en la
mano. Como para algunos fieles esta normativa parece ser nueva, y para
otros incluso parece ser una especie de profanación de las especies
eucarísticas, a manera de ilustración recuerdo algunos apartes del Magisterio
de la Iglesia a este respecto:
“Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo
partió y se lo dio y dijo: tomen éste es mi cuerpo” (Marcos. 14, 22; Mateo 26,
26; Lucas. 22, 15; 1 Corintios.11, 23). El pan ázimo, que es el que se usa en
las eucaristías, desde los inicios de la Iglesia hasta siglos después, es
grande y requiere ser partido y por tanto, como lo hiciera Jesús, según la tradición judía, se debía entregar
en las manos a los comensales. En la actualidad, por ejemplo, los miembros del
Camino Neocatecumenal tienen la autorización de la Congregación para el Culto
Divino, de elaborar el pan ázimo en el formato grande, para sus celebraciones,
pan consagrado que debe entregarse en las manos de los fieles para poder ser
consumido.
Las hostias, como las
conocemos hoy, comienzan tardíamente cuando el número de los fieles creció
y era prácticamente imposible darles a todos el pan ázimo horneado. Todo indica
que la tradición de las hostias viene del s. XII y eran elaboradas por los
monjes.
La tradición de
comulgar en la boca se fue imponiendo, sobre todo para exaltar la sacralidad y
el respeto de la Eucaristía que se recibe, y posiblemente por razones higiénicas.
En los tiempos más
recientes, el tema volvió a presentarse:
Por indicación expresa de San Pablo VI, se publicó en 1969
la Instrucción Memoriale Domini, donde, manteniendo la vigencia de la comunión
en la boca, se establecía el camino a seguir: “en aquellas regiones en que el
Episcopado juzgue conveniente, se podrá
dejar a los fieles la libertad de recibir la comunión en la mano, salvando
siempre la dignidad del sacramento y la oportuna catequesis del cambio”.
En el año 2000, San
Juan Pablo II promulgó la Instrucción General del Misal Romano, que en el
n.161 afirma: “Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el
sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo:
El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en
la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien
comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente”.
La Conferencia Episcopal de Colombia, en la Instrucción
pastoral sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística,
publicada el 2005, establece lo siguiente:
“n. 17. En Colombia
los fieles recibirán la Sagrada Comunión en pie, acercándose procesionalmente
al sacerdote o al ministro de la Comunión.
n. 18. Se puede
recibir la Comunión en la mano en todo el territorio nacional. Pero
recuérdese que es una posibilidad que no puede ser impuesta a nadie ni impedida
sin causa razonable. Los fieles tienen el derecho de elegir la forma como
desean recibir la sagrada Comunión. Ayúdese
a quienes deseen recibir el Santísimo Sacramento en la mano, a hacerlo con todo
decoro, pulcritud y devoción. Estén
vigilantes los ministros sagrados para evitar abusos y posibles faltas de
respeto. Se recordará a los fieles con frecuencia la forma más apropiada para
disponer sus manos, es decir, la mano derecha bajo la izquierda, de tal manera
que el Cuerpo del Señor se deposite sobre esta última y quede lista para
llevarlo a la boca. La Comunión se hará delante del sacerdote o ministro,
inmediatamente recibida en la mano. Será siempre conveniente que quienes optan
por esta forma de comulgar revisen su mano izquierda por posibles partículas
que hayan quedado y que también deben ser consumidas con todo respeto”.
Ahora bien, dentro de las directrices litúrgicas y
preventivas dadas en todo el mundo para la recepción de la Sagrada Comunión,
durante la pandemia del COVID-19, está el que se reciba en la mano. En los
protocolos para Colombia se dice:
“Se recomienda dar la
comunión en la mano, evitando el contacto físico, e invitar a los fieles a
recibirla con el amor y el respeto que exige la altísima dignidad de este
sacramento.
El sacerdote debe lavarse las manos en la credencia antes y
después de dar la comunión; conviene usar alcohol o gel. Esta precaución no es el rito de lavabo,
sobre lo cual conviene ilustrar a los fieles.
Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, en caso
de ejercer su ministerio, deben aplicar las determinaciones de este protocolo,
para ello serán instruidos por el sacerdote sobre sus funciones durante el
tiempo de la pandemia”.
Así las cosas, los
fieles deben tener cuenta que:
La posibilidad de
recibir la comunión en la mano, es muy antigua en la Iglesia.
No es un acto
sacrílego ni falto de respeto. La manera de recibir la Comunión no es un
precepto dogmático.
Así como se recibe con amor en la boca la Hostia santa,
recibir el Pan eucarístico en la mano se vuelve una oportunidad para rendirle
un especial homenaje a Jesús presente en el pan consagrado.
Se debe tener una especial preparación interna y externa.
Por ello la lavada de manos al ingreso del templo se hará no solo para evitar
transmitir un contagio, sino también para disponerse a “recibir con decoro el
cuerpo del Señor” con las manos limpias.
Lo importante no es
“cómo se recibe” la comunión o “quién la distribuye”, sino “a quién se recibe”.
Todos debemos colaborar para evitar posibles contagios.
Recibir la comunión en la boca, puede llevar a contagiar la mano del sacerdote
o ministro que está distribuyendo la comunión.
La “nueva normalidad litúrgica”, en tiempos de pandemia, nos
exigirá humildad para acoger los protocolos de bioseguridad, sindéresis y mucha
fe.
No se pueden olvidar las palabras del mismo Jesús: “Yo soy
el pan vivo bajado del cielo. Si uno come este pan, vivirá para siempre y el
pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Juan. 6, 51). De la comunión espiritual pasamos a la
comunión sacramental, y ello tiene que ser motivo de gran alegría y gozo.
Es Jesús quien como “Pan de vida”, se hace comida de salvación, fortaleza en
estos momentos de turbulencia, aliento en la incertidumbre, conforto en la
tristeza, aliento en la debilidad, confianza en su acción misericordiosa. + Luis
Fernando Rodríguez Velásquez. Obispo Auxiliar de Cali. Fuente: Conferencia
Episcopal de Colombia.