4 de septiembre de 2021

EL OBISPO. PRINCIPIO DE UNIDAD EN LA IGLESIA.


4 de septiembre 2021
. EL OBISPO, PRINCIPIO DE UNIDAD EN LA IGLESIA
. Autor: Padre,
 Raúl Ortiz Toro, Conferencia Episcopal de Colombia  “Por lo tanto, es apropiado que vuestro honorable presbiterio esté en armonía con la mente del obispo… como si fueran las cuerdas de una lira. Por tanto, en vuestro amor concorde y armonioso se canta a Jesucristo. Y vosotros, cada uno, formáis un coro, para que estando en armonía y concordes, y tomando la nota clave de Dios, podáis cantar al unísono con una sola voz por medio de Jesucristo al Padre, para que Él pueda oíros y, reconocer por vuestras buenas obras que sois miembros de su Hijo. Por tanto, os es provechoso estar en unidad intachable, a fin de que podáis ser partícipes de Dios siempre”. San Ignacio de Antioquía a los Efesios, IV
El hermoso texto que abre este escrito fue dirigido por un gran santo obispo de la antigüedad a la Iglesia de Éfeso, es decir, a la comunidad cristiana y presbiterio de aquella ciudad, en la primera década del siglo segundo de nuestra era.
 
San Ignacio de Antioquía es conocido por ser el primero que dio el nombre de “católica” a nuestra Iglesia; se había formado en la escuela del apóstol San Juan y bebió allí de las fuentes de la verdadera doctrina reconociendo que los medios de salvación son tres, como lo reafirma nuestro actual Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 830, inspirándose en el Concilio Vaticano II:
1.         Confesión de fe recta y completa
2.         Vida sacramental íntegra
3.         Ministerio ordenado en la sucesión apostólica 
Estos tres elementos, de manera particular y en su conjunto, son fundamentales para la salvación. Nadie puede decir que cree y, al mismo tiempo, rechazar los sacramentos o no reconocer el legítimo ministerio del obispo cuando se pronuncia sensatamente sobre asuntos de fe y costumbres; lo mismo que nadie puede decir que es católico si recibe los sacramentos pero no está concorde en la fe católica “recta y completa” o se resiste a ver en el obispo el signo de unidad en la Iglesia.
 
El mismo santo de Antioquía le escribía a la comunidad de los magnesianos (IV) algo al respecto: “algunos tienen el nombre del obispo en sus labios, pero en todo obran aparte del mismo. Estos me parece que no tienen una buena conciencia, por cuanto no se congregan debidamente según el mandamiento”.
Semejante introducción no hay necesidad de contextualizarla; el presbiterio de la Arquidiócesis de Ibagué expresa a su pastor arquidiocesano, Monseñor Orlando Roa Barbosa, su obediencia y aprecio. Independientemente de que en la Iglesia puedan darse pareceres distintos en los modos como se enfrentan los retos pastorales, sin embargo, en este caso, hemos visto a un pastor que busca estar cercano a su comunidad.
 
Conocemos a Monseñor Orlando en diferentes contextos: como párroco en Santa Isabel y Rovira, por ejemplo, como estudiante en Roma, como rector del seminario, como obispo auxiliar de Monseñor Flavio Calle Zapata, como obispo de El Espinal, ahora como arzobispo de Ibagué: ¿Qué hemos visto? Un pastor que quiere estar cercano al Pueblo fiel que se le ha confiado.
 
Al Señor Arzobispo lo mueve lo que San Pablo definió como la premura de la caridad de Cristo (cf. 2 Corintios 5, 14): es decir, la atención urgente a las necesidades de los hermanos. Entre sus primeras iniciativas, tras posesionarse como arzobispo, estuvo la de crear un centro de escucha para las personas en dificultades existenciales; ha dialogado con muchas de ellas, ha seguido sosteniendo obras de caridad y de promoción humana, se ha acercado a las comunidades y personas en crisis y, desde su gran devoción al misterio de la Cruz de Cristo, ha presentado un plan de restauración de las personas en momentos de prueba. Su deseo por entender el difícil contexto en el que se mueven quienes optan por el suicidio lo ha llevado a proponer, no sin sorna por parte del periodismo amarillista y la opinión pública sensacionalista, el retorno a Cristo y el recurso a imágenes y signos cristianos que inviten a valorar la vida de un modo más directo.
 
En años pasados, siendo obispo de la Diócesis del Espinal, visitó con dedicación a todas las comunidades, sobre todo las indígenas, pues son abundantes en esta región del Tolima, les dedicó tiempo, ordenó sacerdotes de este origen étnico, escuchó sus clamores y los acercó a Dios, ¿cómo puede, entonces, un medio de comunicación o un sector de opinión pública afirmar que el prelado discrimina a los indígenas por recomendar la reubicación de una representación indígena cercana al “Puente de la vida” cuyo origen no se remonta al deseo de valorar un ancestro étnico sino que corresponde a los vestigios de un desaparecido centro social de diversión? La prensa amarillista presentó el caso como discriminación por parte de nuestro pastor cuando en verdad lo que subyacía era el oportunismo por parte de los acomodados medios, buscando el escándalo y la desinformación que es su fórmula para vender. 
 
Es más, el mismo señor arzobispo tuvo la humildad de pedir perdón si alguna persona se había sentido ofendida por sus declaraciones y expresó con mayores matices su posición. En ningún momento el Señor Arzobispo señaló que la causa eficiente de los suicidios fuera una representación indígena sino que, dentro de las causas de este flagelo social, se deberían contar, además de los motivos psiquiátricos, neurológicos, psicológicos, afectivos, laborales, sociales, etc., también motivos de carácter espiritual atendiendo a que el ser humano es un ser integral y complejo cuyas decisiones responden a diferentes motivaciones. De allí su invitación a dirigir la mirada a representaciones de carácter religioso que inspiren la esperanza y el amor.
Por estos y muchos motivos más, los integrantes del clero de la Arquidiócesis de Ibagué rodeamos al Señor Arzobispo, Monseñor Orlando Roa Barbosa, con nuestro afecto filial y nuestra obsecuente obediencia, con el respeto a su digno ministerio y el acatamiento a su legítimo magisterio episcopal augurándole buenos y abundantes frutos en su ejercicio pastoral. Correo del autor praulortiz@cec.org.co