Evangelio para el domingo 5 de septiembre 2021. La salvación no tiene fronteras. °°° “Dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá”, esto es “Ábrete”. Y al momento se le abrieron los oídos.” °°° Marcos 7, 31-37. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
La mentalidad del Maestro de
Nazareth no tiene fronteras: su mente, su espíritu, su corazón; está en la
necesidad del ser humano, en el deseo de que todos los que conozcan su Palabra,
puedan disfrutar de todos los beneficios que Dios ofrece. Cura la hija de una mujer siro fenicia de
nacimiento. (cfr. Marcos 7, 24). En Sidón, cura un tartamudo sordo. (cfr.
Marcos 7, 31). Para el Hijo de Dios no
hay distinción entre buenos y malos, una raza u otra. Dialoga con una mujer
samaritana y cierra el ciclo del odio entre judíos y samaritanos. (cfr. Juan 4,
1-26). Para el salvador del mundo, no debería existir el racismo, la xenofobia, la homofobia. Los paganos quienes
son mal vistos por los judíos reciben la Gracia y la misericordia de Dios. El
Hijo de José y María anuncia una justicia nueva y superior a la antigua: “Si
ustedes aman a los que los aman, ¿Qué recompensa merecen? ¿No hacen, eso mismo
los publicanos?. Y si saludan tan solo a sus hermanos. ¿Qué hacen de extraordinario?
¿No hacen eso mismo los paganos? El gran lema de Jesucristo es: Todo lo hace
bien. (Marcos 7, 37).
La salvación que ofrece Dios, no
tiene fronteras. Las curaciones y sanaciones del Señor Jesús, no hacen parte de
un programa específico que Él debía cumplir. Su misión esencial es ser el Salvador
del mundo. El milagro es el sello de las Palabras. Contraste perfecto entre lo
que se anuncia “Tus pecados están perdonados”. En lo que se cree y se acepta:
“levántate y anda” (Lucas 5, 23). La
sanación es un encuentro total con Jesús, es la limpieza del corazón, es la
apertura del espíritu, es la capacidad del anuncio, es el convencimiento de lo
que he recibido y de lo que yo debo entregar. Cuando Dios sana a una persona es
porque Él confía en la misión que dicha persona va a cumplir en su Reino. Dios
no sana espectacularmente, Dios sana porque es su razón de ser. Si Dios sana y
no condena es porque quiere una sociedad de hermanos.
La opción es una cultura del
encuentro, para combatir una cultura de la exclusión. Así lo entiende y lo
enseña el Papa Francisco: “Sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio
límite, puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en
la sociedad.” (Discurso 29 marzo 2014) Cuida
tu salud: la cultura excluyente destruye una sociedad.