Evangelio para el lunes 27 de septiembre 2021. Un hombre consumado en la caridad: San Vicente de Paúl. °°° « Los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» (Lucas 9, 46-50) Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
La humildad, la caridad y la
misericordia tocan fondo en los sentimientos, en la espiritualidad de una persona. Forma parte de la
personalidad cristiana, no es un ejercicio, no es algo que se hace de un
momento para otro, es el ser de la misma persona. Una persona misericordiosa
piensa constantemente en lo común, descubre rápidamente la necesidad, su
espíritu es siempre abierto, totalmente desprendida, su mente cubre un conjunto
interminable de posibilidades, su corazón tiene alojamiento para miles de ovejas.
El misericordioso tiene ventajas
sobre cualquier otra persona. Le preocupa mucho la parte, sabe perfectamente
desprenderse de sí mismo porque su lente está más allá de los que se contentan
con haber hecho poco. Un buen discípulo, un excelente ministro de Dios, es un
hombre que toma muy en serio el llamado de su Maestro y Señor. El más humilde y
pequeño entre ustedes, será la persona más importante en el Reino de Dios. Y no
solo la más importante, sino la más necesaria, aquella que con su ejemplo y bondad,
logra conducir muchas almas hacia Dios.
El Hijo de Dios es el máximo ejemplo
de la humildad y la caridad. Afirma la Sagrada Escritura que: Sintió compasión
por los demás. Se dio cuenta de la necesidad. Tomó la iniciativa de darles de
comer. Enseñó a otros a practicar la caridad: “Dadle vosotros de comer” Le
cambió el espíritu a una sociedad egoísta “Todos comieron, se saciaron, y
sobró” los problemas se solucionan en comunidad, se aprende a caminar según la
comunidad. (cfr. Marcos 6, 34-44)
La fe debe actuar desde la caridad.
El apóstol de los gentiles enseña que: Actuar según el espíritu de Dios, (cfr. Romanos
5,5) pasando por la caridad, es descubrir el espíritu de la ley; es entender
que las leyes humanas y nuestras formas de vivir muchas veces impiden descubrir
lo más importante. San Vicente de Paúl proyectó su vida de fe, su vocación, su
amor a Dios, su amor al sacerdocio, su amor a la Iglesia, su amor a las
criaturas más amadas por Dios: Los pobres, los humildes, los necesitados, los
que tienen hambre, los excluidos de la sociedad, diríamos según el lenguaje del
Papa Francisco. San Vicente el hombre
consumado en la caridad cristiana. Fundador de una de las Congregaciones que
más gloria y honra han dado y dan a la Iglesia como las «Hijas de la Caridad».
Fundador de la Congregación para la misión. El santo es el Patrono de:
asociaciones de caridad, trabajadores de caridad, trabajadores de hospitales,
enfermos de lepra, presos, ayuda espiritual, sociedad de
San Vicente de Paul, cuerpos de servicios vicentinos, voluntarios. Algún estudioso de la vida del santo, la
define como los encuentros; todos aquellos momentos en la historia que fueron
moldeando su personalidad hasta el instante en que hace voto o juramento de
dedicar toda su vida a socorrer a los necesitados, y en adelante ya no pensará
sino en los pobres. San Vicente, me atrevería a decir, el Eco más elocuente y
vivo del Evangelio de Jesucristo.
San Vicente, el hombre visionario
del sacerdocio: Se recuerda un mensaje de él para todos los misioneros: «Somos
elegidos por Dios como instrumentos de su inmensa y paternal caridad, que
quiere establecerse y dilatarse en las almas. (…) Por tanto, nuestra vocación
no consiste en ir a una parroquia ni sólo a un obispado, sino a toda la tierra;
y ¿para qué? Para inflamar el corazón de los hombres, para hacer lo que hizo el
Hijo de Dios, que vino para prender fuego en el mundo, a fin de inflamarlo con
su amor. Por tanto, es verdad que soy enviado, no sólo para amar a Dios, sino también
para hacer que los demás lo amen. No me basta amar a Dios si mi prójimo no lo
ama» (Coste, XII, 262). Mientras no tengamos la caridad que brota del amor a
Dios, a su Iglesia y a la misión que él nos encomienda, no lograremos ser esos
grandes y generosos discípulos. Cuida tu
salud: La caridad, se impone ante el interés particular.