Evangelio para el viernes 16 de julio 2021. Dichoso aquel que escuche la Palabra de Dios y la cumpla. “Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo a Jesús: “Ahí afuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo”. Pero Él respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?. Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.” Mateo 12, 46-50. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
Damos gracias a Dios, hoy, al
recordar a Nuestra Señora del Monte Carmelo. La historia nos permite saber y
vivir este acontecimiento magno para la fe católica cristiana. Es cierto que al
primero que se le ocurrió la idea de proponer a la Santísima Virgen como
intercesora, fue al mismo Dios. Ella es la intercesora, ella es la
corredentora, ella es la advocación y modelo para toda una comunidad que tomó
la decisión de vivir en el ambiente de la oración, el rango precioso de la
pobreza evangélica y así nace la cuna de la orden de los Carmelitas.
Cuenta el historiador, que: El
Carmelo era sin duda, el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios.
Los principales fueron Elías y su discípulo Eliseo, pero existían también
diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir
una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue
continuada siglos más tarde, concretamente en el III y IV. A mediados del siglo
XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente -algunos
creen que venían de Italia-, decidieron instalarse en el mismo valle que sus
antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María. Allí construyeron el
primer templo dedicado a Santa María del Monte Carmelo. Desde su monasterio no
quisieron crear una nueva forma de culto mariano, ni tampoco, el título de la
advocación, respondía a una imagen en especial.
Nuestra querida señora del cielo.
Modelo perfecto en el orden de la fe y de la santidad de vida, agradable a Dios
y útil a la sociedad. La santidad ejemplar de la Virgen nos permite vislumbrar
sus virtudes sólidas, como modelo ante la comunidad de los elegidos. Ella gozó de
la fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios. Se distinguió por una
obediencia generosa, Por su clásica humildad sencilla, supo gozar de una
caridad solícita, su sabiduría siempre fue reflexiva. Pronta en el cumplimiento
de sus deberes, agradecida por los bienes recibidos, siempre llevó su don de la
pobreza con dignidad y confianza en su Señor. San Juan Pablo II, presenta a la
Virgen María, como la llena de Gracia y la santa por excelencia. Decía el
santo: La santidad original de María constituye el modelo insuperable del don y
de la difusión de la gracia de Cristo en el mundo. María está llena de gracia
santificante, y lo está desde el primer momento de su existencia. Esta gracia,
según la carta a los Efesios (Efesios 1,6), es otorgada en Cristo a todos los
creyentes. (Audiencia, 15 mayo 1996) Cuida tu salud: “A quien Dios quiere hacer
muy santo, lo hace devoto de la Virgen María.”