25 de
diciembre 2019. “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba
en el principio junto a Dios. Todo se
hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de
los hombres, y la luz brilla en las
tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” (Juan 1, 1-18). Hoy es el gran día
esperado durante todo este tiempo de Adviento. El espíritu con que hemos vivido
cada uno de los acontecimientos del Evangelio, el acompañamiento mismo de los
eventos que aparecieron posteriormente al nacimiento del Salvador, como los
villancicos del siglo XIII, al igual que el pesebre. Como una experiencia de
san Francisco de Asis, en la ciudad de Greccio (Italia) en el año 1223. La naturaleza entra en la sintonía de ese
mismo festejo salvífico: el árbol, las flores, la corona de adviento, el musgo,
los animales, la estrella, la noche del nacimiento etc. Han logrado una consonancia perfecta para
ayudarnos a vivir en plenitud lo que habían anunciado los profetas y se hace
realidad en el humilde pueblo de Belén. “Gloria a Dios en el cielo y en la
tierra paz a los hombres”. Padre, Jairo
Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
La Sagrada Escritura, centra todo el
evento máximo en el ser de Aquel que va a nacer, en su misión, y la incidencia
de su Palabra para el futuro de la humanidad.
El profeta Isaías, anuncia la alegría que se va a producir en la
humanidad, al ver venir por las montañas el mensajero que anuncia la paz, que
trae al Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: Ya reina tu
Dios. Esa es la intención de Dios, es la
misión de Cristo como enviado, convertirse para cada uno de nosotros en el mensajero de la Paz; Aquel que
triunfa sobre el pecado, Aquel que nos enseña el método de combatir todo
aquello que no nos permite vivir en tranquilidad. El Salmo 97 en la Escritura, expresa ese
sentimiento profundo por la llegada del Salvador: La tierra entera ha
contemplado la bondad de nuestro Dios. “El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel”. El anuncio es universal, su luz ilumina toda la
tierra, la oportunidad de convertirnos en luz es total: Los confines de la
tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra
entera; gritad, vitoread, tocad, cantad. Tocad la cítara para el Señor, suenen
los instrumentos; con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y
Señor.
Así,
el espíritu de navidad se convierte en Alegría y seguridad de lo que va a
suceder en adelante. La razón, es porque
Dios se preocupó de tener en cuenta todos los detalles, de tal manera que
llegado el momento se cumpliera las promesas, el curso de la historia no se
alterara, sino que al contrario se plenificara y siguiera su rumbo con esa
carga fuertemente espiritual del enviado de Dios.
El autor anónimo de la carta a los
Hebreos, describe perfectamente la delicadeza de Dios con la desobediencia y el
orgullo humano, el hombre responde a Dios lo que Dios nunca esperaba, pero el
hombre no se imagina es que Dios prevé las circunstancias y se adelanta a lo
que pueda suceder; así pues, Dios retoma las armas de la perseverancia y se
queda en el tiempo para poder decirle a la humanidad “Aquí estoy para lo que
ustedes puedan necesitar”: El libro sagrado dice: En muchas ocasiones y de
diversas maneras había hablado Dios en tiempos pasados a nuestros padres por
medio de los profetas. Ahora, al final de los tiempos, nos ha hablado por su
Hijo, por medio del cual creó el universo y a quien destinó a ser Señor de todo
cuanto existe. Al introducir su Hijo al mundo pide: “Que lo adoren todos los
ángeles de Dios” (1,1-6).
San Juan en su Evangelio, nos aclara
la tercera idea de esta fiesta navideña: La Palabra. El Hijo de Dios es el
cumplimiento de su misma Palabra, es la que se convierte en hombre, en el
vientre virginal de María Santísima. La Palabra divina a lo largo del tiempo,
ha sido, es y será el patrón de conducta nuestro ante el evento de nuestro
diario vivir. No existe otra fuerza más maravillosa que nos pueda indicar la
plena vivencia de nuestra fe. La palabra
lleva consigo un poder creativo, un poder regenerador, una gracia santificador,
una fuerza de conversión, una luz infinita, una voz de esperanza y encuentro
con todos aquellos que creen en esa Palabra.
El evangelista describe el poder y el acompañamiento de la Palabra desde
la eternidad: en el principio ya existía la Palabra, la palabra estaba con
Dios, más aún, era Dios. Desde el comienzo estaba con Dios, todo lo hizo Dios
por medio de ella, y sin ella nada se hizo cuanto existe.
Todo está centrado en la Palabra.
Por qué será que para muchas personas la Palabra no tiene el poder, el valor y
la eternidad que la misma Biblia pregona.
Problema serio en muchas personas, que no han logrado descubrir para sus
vidas, el valor de la Palabra. Pienso
que si lográramos detener el impulso de nuestros sentimientos y acondicionar la
Palabra en el puesto que ella se merece, habría un camino de cambio en nosotros. Entraríamos a pensar, por qué Dios le dio
tanta importancia a la Palabra, por qué Cristo, organizó su Reino con la
Palabra, por qué los profetas lograron la unidad de los pueblos y la conversión
de sus corazones con la Palabra, por qué la Iglesia ha sido incansable en la
predicación y el anuncio de la Palabra, por qué se dice históricamente que los
ministros de Dios son hombres de la Palabra “Homo Verbi”, por qué muchos
creyentes se encantan y han cambiado sus vidas gracias a la Palabra. Pues bien. Es la oportunidad, para pedirle a
Dios que dé esa Gracia tan especial de escuchar su Palabra, meditar su Palabra,
orar su Palabra, que su Palabra oriente nuestra personalidad. Que aprendamos a
creerle a la Palabra que Él mismo dejó.