Evangelio
para el domingo 15 de diciembre 2019. « °°° En aquel tiempo, Juan, que había
oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus
discípulos: -« ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús
les respondió: -«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo.” °°°
(Mateo 11, 2-11. La obra de Cristo habla por sí misma. Es la obra de alguien
que ya había sido anunciado con mucha anterioridad desde el profetismo en Israel.
(cf. Juan 5, 37 -39). Jesús no intenta
ganarse la admiración del público recurriendo a casos extraordinarios. Se
cumple en Él todo aquello que había sido anunciado:
Él es el Hijo de Dios,
(Lucas 1, 32); Él es quien debía venir al mundo, Él es el Salvador del mundo.
Él es el señor de muertos y vivos. (cf. Romanos 14, 9). Él está por encima de
todo principado (Efesios 1, 20-22). Él es el señor del cosmos. (cf. Efesios 4,
10). En Él la creación, encuentra su recapitulación. (cf. Efesios 1, 10). Él es
quien presenta Juan el bautista. Su obra no depende de nadie en la tierra. Su
obra es eminentemente celestial, está en comunión con su Padre.
Jesús
desarrolla el programa de su Padre celestial. La ocasión para conocerlo y
asimilarlo es la fe. Es complicado entender los planteamientos de Cristo
mientras no esté de por medio la fe en la obra de Dios. La pregunta del
Bautista sobre la identidad del Mesías, parece un poco extraña: -« ¿Eres tú el
que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Mateo 11,3). Juan guardaba un
concepto de Jesús; llegado el momento, las ideas no coinciden, se hace
necesario que el Maestro, disuelva el enigma. El Nazareno responde: los ciegos
ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los
muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. (Mateo 11,5). La
obra de Dios, habla por sí misma. Así lo confirma el mismo Jesucristo, y por
supuesto que se lamenta de la terquedad del hombre: “La sabiduría se justifica
por sus obras” (Mateo 11, 19).
Juan el bautista, es un personaje
importantísimo como precursor del Redentor del mundo. Es el ejemplo de la
penitencia, de la oración, del sacrificio, el humilde, el prudente, Aquel que
presenta al Nazareno, como el cordero que quita el pecado del mundo. (cf. Juan
1, 29). Aprendemos de Juan, lo que mucho
se le valora y aprecia a un ser humano: La coherencia entre lo que dice y lo
que hace. Aprendemos de Jesús de Nazareth: Él es el
Mesías. No hay lugar a equivocación. Su vida y su obra, demuestran el Reino que
su Padre celestial, le pidió instaurar. Cuida
tu salud: Quien le cree a Dios, no necesita explicaciones. Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué.