22 de diciembre 2019. Queridos hermanos y hermanas, “San
José, hombre justo por excelencia”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. ¡buenos
días!. En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio (cf. Mateo
1,18-24) nos guía hacia la Navidad a través de la experiencia de José, de San
José, una figura aparentemente en segundo plano, pero en cuya actitud está
encerrada toda la sabiduría cristiana.
Él, junto con Juan el Bautista y María, es uno de los personajes que la
liturgia nos propone para el tiempo de Adviento; y de los tres es el más modesto. Uno que no predica, que no habla,
pero trata de hacer la voluntad de Dios; y la cumple al estilo del Evangelio y
de las Bienaventuranzas: «Dichosos los pobres de corazón, porque el Reino de
Dios les pertenece» (Mateo 5,3). Y José es pobre porque vive de lo esencial;
trabaja, vive del trabajo, es la pobreza típica de aquellos que son conscientes
de depender en todo de Dios y en Él depositan toda su confianza.
La historia del Evangelio de hoy presenta una situación
humanamente vergonzosa y contrastante. José y María están comprometidos;
todavía no viven juntos, pero ella está esperando un bebé por obra de Dios.
José, ante esta sorpresa, naturalmente queda turbado, pero…. en vez de
reaccionar de manera impulsiva y punitiva, como ocurría en esa época con la
ley, busca una solución que respete la dignidad y la integridad de su amada
María. Dice el Evangelio: «José, su esposo, que era un hombre justo y no
queriendo ponerla en evidencia, pensó en dejarla en secreto» (v. 19). José, de
hecho, sabía bien que si hubiera denunciado a su prometida, la habría expuesto
a graves consecuencias, incluso a la muerte. Él tiene plena confianza en María,
a quien ha elegido como su esposa, no entiende, pero busca otra solución
Esta inexplicable circunstancia le lleva a cuestionar su
unión. Por eso, con gran sufrimiento, decide alejarse de María sin crear
escándalo. Pero el Ángel del Señor interviene para decirle que la solución que
está proyectando no es la que quiere Dios, más bien, el señor le abre un camino
nuevo, un camino de unión, de amor y de felicidad, y le dice: «José, hijo de
David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha
concebido por obra del Espíritu Santo» (v. 20).
En este punto, José
confía totalmente en Dios, obedece las palabras del Ángel y lleva a María con
él. Fue precisamente esta confianza inquebrantable en Dios la que le
permitió aceptar una situación humanamente difícil y, en cierto modo,
incomprensible. José entiende, en la fe,
que el niño engendrado en el vientre de María no es su hijo, sino el Hijo
de Dios, y él, José, será el cuidador asumiendo completamente su paternidad
terrenal. El ejemplo de este hombre amable y sabio nos insta a mirar hacia
arriba y ver más allá de lo que vemos. Se trata de recuperar la asombrosa
lógica de Dios que, lejos de los pequeños o grandes cálculos, está hecha de
apertura hacia nuevos horizontes, hacia Cristo y su Palabra. Que la Virgen
María y su casto esposo José nos ayuden a ponernos a la escucha de Jesús que
viene, y que pide ser incluido en nuestros proyectos y en nuestras elecciones.
Fuente: Zenit. Org.