26 de diciembre 2019. “La violencia es derrotada por el
amor.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días . Hoy celebramos la fiesta de san Esteban, primer mártir. El Libro
de los Hechos de los Apóstoles nos habla de él (cfr cap. 6-7) y en las páginas
de la liturgia de la Palabra de hoy nos lo presenta en los momentos finales de
su vida, cuando es capturado y lapidado (cfr 6,12; 7,54-60).
En el clima gozoso de la Navidad, esta memoria del primer
cristiano asesinado por la fe puede parecer fuera de lugar. Sin embargo,
precisamente desde la perspectiva de la fe, la celebración de hoy se pone en
sintonía con el verdadero significado de la Navidad. En el martirio de Esteban,
de hecho, la violencia es derrotada por
el amor, la muerte por la vida: él, en la hora del testimonio supremo,
contempla los cielos abiertos y dona a sus perseguidores su perdón.
Este joven servidor del Evangelio, lleno de Espíritu Santo,
supo narrar a Jesús con las palabras, y sobre todo con su vida. Mirándolo a él,
vemos realizarse la promesa de Jesús a sus discípulos: «Cuando los entreguen
por causa mía, el Espíritu del Padre les dará la fuerza y las palabras para dar
testimonio» (cfr Mateo 10,19-20). Así había prometido Jesús. En la escuela de
san Esteban, que se asemejó a su maestro tanto en la vida como en la muerte,
también nosotros fijamos nuestra mirada en Jesús, testigo fiel del Padre. Aprendemos
que la gloria del Cielo, aquella que dura para la vida eterna, no está hecha de
riquezas y poder, sino de amor y de entrega de sí mismo.
Tenemos necesidad de tener la mirada fija en Jesús, autor y perfeccionador de la fe, para
poder dar razones de la esperanza que se nos ha donado a través de los desafíos
y las pruebas que debemos afrontar cotidianamente. Para nosotros, los
cristianos, el Cielo ya no está lejos, separado de la Tierra. En Jesús, el
Cielo ha descendido a la Tierra y gracias a él, con la fuerza del Espíritu
Santo, nosotros podemos asumir todo lo que es humano y orientarlo hacia el
Cielo, de tal modo que el primer testimonio sea precisamente nuestro modo de
ser humanos, un estilo de vida plasmado según Jesús, manso y humilde. Humilde y noble, no violento.
Esteban era diácono, uno de los primeros siete diáconos de
la Iglesia, (cfr Hechos 6,1-6). Él nos enseña a anunciar a Cristo a través de
gestos de fraternidad y de caridad evangélica. Su testimonio, que culmina en el
martirio, es una fuente de inspiración para la renovación de nuestras
comunidades cristianas. Estas están llamadas a ser cada vez más misioneras
decididas, todas orientadas a la evangelización, decididas a alcanzar a los
hombres y mujeres de las periferias existenciales y geográficas, donde hay sed
de esperanza y de salvación. Comunidades que no siguen la lógica mundana, que
no ponen al centro a sí mismas, su propia imagen, sino únicamente la gloria de Dios y el bien de la gente, especialmente
de los más pequeños y los pobres.
La fiesta del protomártir Esteban nos llama a recordar a
todos los mártires de ayer y de hoy, hoy hay muchos, a sentirnos en comunión
con ellos. Y a pedir a ellos la gracia de vivir y morir con el nombre de Jesús
en el corazón y en sus labios. Que María, Madre del Redentor, nos ayude a vivir
este tiempo de Navidad fijando la mirada en Jesús, para hacernos cada día más
semejantes a Él. Fuente: Zenit. Org.