21 de enero 2020. Clamor orquestado en favor del aborto. Autor:
Padre, Mario García Isaza, c.m Formador Seminario Mayor Arquidiócesis de
Ibagué. Posiblemente parezca un inútil
majar en hierro frío volver a hablar en defensa de la vida del inocente aún no
nacido. Pero yo sigo experimentando en lo más íntimo de mi ser de hombre, de
colombiano, de católico y de sacerdote, la necesidad de salir en defensa de
esos pequeñines inermes y de los principios y verdades de la antropología y de
la moral que orientan mi pensamiento y nutren mis más entrañables convicciones.
En los últimos días, la campaña criminal de influyentes
medios de comunicación, particularmente El Espectador y El Tiempo, para
presionar a la Corte Constitucional y obligarla a legalizar el asesinato de los
que viven aún en el seno materno, se ha vuelto un verdadero clamor; uno
descubre en esos órganos de opinión una auténtica obsesión.
¡Y con qué
facilidad encuentran columnistas que tienen, al abogar por el aborto totalmente
libre y generalizado, un efugio para su antipatía por la moral cristiana o tal
vez para sus propias frustraciones o remordimientos…El magistrado doctor
Linares, que se erige en el corifeo del proyecto infanticida, tiene a su
alrededor un coro vocinglero que lo
acicatea y lo conmina. “Ya es hora de que la corte permita el aborto libre”,
así se despacha el editorial de El Espectador el 19 de enero; y en la misma
fecha, desde su buhardilla, de la que salen casi semanalmente envenenados
disparos contra la Iglesia y contra la moral cristiana, don Ramiro Bejarano
esgrime, para pedir que se autorice el asesinato del niño en gestación dizque la “igualdad de género real”…Y hoy, en
breve nota, quien se firma como Berta Lucía, blande el manido “argumento” : es que las mujeres
somos dueñas de nuestros cuerpos.
Le pregunto: ¿y dueñas también del cuerpo de sus hijitos,
hasta el punto de sentirse autorizadas para matarlos en su vientre?...En El
Tiempo de ayer, enero 20, doña Melba Escobar titula su columna con esta perla:
“Defender el aborto es también defender la vida”. ¿Habrase visto contradicción
de términos más protuberante? Es el
colmo de la falacia y de la desfachatez.
Eliminar y expulsar al embrión, al que la simple biología reconoce ya como un
ser humano, ¿es defender la vida? ¡Por Dios! Y al interrogante que en su
artículo plantea, yo le respondería: sí, por supuesto, sabemos que mueren miles
de mujeres en el mundo por prácticas abortivas no seguras. Razón de más para
luchar contra ellas; pero ¡también sabemos
que mueren en el mundo, no millares, millones de pequeñitos no nacidos
aún, porque los abortan!
Una y mil veces más : ¡no al aborto, no al genocidio de los
más indefensos, no a las artimañas idiomáticas para no llamar las cosas por su
nombre, no a la autorización legal del filicidio, no a los órganos de opinión
que, sometidos a condicionamientos económicos foráneos, cobardemente se prestan
a alentar la depravada campaña abortista! Y no, también, a nuestros silencios
cómplices, a nuestras cobardías para salir en defensa de la vida. La doctrina
esplendente de la Iglesia es ineluctable y tiene que ser la que nos señale el
rumbo. “LA VIDA, DESDE SU CONCEPCIÓN, HA
DE SER SALVAGUARDADA CON EL MÁXIMO CUIDADO: EL ABORTO Y EL INFANTICIDIO SON
CRÍMENES ABOMINABLES” (Vaticano II,
Gaudium et Spes, N° 51) Correo del
autor: magarisaz@hotmail.com