3 de enero 2020. «Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré» (Mateo 11,28) Mensaje del Papa Francisco para la
XXVIII jornada mundial del enfermo a celebrarse el 11 de febrero próximo. Queridos hermanos y hermanas:
1. Las palabras que pronuncia Jesús: «Venid a mí todos los
que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mateo 11,28) indican el
camino misterioso de la gracia que se revela a los sencillos y que ofrece
alivio a quienes están cansados y fatigados. Estas palabras expresan la
solidaridad del Hijo del hombre, Jesucristo, ante una humanidad afligida y que
sufre. ¡Cuántas personas padecen en el cuerpo y en el espíritu! Jesús dice a
todos que acudan a Él, «venid a mí», y les promete alivio y consuelo. «Cuando
Jesús dice esto, tiene ante sus ojos a las personas que encuentra todos los
días por los caminos de Galilea: mucha gente sencilla, pobres, enfermos,
pecadores, marginados… del peso de la ley del sistema social opresivo… Esta
gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra, ¡una palabra que daba
esperanza!» (Ángelus, 6 julio 2014).
En la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, Jesús dirige una
invitación a los enfermos y a los oprimidos, a los pobres que saben que dependen completamente de Dios y que,
heridos por el peso de la prueba, necesitan ser curados. Jesucristo, a quien
siente angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad, no impone leyes, sino que ofrece su
misericordia, es decir, su persona salvadora. Jesús mira la humanidad herida.
Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren
indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en
su condición de salud, sin descartar a nadie, e invita a cada uno a entrar en
su vida para experimentar la ternura.
2. ¿Por qué Jesucristo nutre estos sentimientos? Porque él
mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su
vez consuelo del Padre. Efectivamente, sólo
quien vive en primera persona esta experiencia sabrá ser consuelo para otros.
Las formas graves de sufrimiento son varias: enfermedades incurables y
crónicas, patologías psíquicas, las que necesitan rehabilitación o cuidados
paliativos, las diversas discapacidades, las enfermedades de la infancia y de
la vejez… En estas circunstancias, a veces se percibe una carencia de humanidad
y, por eso, resulta necesario personalizar el modo de acercarse al enfermo, añadiendo al curar el cuidar, para una
recuperación humana integral. Durante la enfermedad, la persona siente que está
comprometida no sólo su integridad física, sino también sus dimensiones
relacionales, intelectiva, afectiva y espiritual; por eso, además de los
tratamientos espera recibir apoyo, solicitud, atención… en definitiva, amor.
Por otra parte, junto al enfermo hay una
familia que sufre, y a su vez pide consuelo y cercanía.
3. Queridos hermanos y hermanas enfermos: A causa de la
enfermedad, estáis de modo particular entre quienes, “cansados y agobiados”,
atraen la mirada y el corazón de Jesús. De ahí viene la luz para vuestros
momentos de oscuridad, la esperanza para vuestro desconsuelo. Jesús os invita a
acudir a Él: «Venid». En Él, efectivamente, encontraréis la fuerza para
afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros, en esta
“noche” del cuerpo y del espíritu. Sí, Cristo no nos ha dado recetas, sino que
con su pasión, muerte y resurrección nos libera de la opresión del mal.
En esta condición, ciertamente, necesitáis un lugar para
restableceros. La Iglesia desea ser cada vez más —y lo mejor que pueda— la “posada” del Buen Samaritano que es
Cristo (cf. Lucas 10,34), es decir, la casa en la que podéis encontrar su
gracia, que se expresa en la familiaridad, en la acogida y en el consuelo. En
esta casa, podréis encontrar personas que, curadas por la misericordia de Dios
en su fragilidad, sabrán ayudaros a llevar la cruz haciendo de las propias
heridas claraboyas a través de las cuales se pueda mirar el horizonte más allá
de la enfermedad, y recibir luz y aire puro para vuestra vida.
En esta tarea de procurar alivio a los hermanos enfermos se
sitúa el servicio de los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, personal
sanitario y administrativo, auxiliares y voluntarios que actúan con competencia
haciendo sentir la presencia de Cristo, que ofrece consuelo y se hace cargo de
la persona enferma curando sus heridas. Sin embargo, ellos son también hombres
y mujeres con sus fragilidades y sus enfermedades. Para ellos valen
especialmente estas palabras: «Una vez recibido el alivio y el consuelo de
Cristo, estamos llamados a su vez a
convertirnos en descanso y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y
humilde, a imitación del Maestro» (Ángelus, 6 julio 2014).
4. Queridos agentes sanitarios: Cada intervención de
diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde
el sustantivo “persona” siempre está antes del adjetivo “enferma”. Por lo
tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida
de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio
asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad
sea irreversible.
En la experiencia del límite y del posible fracaso de la
ciencia médica frente a casos clínicos cada vez más problemáticos y a
diagnósticos infaustos, estáis llamados a abriros a la dimensión trascendente,
que puede daros el sentido pleno de vuestra profesión. Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es
inviolable y no se puede disponer de ella (cf. Instrucción. Donum vitae, 5;
Carta encíclica. Evangelium vitae, 29-53). La vida debe ser acogida, tutelada,
respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren
simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida. En ciertos
casos, la objeción de conciencia es para vosotros una elección necesaria para
ser coherentes con este “sí” a la vida y a la persona. En cualquier caso,
vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor
servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no
podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y
procedimientos que le den alivio y consuelo.
Lamentablemente, en algunos contextos de guerra y de
conflicto violento, el personal sanitario y los centros que se ocupan de dar
acogida y asistencia a los enfermos están en el punto de mira. En algunas
zonas, el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su
favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria. En realidad,
atacar a aquellos que se dedican al servicio de los miembros del cuerpo social
que sufren no beneficia a nadie.
5. En esta XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, pienso en los
numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad
de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza. Me dirijo, por lo
tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del
mundo, a fin de que no desatiendan la
justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que,
aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que
todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la
recuperación de la salud. Agradezco de corazón a los voluntarios que se ponen
al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales
y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen
Samaritano.
Encomiendo a la Virgen María, Salud de los enfermos, a todas
las personas que están llevando el peso de la enfermedad, así como a sus
familias y a los agentes sanitarios. A todos, con afecto, les aseguro mi
cercanía en la oración y les imparto de corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de enero de 2020, Memoria del Santísimo Nombre de Jesús. FRANCISCO.
Fuente: Zenit. Org.