12 de enero 2020. “Dios es el Dios de las sorpresas. Pide
ser bautizado.” Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!. “Una vez más he tenido la alegría de bautizar a
algunos niños en la fiesta de hoy del Bautismo del Señor, hoy fueron 32. Oremos
por ellos y sus familias.
La liturgia de este año nos propone el acontecimiento del
bautismo de Jesús según el relato del Evangelio de Mateo 3, 13-17. El
evangelista describe el diálogo entre Jesús, que pide el bautismo, y Juan el
Bautista, que quiere negarse y observa: «Soy yo quien necesita ser bautizado
por ti, y tu vienes a mí?» (v. 14). Esta decisión de Jesús sorprende al
Bautista: de hecho, el Mesías no necesita ser purificado; es Él en cambio quien
purifica. Pero Dios es el Santo, sus caminos no son los nuestros y Jesús es el
Camino de Dios, un camino impredecible. Recordemos que Dios es el Dios de las sorpresas.
Juan había declarado que había una distancia abismal e
insalvable entre él y Jesús. «No soy digno de llevar sus sandalias». (Mateo
3,11), dijo. Pero el Hijo de Dios vino precisamente para salvar la brecha entre
el hombre y Dios. Si Jesús está del lado de Dios, también está del lado del
hombre, y reúne lo que estaba dividido. Por eso le respondió a Juan: «Déjalo
por ahora, porque conviene que cumplamos con toda justicia» (v. 15). El Mesías pide ser bautizado, para que toda
la justicia se cumpla, es decir, se realice el plan del Padre que pasa por
el camino de la obediencia filial y de solidaridad con el hombre frágil y
pecador. Es el camino de la humildad y de la total cercanía de Dios a sus
hijos.
El profeta Isaías proclama también la justicia del Siervo de
Dios, que cumple su misión en el mundo con un estilo contrario al espíritu
mundano: «No gritará ni elevará el tono, no hará que se oiga por las calles,
dice el profeta, no romperá la caña quebrada, no apagará la mecha con una llama
que arde débilmente» (42,2-3). Es la actitud de mansedumbre, es lo que nos
enseña Jesús con su humildad, es la actitud de la gentileza, simplicidad,
el respeto, la moderación y ocultamiento,
que pide también hoy Jesús a los
discípulos. Cuantos discípulos del señor se pavonean de ser discípulos del
Señor. No es un buen discípulo el que se
pavonea, buen discípulo es el humilde, el manso, el que hace el bien sin
hacerse ver. En la acción misionera, la comunidad cristiana está llamada a
encontrarse con los demás siempre proponiendo y no imponiendo, dando
testimonio, compartiendo la vida concreta de las personas.
Tan pronto como Jesús fue bautizado en el río Jordán, los
cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió sobre Él como una paloma,
mientras que una voz resonaba desde lo alto diciendo: «Este es mi Hijo», El
amado: en quien tengo puesta toda mi complacencia» (Mateo 3,17). En la Fiesta
del Bautismo de Jesús redescubrimos nuestro Bautismo. Como Jesús es el Hijo
amado del Padre, nosotros también, renacidos del agua y por el Espíritu Santo
sabemos que somos hijos amados; el padre nos ama a todos, objeto de la
complacencia de Dios, hermanos de muchos otros hermanos, investidos con una gran
misión para dar testimonio y anunciar a todos los hombres el amor infinito del
Padre.
Esta fiesta del bautismo de Jesús, nos hace recordar nuestro
bautismo, también nosotros hemos renacido, en el bautismo vino el Espíritu
Santo a nosotros por eso es importante recordar, saber, cual es la fecha de mi
bautismo. Sabemos cuál es la fecha de nuestro nacimiento, pero no siempre
sabemos cuándo es la fecha de nuestro bautismo, seguramente algunos de ustedes,
no lo saben, es una tarea para que hagan en casa, cuando regresen, pregunten,
¿Cuándo fui bautizada, cuándo fui bautizado? y festejen en el corazón la fecha
del bautismo cada año, háganlo, porque es un deber de justicia hacia el Señor
que ha sido tan bueno con nosotros.
Que María Santísima nos ayude a comprender cada vez más el
don del Bautismo y a vivirlo con coherencia en las situaciones cotidianas.
Fuente: Zenit. Org.