28 de enero 2020. El Papa Francisco pidió a los cristianos
que no sean “prisioneros de la formalidad” y que no se avergüencen de sentir
alegría por recibir la Palabra de Dios. El Pontífice, durante la Misa celebrada
este martes en casa Santa Marta, aseguró que la Iglesia no puede ir adelante
con “evangelizadores aburridos”.
“La Iglesia no irá adelante, el Evangelio no irá adelante
con evangelizadores aburridos,
amargados. No. Sólo irá adelante con evangelizadores alegres, llenos de
vida. La alegría de recibir la Palabra de Dios, la alegría de ser cristianos,
la alegría de avanzar, la capacidad de hacer fiesta sin avergonzarse”.
El Santo Padre reflexionó en su homilía sobre la alegría
cristiana a partir del fragmento de la primera lectura de la Misa, del Libro de
Samuel, (II Samuel 6, 12-15, 17-19) en la que se describe la fiesta del pueblo
de Israel tras el regreso a Jerusalén del Arca de la Alianza, que había sido
sustraída.
“El pueblo de Dios estaba alegre porque Dios estaba con
ellos”, subrayó Francisco. Esa alegría es tan grande que el mismo rey David
empezó a bailar delante del pueblo: “Expresa su alegría sin vergüenza, porque
es la alegría espiritual del encuentro con el Señor: Dios ha regresado con
nosotros y eso nos produce mucha alegría”.
La felicidad de David ante el regreso del Arca de la Alianza
le lleva a compartir la fiesta con el pueblo, porque “David no piensa que el
rey deba distanciarse de la gente”. “David ama al Señor, está feliz por el
regreso del Arca. Expresa esta felicidad, esta alegría bailando, y seguramente
también cantaba, como todo el pueblo”.
Esa alegría de David y del pueblo de Israel es la misma que
experimenta el cristiano “cuando estamos con el Señor”.
Por ese motivo, el Papa apreció “la espontaneidad de la
alegría con el Señor” como una muestra de “religiosidad genuina”. Ante esa
muestra de alegría, advirtió que algunos se pueden escandalizar, y recordó que
en el mismo fragmento del Libro de Samuel se describe cómo la hija de Saúl,
Mical, reprocha al rey David que baile “como un vulgar, como uno del pueblo”.
Ante ese desprecio, el Señor castigó a Mical: “No tuvo hijos
por ese motivo”, señaló el Pontífice. Esa correlación entre el desprecio a la
alegría y la falta de fecundidad se puede aplicar también a la vida espiritual
del cristiano de hoy, resaltó el Papa, porque “cuando en un cristiano falta la
alegría, ese cristiano no es fecundo; cuando
falta la alegría en nuestro corazón, no hay fecundidad”. Fuente: Aciprensa.
Redacción.