3 de abril 2021. Todos tenemos defectos. Autor: Padre, Fernando Pascual, LC. Fuente: Catholic.net. Algunos más, otros menos. De esos defectos, unos son nuestros y resultan molestos a los demás, mientras que otros son de los demás y nos hacen sufrir a nosotros.
No es fácil convivir
con los defectos. Ni con los propios, porque provocan nuestro descontento,
o complejos, o pena al constatar los propios límites. Ni con los ajenos, porque
pueden llevarnos a la impaciencia o, por desgracia, tarde o temprano provocan
heridas en nosotros mismos o en otros.
Por desgracia, hay
defectos que son difíciles de corregir. Quisiéramos que tal persona
controlase mejor su lengua, pero le resulta algo casi sobrehumano. Quisiéramos
que el otro fuese más constante en su trabajo, pero se cansa enseguida.
Quisiéramos nosotros mismos ser más prudentes, pero nos vencen las prisas.
Frente a tantos defectos, sobre todo los que parecen
incorregibles, no podemos simplemente incurrir en una resignación fatalista: hay males que conviene evitar, para nuestro
bien y para el bien de otros.
Pero no tiene sentido una rebelión continua, una rabia que
desgasta, ante esos defectos que aparecen una y otra vez, que molestan, que
hacen más difícil una vida ya de por sí llena de problemas. Convivir con los
defectos nunca ha sido fácil, pero hace falta para no agravar las cosas. Hay reproches que empeoran la situación.
Hay quejas que no solucionan nada. Hay reacciones de abatimiento ante ciertos
defectos que los empeoran.
Ante aquellos defectos corregibles, un sano esfuerzo y una
estrategia bien orientada hará posible mejorar el ambiente, limar asperezas,
construir colaboraciones en familia o en el trabajo. Ante los defectos casi
incorregibles, en algunas ocasiones habrá que defenderse para evitar daños. En
otros casos, podremos aplicar el consejo de San Pablo que exhorta a soportarnos mutuamente y a ofrecer el
bálsamo del perdón:
“Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de
entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia,
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja
contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros” (Col 3,12 13)