10 de abril 2021. Las llagas de la Iglesia. Autor: Padre, Juan García Inza. Doctor en Derecho Canónico. Fuente: Religión en libertad. Serrano Oceja titula su columna en ABC, el domingo 4 de abril: “Las nuevas llagas de la Iglesia”. No podemos escandalizarnos, ni caer en un mar de dudas, cuando constatamos que la Iglesia militante, formada por hombres y mujeres pecadores, muestra sinceramente, y con dolor, que ese cuerpo vivo ha sufrido sus llagas a lo largo de los siglos.
Oceja cita
al beato Antonio Rosmini que publicó en 1846 un libro que llevaba por título
precisamente “Las cinco llagas de la Santa madre Iglesia”. Son las plagas
que a lo largo de los siglos hacen mella en este Pueblo de Dios, formado por
hombres. Esta sincera valentía tenía como fin denunciar lo que va mal para que
vaya mejor. Es la gran corrección fraterna que es necesaria siempre.
Rosmini señala
la separación que se daba entre en pueblo cristiano y el clero, llamado
clericalismo; el bajo nivel de preparación doctrinal y espiritual del clero; la
falta de unidad entre la Jerarquía; la libertad de la Iglesia para nombrar
obispos sin injerencias políticas; y la falta de una clara independencia del
mundo de la economía, para vivir de verdad una pobreza evangélica.
¿Qué pasa
hoy? Indudablemente hemos madurado y limpiado a fondo la imagen de la Iglesia.
Los últimos papas, y en especial el Papa Francisco se han empeñado en serio en
esta tarea. Pero aún quedan cosas por hacer. Debe reforzarse la unidad entre la
Jerarquía evitando corrientes ideológicas que no hacen ningún bien. La falta de
espiritualidad en la práctica y enseñanza de la doctrina. Las homilías, y las
catequesis, se decantan por una enseñanza carente, muchas veces, de hondura
teológica y aplicación práctica. Se observa una deficiencia cultural en la
formación del clero, que debe partir de los seminarios. Que el talente amable y
conciliador no vaya en menoscabo de la denuncia misericordiosa del mal que nos
afecta. No todo está bien, aunque no se condene a nadie, pero hay que hablar
claro dejando siempre una puerta abierta al perdón y al compromiso apostólico.
Hay que dedicar tiempo al trato pastoral sin prisas, y a la administración de
los Sacramentos, especialmente el de la Penitencia.
No hay que
dejar a las familias solas en la gran problemática que tienen que afrontar en
relación con los hijos, los enfermos, los mayores y los jóvenes. No hay que
descuidar la formación permanente a todos los niveles. Las parroquias deben ser
en cada ambiente un foco de espiritualidad, cultura y caridad. Se dice que lo
que falla no es la fe, sino la razón. Hay que invitar al pueblo a que se
involucre en una dinámica cultural y humanitaria, pero sin olvidar la dimensión
espiritual que estamos obligados a ofertar y mantener.
Se está
dando un abandono masivo de la práctica religiosa. ¿Qué se puede hacer? Buscar
las ovejas descarriadas con amabilidad, dedicando tiempo y esfuerzo espiritual
en tratar personalmente a todos los que podamos. Siempre con mucha paciencia,
comprensión y esperanza.
No ser derrotistas. ““«En verdad, en verdad os digo que
lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en gozo." (Juan, 16). “No tengáis miedo, yo
he vencido al mundo” (Juan. 16,33), nos dice el Señor. Siempre ha sido difícil
exponer y defender la Verdad. Hay una oposición sistemática a todo lo que suene
a Dios, a Religión, a Iglesia, porque se opone a los criterios egoístas,
inhumanos, y a veces brutales. Pero
intentando sanar las llagas de la Iglesia podremos ofrecer una cara bonita de
este Pueblo de Dios, sembrado de santos y de mártires. La Iglesia, madre
nuestra, está necesitada de nuestro cariño y comprensión. Tú eres Iglesia. Tu
imagen debe invitar a otros a seguir a Jesús cogidos de la mano como hermanos.
En lugar de juzgar, trata de amar, de comprender, de invitar a que otros sigan
el camino que ya recorres con entusiasmo. Hay que ser alegres para hacer la
vida feliz a los demás.