29 de diciembre 2021. Catequesis sobre san José 5. San José, emigrante perseguido y valiente. Catequesis Papa Francisco. Sala Pablo VI. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy quiero presentarles a san José como un migrante perseguido y valiente. Así lo describe el evangelista Mateo. Este acontecimiento concreto de la vida de Jesús, en el que también están implicados José y María, se conoce tradicionalmente como “la huida a Egipto” (cf. Mateo 2,13-23). La familia de Nazaret sufrió tal humillación y experimentó en primera persona la precariedad, el miedo y el dolor de tener que abandonar su tierra natal. Aún hoy en día muchos de nuestros hermanos y hermanas se ven obligados a experimentar la misma injusticia y sufrimiento. El motivo es casi siempre la prepotencia y la violencia de los poderosos. También para Jesús ocurrió así.
El rey Herodes se entera por los Reyes Magos del nacimiento
del "rey de los Judíos", y la noticia lo trastorna. Se siente
inseguro, se siente amenazado en su poder. Así que reúne a todas las
autoridades de Jerusalén para averiguar el lugar del nacimiento, y ruega a los
Reyes Magos que se lo comuniquen con precisión, para que ―dice falsamente― él
también pueda ir a adorarle. Pero cuando se dio cuenta de que los Reyes Magos
se habían ido en otra dirección, concibió un malvado plan: matar a todos los
niños de Belén de dos años para abajo, que era el tiempo en que, según el
cálculo de los Reyes Magos, Jesús había nacido.
Mientras tanto, un ángel ordena a José: «Levántate, toma
contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás hasta que te avise.
Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» (Mt 2,13). Pensemos hoy en
tantas personas que sienten esta inspiración en su interior: “Huyamos, huyamos,
porque aquí hay peligro”. El plan de
Herodes recuerda al del faraón de arrojar al Nilo a todos los hijos varones del
pueblo de Israel (cf. Éxodo 1,22). Y la huida a Egipto evoca toda la
historia de Israel, desde Abraham, que también estuvo allí (cf. Génesis 12,10),
hasta José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos (cf. Génesis 37,36) y luego
convertido en “líder del país” (cf. Génesis 41,37-57); y a Moisés, que liberó a
su pueblo de la esclavitud de los egipcios (cf. Ex 1,18).
La huida de la Sagrada Familia a Egipto salva a Jesús, pero
desgraciadamente no impide que Herodes lleve a cabo su masacre. Nos encontramos
así con dos personalidades opuestas: por un lado, Herodes con su ferocidad, y, por otro lado, José con su premura y
valentía. Herodes quiere defender su poder, su propia “piel”, con una
crueldad despiadada, como atestiguan las ejecuciones de una de sus esposas, de
algunos de sus hijos y de cientos de opositores. Era un hombre cruel: para
resolver los problemas, sólo tenía una receta: matar. Es el símbolo de muchos tiranos de ayer y de hoy. Y para ellos,
para estos tiranos, las personas no cuentan, cuenta el poder, y si necesitan un
espacio de poder, eliminan a las personas. Y esto ocurre hoy: no tenemos que ir
a la historia antigua, ocurre hoy. Es el
hombre que se convierte en “lobo” para los otros hombres. La historia está
llena de personalidades que, viviendo a merced de sus miedos, intentan
vencerlos ejerciendo el poder de manera despótica y realizando actos de
violencia inhumanos. Pero no debemos pensar que sólo vivimos en la perspectiva
de Herodes si nos convertimos en tiranos, no. De hecho, todos nosotros podemos
caer en esta actitud, cada vez que tratamos de disipar nuestros miedos con la
prepotencia, aunque sea sólo verbal o hecha a base de pequeños abusos
realizados para mortificar a los que nos rodean. También nosotros tenemos en
nuestro corazón la posibilidad de ser pequeños Herodes.
José es todo lo contrario a Herodes: en primer lugar, es «un
hombre justo» (Mateo 1,19), mientras que Herodes es un dictador; además,
muestra valor al cumplir la orden del Ángel. Cabe imaginar las vicisitudes que
tuvo que afrontar durante el largo y peligroso viaje y las dificultades de su
permanencia en un país extranjero, con otra lengua: muchas dificultades. Su
valentía surge también en el momento de su regreso, cuando, tranquilizado por
el Ángel, supera sus comprensibles temores y se instala con María y Jesús en
Nazaret (cf. Mateo 2,19-23). Herodes y
José son dos personajes opuestos, que reflejan las dos caras de la
humanidad de siempre. Es un error común considerar la valentía como la virtud
exclusiva del héroe. En realidad, la vida cotidiana de cada persona requiere
valor. Nuestra vida ―la tuya, la mía, la de todos nosotros― requiere valentía:
¡no se puede vivir sin valentía! La valentía para afrontar las dificultades de
cada día. En todas las épocas y culturas encontramos hombres y mujeres
valientes que, por ser coherentes con sus creencias, han superado todo tipo de
dificultades, soportado injusticias, condenas e incluso la muerte. La valentía es sinónimo de fortaleza, que,
junto con la justicia, la prudencia y la templanza forma parte del grupo de
virtudes humanas conocidas como “cardinales”.
La lección que hoy nos deja José es la siguiente: la vida siempre nos depara adversidades,
esto es verdad, y ante ellas también podemos sentirnos amenazados, con miedo,
pero sacar lo peor de nosotros, como hace Herodes, no es el modo para superar
ciertos momentos, sino actuando como José, que reacciona ante el miedo con la
valentía de confiar en la Providencia de Dios. Hoy creo que es necesaria una
oración por todos los migrantes, todos los perseguidos y por todos aquellos que
son víctimas de circunstancias adversas: ya sea por circunstancias políticas,
históricas o personales. Pero, pensemos en tantas personas, víctimas de las
guerras, que quieren huir de su patria y no pueden; pensemos en los migrantes
que inician ese camino para ser libres y muchos acaban en la calle o en el mar;
pensemos en Jesús en brazos de José y María, huyendo, y veamos en él a cada uno
de los migrantes de hoy. La migración
actual es una realidad ante la que no podemos cerrar los ojos. Es un escándalo
social de la humanidad.
San José, tú que has experimentado el sufrimiento de los que
deben huir tú que te has visto obligado a huir para salvar la vida de los seres
queridos, protege a todos los que huyen a causa de la guerra, el odio, el
hambre.
Sostenlos en sus dificultades, fortalécelos en la esperanza
y haz que encuentren acogida y solidaridad. Guía sus pasos y abre los corazones
de quienes pueden ayudarlos. Amén.
Fuente e Imagen de Vatican. Va