7 de marzo 2021. Viaje apostólico del Papa Francisco a Irak. ÁNGELUS. Iglesia de la Inmaculada Concepción de Qaraqosh Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Agradezco al Señor la oportunidad de estar con ustedes esta mañana. He esperado con impaciencia este momento. Agradezco a Su Beatitud el Patriarca Ignace Youssif Younan su saludo, como también a la señora Doha Sabah Abdallah y al padre Ammar Yako por sus testimonios. Mirándolos, veo la diversidad cultural y religiosa de la gente de Qaraqosh, y esto muestra parte de la belleza que vuestra región ofrece al futuro. Vuestra presencia aquí recuerda que la belleza no es monocromática, sino que resplandece por la variedad y las diferencias.
Al mismo tiempo, con mucha tristeza, miramos a nuestro
alrededor y percibimos otros signos, los signos del poder destructivo de la violencia,
del odio y de la guerra. Cuántas cosas han sido destruidas. Y cuánto debe ser
reconstruido. Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra. La última
palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte.
Incluso ante la devastación que causa el terrorismo y la guerra podemos ver,
con los ojos de la fe, el triunfo de la vida sobre la muerte. Tienen ante
ustedes el ejemplo de sus padres y de sus madres en la fe, que adoraron y
alabaron a Dios en este lugar. Perseveraron con firme esperanza en su camino
terreno, confiando en Dios que nunca defrauda y que siempre nos sostiene con su
gracia. La gran herencia espiritual que nos han dejado continúa viviendo en
ustedes. Abracen esta herencia. Esta herencia es su fortaleza. Ahora es el
momento de reconstruir y volver a empezar, encomendándose a la gracia de Dios,
que guía el destino de cada hombre y de todos los pueblos. ¡No están solos!
Toda la Iglesia está con ustedes, por medio de la oración y la caridad
concreta. Y en esta región muchos les han abierto las puertas en los momentos
de necesidad.
Muy queridos: Este es
el momento de reconstruir no sólo los edificios, sino ante todo los vínculos
que unen comunidades y familias, jóvenes y ancianos. El profeta Joel dice:
«Sus hijos e hijas profetizarán; sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes,
visiones» (cf. Jol 3,1). Cuando los ancianos y los jóvenes se encuentran, ¿Qué
es lo que sucede? Los ancianos sueñan, sueñan un futuro para los jóvenes; y los
jóvenes pueden recoger estos sueños y profetizar, llevarlos a cabo. Cuando los
ancianos y los jóvenes se unen, preservamos y trasmitimos los dones que Dios
da. Miremos a nuestros hijos, sabiendo que heredarán no sólo una tierra, una
cultura y una tradición, sino también los frutos vivos de la fe que son las
bendiciones de Dios sobre esta tierra. Los
animo a no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a custodiar los vínculos que
los mantienen unidos y a custodiar sus raíces.
Seguramente hay momentos en los que la fe puede vacilar,
cuando parece que Dios no ve y no actúa. Esto se confirmó para ustedes durante
los días más oscuros de la guerra, y también en estos días de crisis sanitaria
global y de gran inseguridad. En estos momentos, acuérdense de que Jesús está a
su lado. No dejen de soñar. No se
rindan, no pierdan la esperanza. Desde el cielo los santos velan sobre
nosotros: invoquémoslos y no nos cansemos de pedir su intercesión. Y están
también “los santos de la puerta de al lado”, «aquellos que viven cerca de
nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (Exhortación. apostólica.
Gaudete et exsultate, 7). Esta tierra está llena de ellos, es una tierra de
muchos hombres y mujeres santos. Dejen que los acompañen hacia un futuro mejor,
un futuro de esperanza.
Algo que dijo la señora Doha me conmovió; dijo que el perdón
es necesario para aquellos que sobrevivieron a los ataques terroristas. Perdón:
esta es una palabra clave. El perdón es necesario para permanecer en el amor,
para permanecer cristianos. El camino hacia una recuperación total podría ser
todavía largo pero les pido, por favor, que no se desanimen. Se necesita
capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar. Sé que esto es
muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer la paz a esta tierra. Nosotros
confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena voluntad, decimos “no” al terrorismo y a la
instrumentalización de la religión.
El padre Ammar, recordando los horrores del terrorismo y de
la guerra, agradeció al Señor que siempre los haya sostenido, en los tiempos
buenos y en los malos, en la salud y en la enfermedad. La gratitud nace y crece cuando recordamos los dones y las promesas de
Dios. La memoria del pasado forja el presente y nos hace avanzar hacia el
futuro.
En todo momento, demos gracias a Dios por sus dones y
pidámosle que conceda paz, perdón y fraternidad a esta tierra y a su gente. No nos cansemos de rezar por la
conversión de los corazones y por el triunfo de una cultura de la vida, de
la reconciliación y del amor fraterno, que respete las diferencias, las
distintas tradiciones religiosas, y que se esfuerce por construir un futuro de
unidad y colaboración entre todas las personas de buena voluntad. Un amor
fraterno que reconozca «los valores fundamentales de nuestra humanidad común,
los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y
dialogar, perdonar y crecer» (Carta encíclica. Fratelli tutti, 283).
Mientras llegaba con el helicóptero, miré la estatua de la
Virgen María colocada sobre esta iglesia de la Inmaculada Concepción, y le
confié el renacer de esta ciudad. La Virgen no sólo nos protege desde lo alto,
sino que desciende hacia nosotros con ternura maternal. Esta imagen suya
incluso ha sido dañada y pisoteada, pero el rostro de la Madre de Dios sigue
mirándonos con ternura. Porque así hacen las madres: consuelan, reconfortan,
dan vida. Y quisiera agradecer de corazón a todas las madres y las mujeres de
este país, mujeres valientes que siguen dando vida, a pesar de los abusos y las
heridas. ¡Que las mujeres sean
respetadas y defendidas! ¡Que se les brinden cuidados y oportunidades! Y
ahora recemos juntos a nuestra Madre, invocando su intercesión por vuestras
necesidades y vuestros proyectos. Los pongo a todos bajo su protección. Y les
pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Fuente: Vatican. Va.