14 de marzo 2021. Quien practica el mal, busca las tinieblas. Ángelus, Papa Francisco. Plaza de San Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Este cuarto domingo de Cuaresma es el domingo "Laetare", es decir, "Alégrate". La liturgia eucarística comienza con esta invitación: "Alégrate, Jerusalén...". (cf. Isaías 66,10). ¿Cuál es el motivo de esta alegría? En plena Cuaresma, ¿Cuál es el motivo de esta alegría? Nos lo dice el evangelio de hoy: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan. 3,16). Este mensaje gozoso es el núcleo de la fe cristiana: el amor de Dios llega a la cumbre en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora. Nos ha entregado a su Hijo, a nosotros, a todos nosotros.
Jesús se presenta en
primer lugar como el Hijo del Hombre (vv. 14-15). El texto alude al relato
de la serpiente de bronce (cf. Números 21:4-9), que, por voluntad de Dios, fue
levantada por Moisés en el desierto cuando el pueblo fue atacado por serpientes
venenosas; el que había sido mordido y miraba la serpiente de bronce se curaba.
Del mismo modo, Jesús fue levantado en la cruz y los que creen en Él son curados
del pecado y viven.
El segundo aspecto es el del Hijo de Dios (vv. 16-18). Dios
Padre ama a los hombres hasta el punto de "dar" a su Hijo: lo dio en
la Encarnación y lo dio al entregarlo a la muerte. La finalidad del don de Dios
es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no
para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es misión de salvación,
para todos.
El tercer nombre que Jesús se atribuye es "luz"
(vv. 19-21). El Evangelio dice: "Vino la luz al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz (v. 19). La venida de Jesús al mundo
determina una elección: quien elige las tinieblas va al encuentro de un juicio
de condenación, quien elige la luz tendrá un juicio de salvación. El juicio es siempre la consecuencia de la
libre elección de cada uno: quien
practica el mal busca las tinieblas, el mal siempre se esconde, se cubre.
Quien hace la verdad, es decir, practica el bien, llega a la luz, ilumina los
caminos de la vida. Quien camina en la luz, quien se acerca a la luz, no puede
por menos que hacer buenas obras. La luz
nos lleva a hacer buenas obras. Es lo que estamos llamados a hacer con
mayor empeño durante la Cuaresma: acoger la luz en nuestra conciencia, para
abrir nuestros corazones al amor infinito de Dios, a su misericordia llena de
ternura y bondad. No olvidéis que Dios perdona siempre, siempre, si nosotros
con humildad pedimos el perdón. Basta con pedir perdón y Él perdona. Así
encontraremos el gozo verdadero y podremos alegrarnos del perdón de Dios que
regenera y da vida.