15 de mayo 2021. UN BARCO AL GARETE…. Autor: Padre, Mario García Isaza c.m. Formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. Si el gobernalle no tiene sobre sí una mano firme, y si soplan vientos huracanados y se encrespa el oleaje, terminará el navío naufragando, o escollará volviéndose añicos. Solo el saber y el comprobar que quien lleva el mando no ha perdido la brújula y gobierna con mano firme y serena, brinda seguridad y mantiene la esperanza de llegar a buen puerto, pese a tempestades.
Estoy seguro de que la mayoría de los hijos de esta patria
tenemos esa sensación. Hemos perdido el
norte, y un leviatán fatídico, encarnado en los que buscan nuestro naufragio,
nos amenaza, al parecer, irresistible. ¿Cuándo y porqué, Dios santo, nos
envolvió este vórtice de violencia y de insensatez? Siendo, como somos sin duda
la inmensa mayoría de los colombianos, gentes de bien, amantes de la paz y
respetuosos del orden y el derecho, ¿cómo un grupúsculo de desatinados y de
truhanes ha podido cerrarnos el camino y desconcertar a tal punto nuestra
marcha? ¿Y cuándo volveremos a sentir que tenemos un piloto, que hay quien nos
conduce, que ha vuelto a resplandecer el faro de un destino y contamos con
alguien que a él nos lleva? Son los interrogantes que nos punzan y
desasosiegan.
Es que renunciamos, obnubilados y ciegos, a la única brújula
que nos muestra el auténtico destino: la ley de Dios. La hemos olvidado; ya no
es la guía que enrumba nuestros comportamientos personales y sociales, ya no es
la norma que regula y encauza nuestra conducta, ya no es el patrón de nuestras
valoraciones éticas, ya no es la inspiración de nuestras leyes, ni el valladar
que impide nuestros desmanes. Permitimos que los gestores de nuestra
constitución, y nuestros magistrados, y
nuestros gobernantes, en mala hora desconocieran que representan a una inmensa
mayoría que creemos en Dios y deseamos vivir según su ley, y se atrevieran a
proponer una sociedad de la que Él y ella están ausentes.
Es que, como corolario y consecuencia de lo anterior, ya no
reconocemos que lo que creemos ser nuestro derecho termina allí donde se
conculca el derecho de los otros. Porque no reconocemos a un Padre común, no
nos reconocemos como hermanos; porque negamos la existencia de una ley objetiva
que viene de Dios y que está por encima de nosotros mismos y es universal, no
tenemos empacho en atentar contra
valores y realidades intangibles, como el
de la vida y su sacralidad; es que mientras los corifeos de la violencia
ciega, del desorden como método, de la anarquía como situación ideal para
encaramarse y gobernar sobre las ruinas de la sociedad, gritan hasta
desgañitarse y enarbolan las banderas de sus consignas de destrucción y de
caos, nosotros callamos amedrentados y vergonzantes;
es que quienes en tiempos recientes nos gobernaron traicionaron
impúdicamente el deber de tutelar los derechos de la patria, los negociaron con sus peores enemigos y se
los vendieron a precio de oropeles personales y en negociados inconfesables, y
en vez de recibir sanción condigna, se granjearon premios y dieron, sin
derecho, carné de legisladores a sus cómplices;
es que quien ahora nos gobierna, se dejó, quizá sin percatarse de ello,
atar las manos por acuerdos írritos y nefandos; es que muchos de aquellos a
cuyas manos está confiada la tutela de la justicia, han llegado a ser sal que
se corrompió, y aprovechándose de un timonel amilanado e irresoluto, le han
impuesto el rumbo que quieren ; es que nos hemos dejado desorientar por unos
medios de comunicación puestos al servicio de la mentira, que le hacen coro a
la algarabía de los violentos y
tergiversan el sentido del lenguaje; es que ya las palabras no conservan su
sentido: ahora la violencia y el vandalismo son manifestación pacífica, la libertad es libertinaje y anarquía, el
ejercicio de la autoridad es abuso de la fuerza, los atentados contra los
bienes comunes o privados son modos legítimos de reclamar, las minorías
desenfrenadas son mayoría que se impone;
es que los que tienen a su cargo la protección de la
comunidad han de esconder las armas con que la nación los dotó para su tarea,
pero los que usan las que no tienen derecho de esgrimir sí pueden blandirlas
contra ellos; es que quien detenta la autoridad en virtud de nuestros sufragios, ha olvidado que el ejercicio de esa
autoridad no se negocia; que con el delito y el crimen, mientras quien los
comete no los reconozca como tales y no se muestre dispuesto a renunciar a
ellos, no es ni posible ni lícita una negociación; que existe un uso de la
fuerza, no solo legítimo sino obligatorio,
cuando ello es necesario para reprimir a quienes atentan contra el bien
común. Es que les permitimos a oenegés intrusas que nos estigmaticen con sus
calificaciones sin sustento y nos
presionen con sus exigencias abusivas.
Es que mientras Petro, y FECODE, y la CUT, y el CRIC, y los otros
capitostes de las turbamultas que se han enseñoreado de campos y ciudades, y
que inspiran la campaña de destrucción
de los cimientos éticos, sociales y filosóficos de la sociedad colombiana se envalentonan,
no surge un líder que abandere la defensa de esos valores y nos permita guardar
la esperanza de que no todo está perdido.
Y, a pesar de todo,
aquí tenemos el Evangelio de San Lucas: sintiendo la barca zarandeada
por el oleaje, los discípulos gritaron: ¡Señor, que nos hundimos! Y Él se
levantó, y les dijo: hombres de poca fe, porqué tienen miedo? (8, 24) Y aquí nuestra jaculatoria mariana : Stella
maris, ora pro nobis . ¡Estrella del mar, ruega por nosotros! Correo del
autor: magarisaz@hotmail.com