15 de agosto 2021. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta! En el Evangelio de hoy, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo, en la liturgia destaca el Magnificat. Este canto de alabanza es como una "fotografía" de la Madre de Dios. María "se alegra en Dios. ¿Por qué? Porque ha mirado la humildad de su sierva", así lo dice (cf. Lcucas1, 47-48).
La humildad es el
secreto de María. Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia
ella. El ojo humano busca siempre la grandeza y se deslumbra por lo que es
ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, Dios mira el corazón (cf.
1 Samuel 16,7) y le encanta la humildad. La
humildad de los corazones le encanta a Dios. Hoy, mirando a María Asunta,
podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo. La palabra
"humildad", como sabemos, viene del latín humus, que significa
"tierra". Es paradójico: para llegar a lo alto, al Cielo, es
necesario permanecer bajos, como la tierra. Jesús enseña: "El que se
humilla será exaltado" (Lucas 14,11). Dios
no nos exalta por nuestros dones, riquezas, o por las habilidades, sino por la
humildad. Dios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se
abaja, levanta a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el
"título" de sierva, servir: es "la esclava del Señor"
(Lucas 1,38). No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma.
Solamente ser la sierva del Señor.
Entonces, hoy podemos preguntarnos, cada uno de nosotros en
nuestro corazón: ¿cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás,
reafirmarme y ser alabado, o más bien pienso en servir? ¿Sé escuchar, como
María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como
María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las
peleas y las discusiones, o solo trato siempre de sobresalir? Pensemos en estas
preguntas, cada uno de nosotros. ¿Cómo está mi humildad?
María, en su pequeñez, conquista primero los cielos. El secreto de su éxito reside precisamente
en reconocerse pequeña, en reconocerse necesitada. Con Dios, solo quien se
reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado
por Él. Y María es la "llena de gracia" (v. 28) precisamente por su
humildad. También para nosotros, la humildad es el punto de partida, siempre,
es el comienzo de nuestra fe. Es esencial
ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de
sí mismo no da espacio a Dios, y tantas veces estamos llenos de nosotros, y
quien está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece
humilde permite al Señor realizar grandes cosas (cf. v. 49).
El poeta Dante se refiere a la Virgen María como
"humilde y más elevada que una criatura" (Paraíso XXXIII, 2). Es
hermoso pensar que la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera
en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida
mayormente dentro del hogar, pasó su vida en lo ordinario, en la humildad. Los
días de la Llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes. A menudo se
sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero la mirada de Dios permaneció siempre sobre
ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón,
nunca tocado por el pecado.
Este es un gran mensaje de esperanza para nosotros; para ti,
para cada uno de nosotros, para ti que vives las mismas jornadas, agotadoras y
a menudo difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este
destino de gloria. No son palabras bonitas, es la verdad. No es un final feliz
artificioso, una ilusión piadosa o un falso consuelo. No, es la verdad, es la
pura realidad, viva y verdadera como la Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla
hoy con amor de hijos, celebrémosla gozosos pero humildes, animados por la
esperanza de estar un día con ella en el Cielo.
Y recemos a ella ahora, para que nos acompañe en el camino
que conduce de la Tierra al Cielo. Que ella nos recuerde que el secreto del
recorrido está contenido en la palabra humildad. No olvides esta palabra, y que
la Virgen nos la recuerde siempre. Y que la
pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta, para
alcanzar el cielo. Fuente: Vatican. Va.