7 de noviembre 2019. Imperativos morales del servidor
público. Monseñor. Juan Carlos Cárdenas Toro - El pueblo colombiano acaba de
elegir a sus nuevos gobernadores, alcaldes, diputados y concejales.
Teniendo en cuenta las palabras del Concilio Vaticano II, en
el sentido de que “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el
corazón de la Iglesia” (Cf. Constitución Gaudium et spes, n. 1), quisiera
plantear respetuosamente y de modo especial a los nuevos servidores públicos,
que se reconocen hijos de la Iglesia Católica, algunos imperativos éticos y
morales que es necesario tener en cuenta con la misión que se disponen a asumir
en nombre de sus electores.
El servidor público
ha de buscar soluciones a los problemas de su pueblo
Si bien, las necesidades del pueblo son reconocidas en las
campañas políticas y a ellas se acuden para “prometer”
respuestas tan diversas,
son muchos los ciudadanos que se lamentan porque, una vez elegidos, los
gobernantes parecen distanciarse del sentir real de sus conciudadanos.
Por ello, vale la pena recordar a quienes acaban de recibir
el mandato popular, que “no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de su representación”. El servidor público debe
mantener viva en su memoria que “comparte el destino de su pueblo” y hacer de
sus angustias también las suyas para buscar encontrar honestamente respuestas y
soluciones (Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), n. 410).
Si los ciudadanos están bien, los gobernantes estarán bien.
El título más honroso de los ciudadanos elegidos para ocupar
cargos públicos es el de “servidor”, palabra de profunda raíz cristiana que es
necesario levantar en la esfera pública; un servicio vivido con paciencia, modestia, moderación, caridad y
generosidad.
El servidor público
ha de ser correcto, no corrupto
Una grave deformación de los sistemas de gobierno, ayer y
hoy es el de la corrupción. Se trata de un modus operandi que “traiciona los
principios de la moral y las normas de la justicia moral”, dejando gravemente
comprometida la estabilidad del Estado y la sana relación entre gobernantes y
gobernados (Cf. DSI, n. 411).
Por ello, el servidor público, y muy especialmente el que se
reconoce discípulo de Jesús, debe sentir en su conciencia el fuerte llamado a
la coherencia, a la pulcritud en el
obrar y al decidido compromiso por el ejercicio de un gobierno
transparente, serio, y delicado en la administración de los recursos públicos.
No puede haber mejor rédito para el servidor público, nada
puede ser un tesoro mayor, que el apoyo de sus ciudadanos que ven recompensado
su voto de confianza, traducido en una gestión pública que genera mejores
condiciones de vida para todos, con especial predilección por los más
necesitados.
El servidor público
ha de dar prevalencia al bien común sobre los intereses particulares
Finalmente, es tan bien una voz general entre los ciudadanos
que quienes son elegidos parecen obedecer más a proyectos particulares de
ciertas personas o grupos, que responder al sagrado bienestar de todos.
Sobre el particular, el Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia recuerda que la administración pública debe estar ordenada a hacer
cumplir este imperativo moral de garantizar
el bien de todos los ciudadanos. Para ello advierte que la “burocratización
excesiva” y el “funcionalismo impersonal” son dos sombras que pueden oscurecer
el cumplimiento de los fines propios de la gestión pública.
Por el contrario, los servidores públicos están llamados a
transformar las dependencias de lo público en verdaderas instancias de “ayuda
al ciudadano”, tendiendo puentes que
acerquen a los gobernados con sus gobernantes y no levantando muros que hacen
más complejos los caminos para encontrar soluciones a las grandes
problemáticas sociales.
De esta manera, sea esta la ocasión para invitar a dar
esperanza de que es posible superar los viejos vicios que paralizan y postran a
la comunidad, para establecer verdaderas políticas públicas coherentes que, superando las posturas personalistas y
egoístas, pongan primero la dignidad humana de los ciudadanos y su
bienestar. Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro. Obispo Auxiliar Cali - Secretario
General del Celam. Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia.