14 de noviembre 2019. “Promoción digital de la dignidad de
la infancia” (Promoting Digital Child Dignity) Discurso del Papa Francisco a
los participantes en el Congreso sobre la dignidad digital de los niños. “La
creatividad y la inteligencia del hombre son maravillosas, pero deben
orientarse en la dirección positiva del bien integral de la persona a lo largo
de toda su vida, a partir de la infancia: “Majestad, Alteza, Autoridades y
líderes religiosos, Eminencias, Excelencias, Señoras y señores,
Doy las gracias a Su Alteza el Jeque Saif Bin Zayed al
Nahyan y al Padre Federico Lombardi por sus amables palabras de saludo y
presentación.
La importancia de los temas que enfrentaréis en estos días
es muy grande. Muchos de vosotros se ocupan de ellos con esfuerzo y visión de
futuro desde hace muchos años.
Hace dos años, cuando recibí a los participantes
del Congreso Child Dignity in the Digital World, ya tuve la oportunidad de
animaros a unir fuerzas para abordar la cuestión de la protección efectiva de
la dignidad de los menores en el mundo digital, porque un problema tan complejo requiere la colaboración de todos:
científicos y tecnólogos, empresarios y operadores económicos, legisladores,
políticos y funcionarios de seguridad, educadores y psicólogos, y no en último
término líderes religiosos y morales (cf. Discurso del 6 de octubre de 2017).
Me complace que el camino emprendido entonces haya continuado con otras
iniciativas, incluida en particular la Conferencia Interreligiosa de Abu Dabi
hace un año, y que ahora se relance con este encuentro.
La Iglesia Católica en las últimas décadas, tras las
dramáticas experiencias vividas en su cuerpo, ha alcanzado una aguda conciencia
de la gravedad del abuso sexual de los menores y de sus consecuencias, del
sufrimiento que causa, de la urgencia de
curar sus heridas, de combatir estos crímenes con la máxima determinación y de
desarrollar una prevención eficaz. Por lo tanto, también se siente obligada
a mirar hacia adelante con previsión.
De hecho, nos enfrentamos a las cuestiones cruciales que
plantea para el futuro de la humanidad el vertiginoso desarrollo de las
tecnologías de la información y la comunicación. No cabe duda de que este
desarrollo, en el ámbito digital, ofrezca nuevas oportunidades para los
menores, su educación y su formación personal. Permite un intercambio de
experiencias más amplio, promueve el desarrollo económico y abre nuevas
oportunidades en muchos ámbitos, incluida la salud. Las tecnologías abren nuevos horizontes, sobre todo para los menores
que viven en situación de desventaja o lejos de los centros urbanos de los
países más industrializados.
El reto al que nos enfrentamos es, pues, promover el acceso seguro de los menores a
estas tecnologías, garantizando al mismo tiempo su crecimiento sano y sereno,
sin que sean objeto de violencia criminal inaceptable ni de influencias
gravemente perjudiciales para la integridad de su cuerpo y de su espíritu.
Lamentablemente, el uso de la tecnología digital para
organizar, comisionar y participar en abusos de menores a distancia, incluso
más allá de las fronteras nacionales, está creciendo rápidamente, y la lucha
eficaz contra estos horribles crímenes se presenta muy difícil, muy superior a las capacidades y
recursos de las instituciones y fuerzas responsables de combatirlos. La difusión de imágenes de abuso o
explotación de menores aumenta rápidamente, y se refiere a formas de abuso
cada vez más graves y violentas y a menores de una edad cada vez más temprana.
La propagación de la
pornografía en el mundo digital crece vertiginosamente. Ya de por sí es
algo muy grave, resultado de una pérdida general del sentido de la dignidad
humana y no pocas veces vinculado a la trata de personas. El fenómeno es aún más dramático porque este material también es
ampliamente accesible a los menores a través de Internet y especialmente a
través de dispositivos móviles. La mayoría de los estudios científicos coincide
en sus graves repercusiones en la psique y el comportamiento de los menores.
Son consecuencias que durarán toda su vida, con fenómenos de grave dependencia,
propensión a comportamientos violentos y relaciones emocionales y sexuales
profundamente perturbadas.
Es urgente darse cuenta cada vez más de la magnitud y la gravedad de estos fenómenos.
De hecho, una de las características del desarrollo tecnológico actual es que
nos toma por sorpresa, porque a menudo vemos primero los aspectos más
fascinantes y positivos (que afortunadamente no faltan), pero luego nos damos cuenta de las consecuencias
negativas cuando ya están generalizadas y es muy difícil remediarlas. Por
eso me dirijo a vosotros, estudiosos e
investigadores: ¡tenéis una tarea fundamental! Hay que ver con claridad la
naturaleza y el alcance de los peligros contra los que tenemos que luchar. El
campo a explorar es vasto y complejo. No
podemos hacernos ilusiones de que estamos respondiendo a retos semejantes sobre
la base de conocimientos someros y superficiales, pero empezar a sentar las
bases para proteger la dignidad de los menores debe ser un noble objetivo de su
trabajo de investigación científica.
La tarea de los operadores de comunicaciones tampoco es
menos importante. Es necesario
sensibilizar sobre los riesgos inherentes de un desarrollo tecnológico
incontrolado en todos los sectores de la sociedad. Todavía no se ha
entendido -y a menudo no se quiere entender- la gravedad de la cuestión en su
conjunto y sus consecuencias futuras. Para entenderlo es indispensable una estrecha alianza con los medios de
comunicación, es decir, con vosotros, los comunicadores y con vuestra capacidad
para movilizar a la opinión pública y a la sociedad.
Con razón habéis elegido como tema para este encuentro: “Del concepto a la acción”.
Efectivamente, no basta con comprender,
hay que actuar. La condena moral del daño infligido a los menores por el
uso indebido de las nuevas tecnologías digitales debe traducirse en iniciativas
concretas y urgentes. Cuanto más tiempo
pasa, más arraiga el mal y es difícil de contrastar. Lo atestiguan con
preocupación aquellos que, como muchos de vosotros, están dedicando
generosamente su vida a esta batalla en contacto más directo con el crimen y con
las víctimas: educadores, fuerzas del orden, agentes de protección y
tantos otros.
Un punto crucial del problema es la tensión -que en última
instancia se convierte en una contradicción- entre la idea del mundo digital
como un espacio de libertad ilimitada de expresión y comunicación, y la del uso
responsable de las tecnologías y, por lo tanto, de sus límites.
A la protección de la plena libertad de expresión está
vinculada la idea de proteger la privacidad, con formas cada vez
más sofisticadas de encriptación de los mensajes, que hacen muy difícil o
imposible su control. Por lo tanto, debe
encontrarse un equilibrio adecuado entre el ejercicio legítimo de la libertad
de expresión y el interés social en garantizar que los medios digitales no
se utilicen para cometer actividades delictivas contra los menores. Para promover el desarrollo de Internet, con sus
múltiples beneficios, las empresas que prestan su servicio han sido consideradas durante mucho tiempo
meras proveedoras de plataformas tecnológicas, no responsables ni legal ni moralmente de su uso. El potencial de las herramientas digitales
es enorme, pero las posibles consecuencias negativas de su abuso en el ámbito
de la trata de seres humanos, en la organización del terrorismo, en la
propagación del odio y el extremismo, en la manipulación de la información
y -debemos insistir- también en el ámbito del abuso de menores pueden ser igualmente
considerables. Ahora, por fin, la opinión pública y los legisladores se dan
cuenta de ello. ¿Cómo ayudarles, pues, a tomar las medidas adecuadas para impedir
los abusos? Permitidme que haga hincapié en dos puntos en particular.
En primer lugar. La
libertad y la protección de la privacidad de las personas son bienes preciosos
que deben armonizarse con el bien común de la sociedad. Las autoridades
deben ser capaces de actuar eficazmente, utilizando los instrumentos legislativos
y operativos adecuados, con pleno respeto del Estado de Derecho y de las
garantías procesales, para luchar contra las actividades delictivas que atentan
contra la vida y la dignidad de los menores.
Segundo. El vertiginoso desarrollo del mundo digital tiene
como protagonistas a las grandes empresas del sector, que cruzan fácilmente las
fronteras entre Estados, se mueven rápidamente en el frente más avanzado del
desarrollo tecnológico y han acumulado considerables recursos económicos. Ya es
evidente que no pueden considerarse completamente ajenas al uso de las
herramientas que ponen en manos de sus clientes. Por lo tanto, es a ellas a quienes ahora dirijo el
llamamiento más acuciante para que asuman su responsabilidad con respecto a los
menores, a su integridad y su futuro. Sin la plena implicación de las
sociedades del sector, sin una plena conciencia de las consecuencias morales y
sociales de su gestión y funcionamiento, no será posible garantizar la
seguridad de los menores en el contexto digital. Están obligadas no sólo a cumplir las leyes, sino también a preocuparse
por la dirección en que se mueve el desarrollo tecnológico y social que
promueven y provocan, porque este desarrollo precede, de hecho, a las mismas leyes que pretenden regularlo.
Aunque estos retos son difíciles de superar, hay muchas
áreas de acción. Me limito a poner algunos ejemplos.
Son muy apreciables
las iniciativas -como, por ejemplo, Safety by Design, promovidas por la Comisión competente
del Gobierno australiano- para que la
industria digital cultive un enfoque proactivo y coherente de la seguridad del
cliente desde la fase de desarrollo de productos y servicios en línea,
reconociendo explícitamente que la responsabilidad de esta seguridad, en todos
sus aspectos, no debe recaer sólo en el propio cliente, sino también en quienes
diseñan, desarrollan y suministran dichos productos y servicios.
Además, como ya sucede en algunos países, hay que fomentar
el compromiso de los legisladores para que las empresas que permiten la navegación
a través de dispositivos móviles estén
obligadas a verificar la edad de sus clientes, a fin de poder impedir que
los menores accedan a sitios pornográficos. Hoy en día, los menores utilizan
sobre todo teléfonos móviles, y los filtros utilizados para los ordenadores son
allí ineficaces. Según estudios fiables, la edad media de acceso a la pornografía por primera vez es
actualmente de 11 años y tiende a descender aún más. No es aceptable en
absoluto.
Aunque los padres sean los principales responsables de la
educación de sus hijos, cabe señalar que, a pesar de la buena voluntad, ahora
es cada vez más difícil controlar el uso
de los aparatos electrónicos por parte de sus hijos. Por lo tanto, la
industria debe cooperar con los padres en su responsabilidad educativa. La determinación de la edad de los usuarios
no debe considerarse, pues, una
violación del derecho a la intimidad, sino un requisito previo importante para
la protección efectiva de los menores.
Las posibilidades de la tecnología son cada vez mayores. Hoy
se habla mucho de las aplicaciones de la llamada inteligencia artificial. La
identificación y eliminación de la circulación de las imágenes ilegales y
nocivas de la red mediante algoritmos cada vez más elaborados es un campo de
investigación muy importante, en el que los científicos y los operadores del
mundo digital deben seguir esforzándose en una noble competencia para combatir
el uso perverso de las nuevas herramientas disponibles. Por lo tanto, pido a
los ingenieros informáticos que se sientan personalmente responsables de la
construcción del futuro. A ellos les corresponde, con nuestro apoyo, comprometerse en un desarrollo ético de los
algoritmos, hacerse promotores de un nuevo campo de la ética para nuestro
tiempo: la “algor-ética”.
El desarrollo tecnológico y del mundo digital involucra a
enormes intereses económicos. No se puede, por tanto, pasar por alto la fuerza
con la que estos intereses tienden a condicionar la conducta de las empresas.
Actuar por la responsabilidad de los inversores y de los gestores, para que el bien de los
menores y de la sociedad no se sacrifique en aras del beneficio, es, por tanto,
un compromiso que hay que fomentar. Al igual que ya ocurre con el aumento de la
sensibilidad social en el ámbito medioambiental o del respeto de la dignidad del trabajo, la
atención a la protección efectiva de los menores y la lucha contra la
pornografía deben estar cada vez más presentes en las finanzas y la economía
del mundo digital. El crecimiento seguro
y saludable de los jóvenes es el noble propósito por el que vale la pena
trabajar y vale mucho más que el mero beneficio económico obtenido incluso
con el riesgo de perjudicar a los jóvenes.
En un mundo como el nuestro, en el que las fronteras entre
los Estados se ven continuamente superadas por la dinámica creada por el avance
digital, nuestros esfuerzos deben asumir
la dimensión de un movimiento global que se una a los compromisos más
nobles de la familia humana y de las instituciones internacionales para la
protección de la dignidad de los menores y de cada persona. Es un reto difícil
que nos plantea nuevas preguntas: ¿cómo
defender la dignidad de la persona y del menor en la era digital, cuando la
vida y la identidad de la persona están indisolublemente ligadas a los datos
que la identifican y de los que nuevas formas de poder intentan apropiarse
constantemente? ¿Cómo podemos formular principios y requisitos que deben
ser respetados por todos en el mundo digital globalizado? Se trata de preguntas
que nos exigen una profunda solidaridad con todos aquellos que trabajan con
paciencia e inteligencia por esta causa en el mundo de las relaciones y las
normas internacionales.
La creatividad y la inteligencia del hombre son
maravillosas, pero deben orientarse en la dirección positiva del bien integral
de la persona a lo largo de toda su vida, a partir de la infancia. Todo
educador, todo padre de familia lo sabe muy bien y debe ser ayudado y apoyado
en su servicio por el esfuerzo concertado de una nueva alianza de todas las
instituciones y fuerzas educativas.
A ello contribuye no sólo la sana razón ética, sino también
la visión y la inspiración religiosas, que tienen un alcance universal, porque
fundamenta el respeto de la dignidad humana en la grandeza y la santidad de
Dios, su Creador y Salvador. Por lo tanto, es bienvenida la presencia entre vosotros de numerosos y
autorizados líderes religiosos que se proponen abordar estos problemas en un
espíritu de solidaridad y corresponsabilidad. Los saludo con gran respeto y les
doy las gracias sinceramente. La causa de la protección de los menores en el
mundo digital, es decir, en nuestro mundo de hoy y de mañana, debe vernos
unidos, como testigos del amor de Dios por cada persona, comenzando por la más
pequeñas e indefensas, para que la
atención, el cuidado y la conciencia crezcan en todos, en todas partes del
mundo y en cada confesión religiosa. Queremos desterrar de la faz de la
tierra la violencia y todo tipo de abusos contra los menores. Mirémoslos a los ojos: son vuestras hijas y vuestros
hijos, debemos amarlos como obras maestras e hijos de Dios. Tienen derecho a
una vida buena. Tenemos el deber de hacer todo lo posible para que la tengan. Os
doy las gracias e invoco sobre todos vosotros la bendición de Dios. Gracias.
Fuente: Zenit. Org.