1 de noviembre 2019. “Los santos, el reflejo de la presencia
de Dios”. El Papa Francisco aseguró que la Solemnidad de Todos los Santos, que
la Iglesia celebra este viernes, “nos recuerda que todos estamos llamados a la
santidad”.
En su reflexión previa al rezo del Ángelus en la Plaza de
San Pedro, ante una multitud de fieles congregados junto al Palacio Apostólico,
el Santo Padre afirmó que “los Santos y las Santas de todos los tiempos, que
hoy celebramos todos juntos, no son simplemente unos símbolos de los seres
humanos lejanos e inalcanzables”.
Por el contrario, “son personas que han vivido con los pies
en la tierra; han experimentado la fatiga cotidiana de la existencia con sus
éxitos y sus fracasos, encontrando en el Señor la fuerza de levantarse siempre
y continuar el camino”.
“De ello se comprende que la santidad es una meta que no se puede alcanzar únicamente contando
con nuestras propias fuerzas, sino que es el fruto de la gracia de Dios y
de nuestra libre respuesta a ella. Por lo tanto, la santidad es regalo y es
llamada”.
El Papa Francisco explicó que la gracia de Dios “es algo que
no podemos comprar o intercambiar, sino acoger, participando así en la misma
vida divina por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros desde el día de
nuestro Bautismo”.
“La semilla de la
santidad es, precisamente, el Bautismo”, subrayó. “Se trata de madurar cada
vez más en la conciencia de que estamos injertados en Cristo, como la rama está
unida a la vid, y, por lo tanto, podemos y debemos vivir con Él y en Él como
hijos de Dios. Por lo tanto, la santidad es vivir en plena comunión con Dios, desde ahora mismo, durante la
peregrinación terrena”.
Asimismo, afirmó que la santidad “además de un regalo, es
también una llamada, una vocación común a todos nosotros, a los discípulos en
Cristo; es el camino de plenitud que todo cristiano está llamado a recorrer en
la fe, dirigiéndose hacia la meta final: la comunión definitiva con Dios en la
vida eterna”.
“La santidad se
vuelve así respuesta al don de Dios, porque se manifiesta como asunción de
responsabilidad. En esta perspectiva, es importante asumir un cotidiano
compromiso de santificación en las condiciones, en los deberes y en las
circunstancias de nuestra vida, tratando de vivir cada cosa con amor, con
caridad”.
“Los Santos que hoy celebramos en la liturgia son hermanos y
hermanas que admitieron en sus vidas la necesidad de esta luz divina, de
abandonarse a ella con confianza. Y ahora, delante del trono de Dios, cantando
su gloria para toda la eternidad”.
El Pontífice recordó que los santos “constituyen la ‘Ciudad
Santa’, a la cual miramos con esperanza como nuestra meta definitiva, mientras
somos peregrinos en la ‘ciudad terrena’. Caminamos hacia esa ‘Ciudad Santa’
donde nos esperan estos hermanos y hermanas santas”.
“Es cierto, estamos cansados de las dificultades del camino,
pero la esperanza nos da la fuerza para
seguir adelante. Mirando a sus vidas, nos sentimos estimulados a imitarlos.
Entre ellos hay muchos testimonios de una santidad ‘de la puerta de al lado, de
aquellos que viven cerca de nosotros y que son un reflejo de la presencia de
Dios’”.
El Papa Francisco terminó su reflexión señalando que “el
recuerdo de los Santos nos induce a alzar los ojos hacia el Cielo: no para
olvidar la realidad de la tierra, sino para afrontarla con más valentía y
esperanza”. Fuente: Aciprensa. Redacción.
MOMENTO HISTÓRICO: “Solemnidad de todos los santos”. Esta
celebración tuvo sus orígenes por el siglo IV debido a la gran cantidad de
mártires en la Iglesia. Más adelante el 13 de mayo del 610 el Papa Bonifacio IV
dedica el Panteón romano al culto cristiano, colocando de titulares a la
Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. Es así que se les empieza
a festejar en esta fecha.
Posteriormente el Papa Gregorio IV, en el siglo VII,
trasladó la fiesta al 1 de noviembre, muy probablemente para contrarrestar la
celebración pagana del “Samhain” o año nuevo celta (en la actualidad Halloween)
que se celebra la noche del 31 de octubre.