Evangelio
para el domingo 1 de diciembre 2019. « °°° Jesús a sus discípulos: -«Cuando
venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la
gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y
cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo
sucederá cuando venga el Hijo del hombre”. °°° Mateo 24, 37- 44. Hay que
comprender y vivir el sentido del tiempo y la historia con un espíritu
cristiano. Tiempo e historia tienen una
razón de ser. El tiempo no pasa en vano, la historia no se detiene, se aprende
de la historia, se aprovecha al máximo el tiempo, para que cuando llegue ese
día tan anunciado del Señor, no tengamos la tristeza y la nostalgia de no tener
nada que ofrecerle a Dios; al contrario la angustia y la desesperación de que
ya no hay tiempo para mirar hacia atrás.
Es
Dios quien determina el tiempo. Él es el señor del tiempo y el señor de la
historia. Para Dios, el tiempo es salvífico, es algo así como un eterno
presente. Para un ser humano, el tiempo son años, siglos. Ninguna persona puede
interferir en el tiempo de Dios. La gran consigna del creador del mundo: es
estar vigilantes. Para Dios mil años puede ser un ayer que pasó. (cf. Salmo
90,4). Un día es ante Dios, como mil años. (cf. II Pedro 3,8). La virtud de la
esperanza cristiana va a ser determinante, en el transcurrir del tiempo. Quien
sabe esperar no malgasta el tiempo.
La última palabra la tiene el Maestro
de Nazareth: Nadie sabe ni el día, ni la hora, del fin del mundo. (cf. Mateo
24,36). Es el fin de “Un mundo” (cf. Isaías 65,17). Lo que le da seguridad a un
buen creyente, son las palabras del mismo Salvador: “El mundo pasará, pero su
Palabra no pasará”. Así lo profetizó Isaías en el considerado, libro de la
consolación. (cf. Isaías 40,7-8). Estar
vigilantes es la virtud que favorece el crecimiento en el espíritu. Cada
persona debe darle a su propia existencia lo que se merece: “Cuido,
perseverancia, cambio, renovación, superación, descanso, santidad de
vida”. No en vano el apóstol de los
gentiles, recomendaba a los romanos: Vigilancia y pureza de vida, dejando a un
lado las obras de las tinieblas y revistiéndose de las armas de la luz. (cf.
Romanos 13, 11-14).
El
Papa Francisco recuerda que la esperanza de la eternidad, no nos dispensa de
hacer de este mundo, más justo y habitable: “«Es más, justamente nuestra
esperanza de poseer el Reino en la eternidad nos impulsa a trabajar para
mejorar las condiciones de la vida terrena, especialmente de los hermanos más
débiles. Que la Virgen María nos ayude a no ser personas y comunidades
resignadas con el presente.” Cuida tu salud: Quien está vigilante, no pierde la
paz en su corazón. Padre, Jairo Yate
Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.