3 de mayo 2020. “Dios
se propone, no se impone.” Ángelus Regina Coeli Papa Francisco. Cuarto domingo
de pascua: Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El cuarto domingo de
Pascua, que celebramos hoy, está dedicado a Jesús el Buen Pastor. El Evangelio
dice: “Las ovejas oyen su voz; él llama a sus ovejas, a cada una por su nombre”
(Juan. 10,3). El Señor nos llama por nuestro nombre, nos llama porque nos ama.
Pero, dice el Evangelio de nuevo, hay otras voces, que no debemos seguir: las
de los extraños, ladrones y malhechores
que quieren el mal de las ovejas.
Estas diversas voces
resuenan dentro de nosotros. Está la voz de Dios, que amablemente habla a la
conciencia, y está la voz tentadora que induce al mal. ¿Cómo reconocer la voz
del buen Pastor de la del ladrón, cómo distinguir la inspiración de Dios de la
sugestión del Maligno?
Se puede aprender a discernir estas dos voces: de hecho,
estas dos hablan idiomas diferentes, es decir, tienen formas opuestas de tocar
a nuestros corazones, hablan lenguas diferentes, como nosotros sabemos
distinguir una lengua de otra, nosotros podemos distinguir la voz de Dios de la
del maligno
La voz de Dios nunca obliga: Dios
se propone, no se impone. En cambio, la voz maligna seduce, agrede, obliga:
despierta ilusiones deslumbrantes, emociones alentadoras, pero pasajeras. Al
principio nos halaga, nos hace creer que somos todopoderosos, pero luego nos
deja vacíos por dentro y nos acusa: “Tu no vales nada”. La voz de Dios, por
otra parte, nos corrige, con tanta paciencia, pero siempre nos anima, nos
consuela siempre, alimenta la esperanza. La voz de Dios es una voz que tiene un
horizonte, en cambio la voz del maligno lleva a un muro a una esquina
Otra diferencia. La voz del enemigo nos distrae del presente
y quiere que nos centremos en el temor del futuro o en las tristezas del
pasado, no quiere la voz del presente: saca a la superficie la amargura, los
recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos
recuerdos feos. En cambio, la voz de Dios habla al presente: “Ahora puedes
hacer el bien, ahora puedes ejercitar la creatividad del amor, ahora puedes
renunciar a los arrepentimientos y remordimientos que tienen prisionero tu
corazón”. Nos anima, nos lleva adelante, pero habla al presente.
De nuevo: las dos
voces plantean diferentes preguntas en nosotros. Aquella que viene de Dios
será: “Que es bueno para mí?” En su lugar, el tentador insistirá en otra
pregunta: “¿Qué cosa me gustaría hacer?” “¿Qué cosa me gustaría?”: la voz
malvada siempre gira en torno al yo, a sus impulsos, a sus necesidades, al todo
y de inmediato. Es como los engreimientos de los niños, todo ahora. La voz de
Dios, por otro lado, nunca promete la alegría a bajo precio: nos invita a ir
más allá de nuestro yo para encontrar el verdadero bien, la paz. Recordemos: el
mal nunca nos da paz, nos pone en un frenesí primero y deja la amargura
después, este es el estilo del mal.
Finalmente, la voz
de Dios y la del tentador hablan en diferentes “ambientes”: el enemigo prefiere
la oscuridad, la falsedad, las habladurías; el Señor ama la luz del sol, la
verdad, la transparencia sincera.
El enemigo nos dirá:
“¡Enciérrate en ti mismo, porque nadie te entiende, ni te escucha, no
confíes!”. El bien, al contrario, nos invita a abrirnos, a ser claros y a
confiar en Dios y en los demás.
Queridos hermanos y
hermanas, en este tiempo tantos pensamientos y preocupaciones nos llevan de
vuelta a nosotros mismos. Prestemos atención a las voces que llegan a nuestro
corazón.
Preguntémonos de
dónde vienen. Pidamos la gracia de reconocer y seguir la voz del buen Pastor,
que nos hace salir de los recintos del egoísmo y nos conduce a los pastos de la
verdadera libertad. Que Nuestra Señora, Madre del Buen Consejo, oriente y
acompañe nuestro discernimiento. Fuente:
Zenit. Org.