9 de mayo 2020. En la Misa celebrada en la casa Santa Marta,
este sábado de la cuarta semana de pascua; el Papa Francisco explicó que el
instrumento que el diablo usa para destruir la proclamación del Evangelio es la
envidia.
En su homilía, el Santo Padre comenzó recordando unas frases
del Salmo 98, recitadas en la Liturgia del día, que afirma: “canten al Señor
una nueva canción porque Él ha hecho maravillas. Su mano derecha y su brazo
sagrado le dieron la victoria. El Señor ha dado a conocer su salvación, a los
ojos del pueblo ha revelado su justicia".
“¡Esto es verdad, el Señor ha hecho maravillas! Pero cuánta
fatiga, cuánta fatiga para las comunidades cristianas llevar adelante estas
maravillas del Señor”, reconoció el Papa al reflexionar en un pasaje de los
Hechos de los Apóstoles (13,44-52) que describe la persecución que obligó a San
Pablo y Bernabé a abandonar Antioquía debido
a injurias en contra de las declaraciones de San Pablo sobre Jesús.
En este sentido, el Papa Francisco destacó la alegría de
todas las personas de la ciudad cuando se reunieron para escuchar la Palabra
del Señor predicada por Pablo y los apóstoles porque ellos “predicaban con
fuerza, y el Espíritu les ayudaba” pero al ver esa multitud, los judíos “se
llenaron de celos, y con palabras injuriosas contrastaban las afirmaciones de
Pablo”.
En esta línea, el Pontífice reconoció que “por un lado está
el Señor, está el Espíritu Santo, que hace crecer a la Iglesia, y siempre crece
más: esto es verdad. Pero por otro lado está el espíritu maligno que trata de
destruir la Iglesia”.
“Siempre es así. Siempre es así. Se va hacia adelante pero luego el enemigo viene tratando de destruir.
El balance siempre es positivo a la larga, pero ¡cuánta fatiga, cuánto dolor,
cuánto martirio! Y esto fue lo que sucedió aquí, en Antioquía, sucede en todas
partes en el Libro de los Hechos de los Apóstoles”, advirtió el Papa.
Instrumento del diablo
Por ello, el Santo Padre cuestionó: “¿cuál es el instrumento
del diablo para destruir la proclamación del Evangelio?” y respondió: “¡La envidia!” al citar el Libro de la
Sabiduría que “lo dice claramente: ‘por la envidia del diablo el pecado ha
entrado en el mundo’”.
“Envidia, celos...
Siempre este sentimiento amargo, amargo. Esta gente veía cómo se predicaba
el Evangelio y se enfadaba, se roían el hígado de rabia. Y esta rabia los
llevaba adelante: es la rabia del diablo, es la rabia que destruye, la rabia de
ese: ‘¡crucifica, crucifica!’, de esa tortura de Jesús. Quiere destruir. Siempre.
Siempre”.
De este modo, el Papa Francisco advirtió que “viendo esa
lucha también, es válido para nosotros, la
Iglesia va hacia adelante entre las consolaciones de Dios y las persecuciones
del mundo. Una Iglesia que no tiene dificultades le falta algo, algo falta,
y si el diablo está tranquilo, las cosas
no van bien”.
“Siempre la dificultad, la tentación, la lucha, los celos
que destruyen. El Espíritu Santo hace la armonía de la Iglesia y el espíritu
maligno destruye. Hasta hoy. Hasta hoy. Siempre esta lucha… El instrumento de
estos celos, de esta envidia son los poderes temporales”, afirmó el Papa quien
alertó sobre el poder temporal que “puede ser bueno, las personas pueden ser buenas pero el poder como tal siempre es
peligroso”.
Por ello, el Pontífice señaló que “el poder del mundo contra
el poder de Dios mueve todo esto y siempre detrás de éste, ese poder, está el
dinero”.
“Esto que sucede en la Iglesia primitiva, la obra del
Espíritu para construir la Iglesia, para armonizar la Iglesia, y el trabajo del
maligno para destruirla, y el recurso a los poderes temporales para detener la
Iglesia, para destruir la Iglesia, no es más que un desarrollo de lo que
sucedió en la mañana de la Resurrección”, explicó el Papa quien recordó la
descripción bíblica que relata que “los soldados, al ver ese triunfo, fueron a
ver a los sacerdotes y compraron la verdad… Y la verdad fue silenciada. Desde
la primera mañana de la Resurrección, el triunfo de Cristo, está esta traición,
este silenciar de la palabra de Cristo, silenciar el triunfo de la Resurrección
con el poder temporal: los sumos sacerdotes y el dinero”.
Al concluir, el Santo Padre animó a tener cuidado “con la
predicación del Evangelio, para no caer
nunca en la tentación de poner nuestra confianza en los poderes temporales y en
el dinero”.
“La confianza de los cristianos es Jesucristo y el Espíritu
Santo que Él envió y precisamente el Espíritu Santo es la levadura, la fuerza
que hace crecer a la Iglesia. Sí, la Iglesia avanza, en paz, con resignación,
alegre: entre las consolaciones de Dios y las persecuciones del mundo” Lectura
comentada por el Papa Francisco: Hechos 13, 44-52 Fuente: Aciprensa. Com