31 de mayo 2020. TASCANDO EL FRENO… ¿ABUSO DE AUTORIDAD?... Autor:
Padre, Mario García Isaza cm. Formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de
Ibagué. Las dos expresiones que encabezan esta divagación, me rondan
insistentemente desde hace días; especialmente en estos últimos, después de que
el gobierno de Colombia decidió prolongar el ya largo castigo que nos ha
infligido a quienes cometimos el delito de cumplir más de setenta años… Y con
el sentido de esas dos expresiones, me rondan también convicciones, doctrina y
principios acerca de los derechos cuyo ejercicio nadie debería coartar, y de los límites que tienen en su
acción quienes detentan la autoridad.
Aquí voy con algunos de esos principios; y los menciono, sencillamente,
citando documentos que hacen parte de la doctrina católica sobre el hombre, y
de la Constitución política que nos rige a los colombianos. “Dios ha creado al
hombre racional confiriéndole la dignidad de persona dotada de la iniciativa y
el dominio de sus actos” (CEC, 1730)
“La dignidad humana requiere que el hombre
actúe según su conciencia y libre elección, movido e inducido por convicción
interna y personal, y no bajo la presión
de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa” (Vat. II,
Gaudium et spes, 17) “En ningún caso la
persona humana puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su propio
desarrollo…Por esta razón, ni su vida, ni el desarrollo de su pensamiento,
ni sus bienes, ni cuantos comparten sus vicisitudes personales y familiares
pueden ser sometidos a injustas restricciones en el ejercicio de sus derechos y
de su libertad…
Es necesario, por tanto, que las autoridades públicas
vigilen con atención para que una restricción de la libertad o cualquier otra
carga impuesta a la actuación de las personas no lesione jamás la dignidad
personal, y garantice el efectivo ejercicio de los derechos humanos” ( Compendio
Doctrina Social de la Iglesia, 133) “La
autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad,
sin suplantar la libre actividad de las personas y de los grupos…sino
respetando y tutelando la independencia de los sujetos individuales y sociales”
(Ibid., 394) Dije que también algunos
principios constitucionales me revolotean…Por ejemplo : “Las autoridades de la
República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia
en su vida ,honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades…” (Art. 2)
“Todas las personas nacen libres e
iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades,
y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna
discriminación…” (Art. 13) “Todo colombiano, con las limitaciones que
establezca la ley, tiene derecho a circular libremente por todo el territorio
nacional…” (Art. 24) “Cuando un derecho o una actividad hayan sido
reglamentados de manera general, las autoridades públicas no podrán establecer
ni exigir permisos, licencias o requisitos adicionales para su ejercicio” (Art
84) “La actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los
límites del bien común. Para su ejercicio nadie podrá exigir permisos previos
ni requisitos sin autorización de la ley” (Art.333)
Cuanto más tintinean estas y otras verdades en mi mente,
tanto más me siento tascando el freno…y tanto más experimento la sensación de
que, seguramente con buena intención, pero equivocada y arbitrariamente, hoy
nos hacen víctimas de un abuso de autoridad. Hace ya muchos años traspuse esa
barrera de los setenta, que en este momento es un inri que condena a vivir como
minusválidos. Pero siento todavía la alegría y las ganas de vivir; para mí, son
un regalo del buen Dios, que me ama y a quien trato de servir, las
posibilidades que tengo de valerme por mí mismo, el gusto que experimento en la
actividad, en el estudio, en las oportunidades de hacer el bien, en las
relaciones sociales, en el trabajo, en el cultivo y la práctica de aficiones útiles, en el
disfrute de la naturaleza, en el deleite incomparable del trato con mis amigos,
en el desempeño que en la medida de mis fuerzas puedo tener aún de mi
ministerio sacerdotal …. Pero, ¡ay!, desde hace meses y quién sabe hasta
cuándo, me lo han prohibido. Y no es que esta realidad me haya hecho entrar en
un piélago de amargura, ni que haya caído en una sima de saudades o en un
abismo de depresión. No. Gracias a Dios, y gracias a quienes me rodean con
impagable caridad, he vivido este tiempo con profunda serenidad, y encontrado,
incluso, posibilidades y riquezas de esas que a veces no pueden disfrutarse en
el ajetreo del trabajo ordinario. Pero, muy consciente, como persona mayor, de
la necesidad de ser prudente para cuidarme y cuidar a los otros, ¡cuánto
quisiera poder salir a gestionar mis pequeños asuntos yo mismo, sin molestar a otros;
cuánto, tener la posibilidad de visitar a quienes quiero; cuánto, contar con la
posibilidad de ir a prestar algún servicio pastoral; cuánto saber que puedo
tomar el carro o la moto para ir de pesca por un rato! Y muchas otras cosas
que, confinado, me están vedadas, y que creo sinceramente que no constituirían
ni un acto de irresponsabilidad, ni un riesgo particular para mí mismo o para los
demás.
Hojeando los diarios, y escuchando noticieros y comentarios,
encuentro que hay muchos que viven esta misma situación, con características
aún más lacerantes que las mías. Porque son personas a las que, al encerrarlas,
se les está privando incluso de lo que es indispensable para su salud y su
vida, física y emocional; a las que, a pesar de sentirse todavía con ganas y
con capacidad de vivir y de servir, se las arrincona en el zaquizamí de los
trebejos donde se guarda lo que ya no
sirve…Yo me pregunto : cuando quienes vivimos en el marco de un sistema que
llamamos democrático, elegimos a quienes nos gobiernan, ¿estamos autorizándolos
acaso para que dispongan y manejen nuestra vida personal y familiar hasta en
los detalles, para que regulen nuestro
tiempo, para que decidan sin contar con nosotros sobre dónde tenemos que estar,
qué podemos y que no podemos hacer, por cuánto tiempo estamos autorizados para
obrar autónomamente, a quiénes podemos acercarnos, en qué tenemos que
ocuparnos? Pues es eso, precisamente, lo que están haciendo con los que
incurrimos en la culpa de vivir más de setenta años… Hoy me reí, pero sintiendo
que había allí una muy justa queja, cuando leí estas definiciones en una
graciosa columna de El Tiempo: “Abuelo: sujeto apocado, al que hay que esconder
debajo de la alfombra, para protegerlo” y: “Viejo: sujeto que puede recibir un
comparendo si la ley lo sorprende pasando de la cocina, donde lava los platos,
al comedor donde los recoge; todo por el azar de acumular almanaques”. Correo
del autor: magarisaz@hotmail.com