4 de mayo 2020 “Somos
los justos, los otros son los pecadores.” Homilía Papa Francisco. Lunes cuarta
semana de pascua. Hermanos: Cuando Pedro subió a Jerusalén, los fieles le
reprocharon. Le reprocharon que había entrado en la casa de los incircuncisos y
comido con ellos, con los gentiles: eso era un pecado. La pureza de la ley no
lo permitía. Pero Pedro lo había hecho porque el Espíritu lo había llevado
allí. Siempre hay en la Iglesia – en la Iglesia primitiva tanto, porque la cosa
no estaba clara – este espíritu de “nosotros somos los justos, los otros los pecadores». Este “nosotros y los
otros”, “nosotros y los otros”, las divisiones: “Tenemos precisamente la
posición correcta ante Dios”. En cambio hay “los otros”, también se dice: “Son
los ‘condenados’”, sí. Y esta es una enfermedad de la Iglesia, una enfermedad
que surge de las ideologías o partidos religiosos… Pensar que en la época de Jesús, por lo menos había cuatro partidos
religiosos: el partido de los fariseos, el partido de los saduceos, el
partido de los zelotes y el partido de los esenios, y cada uno interpretaba “la
idea” que tenía de la ley.
Y esta idea es una escuela de malhechores cuando es
una forma de pensar, de sentirse mundano que se convierte en un intérprete de
la ley. También se reprochó a Jesús que entrara en casa de los publicanos –que
eran pecadores, según ellos – y que comiera con ellos, con los pecadores,
porque la pureza de la ley no lo permitía; y que no se lavara las manos antes
del almuerzo… Pero siempre ese reproche que hace la división: esto es lo importante,
que quiero subrayar.
Hay ideas,
posiciones que hacen la división, hasta el punto de que la división es más
importante que la unidad. Mi idea es más importante que el Espíritu Santo que
nos guía. Hay un cardenal emérito que vive aquí en el Vaticano, un buen pastor,
y dijo a sus fieles: “Pero la Iglesia es como un río, ¿saben? Algunos están más
de este lado, otros del otro, pero lo importante es que todos están dentro del
río”. Esa es la unidad de la Iglesia.
Nadie afuera, todos adentro. Luego, con las peculiaridades: esto no es
dividir, no es ideología, es legal. ¿Pero por qué la Iglesia tiene este ancho
de río? Es porque el Señor lo quiere así.
El Señor, en el
Evangelio, nos dice: “Tengo otras ovejas que no vienen de este redil. Tengo que
conducir a ellas también. Escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño
y un solo pastor”. El Señor dice: “Tengo ovejas por todas partes, y soy el
pastor de todos”. Este “todos” en Jesús es muy importante. Pensemos en la
parábola de la fiesta de la boda, cuando los invitados no querían ir: uno
porque había comprado un campo, otro porque se había casado… todos dieron su
razón para no ir. Y el Maestro se enfadó y dijo: “Ve a la calle y trae a todos
a la fiesta”. Todos ellos. Grandes y pequeños, ricos y pobres, buenos y malos.
Todo el mundo. Este “todos” es un poco la visión del Señor que vino por todos y
murió por todos. “Pero, ¿también murió por ese miserable que me hizo la vida
imposible?” También murió por él. “¿Y por ese bandido?” Murió por él. Por todos.
Y también por las personas que no creen en él o son de otras religiones: murió
por todos. Eso no significa que tengas que hacer proselitismo: no. Pero murió por todos, justificó a todos.
Aquí en Roma hay una
señora, una buena mujer, una profesora, la profesora Mara, que cuando tenía
problemas… y había fiestas, decía: “Pero Cristo murió por todos: ¡sigamos!”.
Esa capacidad constructiva. Tenemos un Redentor, una unidad: Cristo murió por
todos. En cambio la tentación… Pablo también sufrió la tentación: “Soy de
Pablo, soy de Apolo, soy de esto, soy de lo otro…”. Y piense en nosotros, hace
cincuenta años, después del Concilio: las cosas, las divisiones que sufrió la
Iglesia. “Yo soy de este lado, creo que sí, tú así…”. Sí, es legítimo pensar
así, pero en la unidad de la Iglesia, bajo el Pastor Jesús.
Dos cosas. El
reproche de los apóstoles a Pedro por haber entrado en la casa de los paganos y
Jesús que dice: “Soy pastor de todos”. Soy el pastor de todos. Y quien dice:
“Tengo otras ovejas que no vienen de este recinto. Tengo que guiarlos también.
Escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño”. Es la oración por la
unidad de todos los hombres, porque todos los hombres y mujeres… todos tenemos
un solo Pastor: Jesús.
Que el Señor nos libere de esa psicología de
la división, del dividir, y
nos ayude a ver esto de Jesús, esta gran cosa de Jesús, que en Él todos somos
hermanos y Él es el Pastor de todos. Esa palabra, hoy: “¡Todos, todos!”, que
nos acompañe durante todo el día.
Comunión espiritual,
adoración y bendición Eucarística Finalmente, el Papa terminó la celebración
con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la
comunión espiritual con esta oración:
“A tus pies, oh
Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que
se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu
amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece. En espera de
la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí,
oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser,
para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea”.
Antes de salir de la
Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta
en el tiempo pascual, el Regina Coeli. Regína caeli laetáre, allelúia. Quia quem
merúisti portáre, allelúia. Resurréxit, sicut dixit, allelúia. Fuente: Zenit. Org.
Traducción al español: The Vatican News.