25 de mayo 2020. “Sólo
el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad.” “El Papa
Francisco envió una carta al presidente del Consejo Pontificio para la Unidad
de los Cristianos, Cardenal Kurt Koch, con motivo de los 25 años de la
publicación de la Carta Encíclica de San Juan Pablo II “Ut unum sint” (que
todos sean uno). Sobre el empeño ecuménico. 25 de mayo de 1995.
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos
Mañana se cumplen veinticinco años de la firma por parte de
san Juan Pablo II de la Carta encíclica “Ut unum sint.” Con la mirada puesta en
el horizonte del Jubileo de 2000, quería que la Iglesia, en su camino hacia el
tercer milenio, tuviera en cuenta la oración insistente de su Maestro y Señor:
“¡Que todos sean uno!” (cf. Juan 17,21).
Por ello, escribió esa encíclica que
confirmó «de modo irreversible» (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia
Católica. La publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, colocándola
bajo el signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y
en este mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al
Pueblo de Dios.
El Concilio Vaticano II reconoció que el movimiento para el
restablecimiento de la unidad de todos los cristianos «ha surgido […] con ayuda
de la gracia del Espíritu Santo» (Unitatis redintegratio,
1). También afirmó que el Espíritu, mientras «obra la
distribución de gracias y servicios», es «el principio de la unidad de la
Iglesia» (ibíd.,
2). Y la encíclica Ut unum sint reitera que «la legítima
diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino que por
el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de su
misión» (n. 50).
De hecho, «sólo el
Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo
tiempo, producir la unidad. […] Es él el que armoniza la Iglesia». Me viene a
la mente aquella bella palabra de san Basilio, el Grande: Ipse harmonia est, él
mismo es la armonía» (Homilía en la catedral católica del Espíritu Santo,
Estambul, 29 noviembre 2014).
En este aniversario, doy gracias al Señor por el camino que
nos ha permitido recorrer como cristianos en busca de la comunión plena. Yo
también comparto la sana impaciencia de aquellos que a veces piensan que
podríamos y deberíamos esforzarnos más. Sin embargo, no debemos dejar de
confiar y de agradecer: se han dado
muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y milenarias; ha
crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la superación de
prejuicios arraigados; se ha desarrollado el diálogo teológico y el de la
caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la vida, en
el ámbito de la pastoral y cultural.
En este momento, pienso en mis queridos Hermanos que
presiden las diversas Iglesias y Comunidades Cristianas; y también en todos los
hermanos y hermanas de todas las tradiciones cristianas que son nuestros
compañeros de viaje.
Al igual que los discípulos de Emaús, podemos sentir la
presencia del Cristo resucitado que camina a nuestro lado y nos explica las
Escrituras, y reconocerlo en la fracción del pan, en la espera de compartir
juntos la mesa eucarística.
Renuevo mi agradecimiento a todos los que han trabajado y
siguen haciéndolo en ese Dicasterio para mantener viva la conciencia de este
objetivo irrenunciable dentro de la Iglesia. En particular, me complace acoger
dos iniciativas recientes. La primera es
un Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como
estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas. En
efecto, el servicio de la unidad es un aspecto esencial de la misión del
obispo, quien es «el principio fundamento perpetuo y visible de unidad» en su
Iglesia particular (Lumen gentium, 23;) (cf. CIC 383§3; CCEO 902-908). La
segunda iniciativa es la presentación de la revista Acta Ecuménica, que, en la
renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un
subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad.
En el camino hacia la comunión plena es importante recordar
el trayecto recorrido, pero también se necesita escudriñar el horizonte con la
encíclica Ut unum sint, preguntándose: «Quanta est nobis via?» (n. 77),
“¿cuánto camino nos separa todavía?”. Algo es cierto, la unidad no es
principalmente el resultado de nuestra acción, sino que es don del Espíritu
Santo.
Sin embargo, esta «no vendrá como un milagro al final: la
unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino» (Homilía
en las vísperas, San Pablo extramuros, 25 enero 2014). Por lo tanto, invoquemos
al Espíritu con confianza, para que guíe nuestros pasos y cada uno escuche con
renovado vigor el llamado a trabajar por la causa ecuménica; que Él inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la caridad
fraterna entre todos los discípulos de Cristo, «para que el mundo crea» (Juan
17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo. Vaticano, 24
de mayo de 2020. Fuente: Aciprensa. Com