3 de mayo 2020. “Uno de los signos del buen pastor es la
mansedumbre.” Homilía del Papa Francisco. Cuarto domingo de pascua. Hermanos: La
Primera carta del apóstol Pedro, que hemos escuchado, es un paso de serenidad.
Habla de Jesús. Dice: “Él llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la madera
de la cruz, para que, no viviendo ya para el pecado, vivamos para la justicia;
gracias a sus llagas hemos sido sanados. Ustedes andaban como ovejas perdidas,
pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas”. Jesús es el pastor
(cf. 1 Pedro 2, 20-25) – así lo ve Pedro – que viene a salvar, a salvar a las
ovejas descarriadas: eso éramos nosotros. Y en el Salmo 22 que leímos después
de esta lectura, repetimos: "El Señor es mi pastor, nada me faltará".
La presencia del Señor como pastor, como pastor del rebaño. Y Jesús, en el
capítulo 10, 1-10 de Juan, que hemos leído, se presenta como el pastor. En
efecto, no sólo el pastor, sino la "puerta" por la que se entra en el
rebaño. Todos los que vinieron y no entraron por esa puerta eran ladrones o
bandidos o querían aprovecharse del rebaño: los falsos pastores.
Y en la
historia de la Iglesia ha habido muchos de estos que explotaron el rebaño. No les interesaba la grey, sino sólo hacer
una carrera o la política o el dinero. Pero el rebaño los conocía, siempre
los conoció e iba a buscar a Dios en sus caminos.
Pero cuando hay un
buen pastor, hay un rebaño que sigue adelante, que continúa. El buen pastor
escucha al rebaño, conduce al rebaño, cura al rebaño. Y la grey sabe distinguir
entre los pastores, no está mal: el rebaño confía en el buen pastor, confía en
Jesús. Sólo el pastor que se parece a
Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El estilo de Jesús
debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pero también Jesús, el buen pastor,
como dice Pedro en la primera lectura: "Sufrió por ti, dejándote un
ejemplo, para que sigas sus pasos: no cometió pecado y no encontró engaño en su
boca; fue insultado, no respondió con insultos, fue manso, no amenazó con la
venganza".
Uno de los signos del
buen pastor es la mansedumbre, es la mansedumbre. El buen pastor es manso.
Un pastor que no es manso no es un buen pastor. Tiene algo escondido, porque la
mansedumbre se muestra tal cual es, sin defenderse. Por el contrario, el pastor es tierno, tiene esa ternura
de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una
como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa después de
un día de trabajo, cansados, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar
otra vez para buscarla y... la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros. Este
es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña en el camino de la
vida, a todos. Y esta idea del pastor, y esta idea del rebaño y las ovejas, es
una idea pascual. La Iglesia en la primera semana de Pascua canta ese hermoso
himno para los recién bautizados: "Estos son los nuevos corderos", el
himno que escuchamos al comienzo de la Misa. Es una idea de comunidad, de
ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere a Jesús y Él cuida
esta Iglesia.
Este domingo es un hermoso domingo, es un domingo de paz, es
un domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro pastor nos cuida.
"El Señor es mi pastor, nada me faltará"..
La comunión espiritual, adoración y bendición Eucarística
Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración
y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual
con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el
Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte
en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos
espiritualmente a mi corazón. Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me
uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”. Fuente:
The Vatican News.